lunes, 29 de noviembre de 2021

Lógica aplastante y justa

Como siempre, la lógica aplastante y JUSTA de uno de los mejores articulistas que tiene EL COMERCIO. El arquitecto Cosme Cuenca. 

Da en el clavo una vez más. 

Y lo peor de todo es que los catalanes, algunos, se sienten agredidos porque ¿alguien les prohíbe enseñar en catalán? ¿se puede tergiversar más la realidad?

Se les está pidiendo que una parte, solo una parte, se enseñe en castellano cumpliendo la ley. 

Por mi parte, yo lo razono en términos económicos, de precio y valor QUE NO SON LA MISMA COSA. 

La lengua española es valiosa, por una sencilla razón: porque la hablan millones de personas en el mundo. Después del inglés y el chino, tenemos el mejor vehículo de comunicación oral y escrita. Eso es un orgullo y una suerte para nosotros. Si los catalanes quieren renunciar a ello, o no quieren "pagar" dando un porcentaje de clases en español en la escuela como determina el Tribunal, pues peor para ellos. Ellos se lo pierden. Es poco precio para una lengua tan valiosa por lo mucho que es hablada en el mundo. 

Las lenguas, como las personas, son valiosas en sí mismas, independientemente del precio que se haya pagado por ellos. Y reconocer el valor de algo es una cuestión de inteligencia de quien lo mira. 

Dicho esto, creo que los catalanes en general, hablan mejor que los andaluces la lengua española, por ejemplo. Pero deberían cumplir lo establecido. La justicia es igual para todos. Para el rey emérito y para los catalanes. Todos ellos. 

Allá ellos si no quieren. 

Ya no intento entender ni a los nacionalistas, ni a los catalanes, aunque su lengua la entiendo perfectamente y no la voy a hablar. Tampoco el asturiano, y también lo defiendo. Las escucho, las entiendo y ya. Me gusta el español, algo más el francés, pero la sonoridad de mi lengua materna me parece maravillosa y me gusta hablarla. 

Si no quieren saber nada, pues agur. 



https://www.elcomercio.es/opinion/inmersion-inmersion-20211126000657-ntvo.html

Inmersión, inmersión

Vuestros derechos aquí no son tales, digan lo que digan los tribunales, porque nuestra voluntad está por encima de la ley, aquí solo hay una forma de ser catalán, la nuestra. 

 

COSME CUENCA

Dicen los nacionalistas que la inmersión lingüística en catalán funciona bien, que los alumnos terminan dominando ambas lenguas. Y aquí está a mi juicio el error, el desenfoque del problema y el origen del aberrante abuso nacionalista. El error es ignorar que esto no va de lenguas, esto va de personas. Las lenguas no tienen derechos, las personas sí. Los nacionalistas tienen derecho no a que el tendero andaluz y el camarero marroquí les atiendan en catalán, sino a que todos los alumnos acaben los estudios dominando ambas lenguas oficiales, pero los catalanes que lo deseen tienen derecho también a que la biología o las matemáticas se les expliquen en la lengua que mejor entienden, aunque esta lengua sea el castellano. A esto el nacionalismo catalán, con la complicidad pasiva de todos los gobiernos del Estado, replica: vuestros derechos aquí no son tales, digan lo que digan los tribunales, porque nuestra voluntad está por encima de la ley, aquí solo hay una forma de ser catalán, la nuestra. Y los catalanes de lengua materna castellana lo han comprendido muy bien, están callados y ya ni reclaman.

Esta vez no será distinto. El Gobierno del Estado ya dijo una cosa y la contraria. Y el señor Aragonés, don Pere -léase Pera- ha saltado como si le hubieran pisado el callo infectado: «El catalán en la escuela no se toca». Traduzco: nuestra fecunda fábrica de independentistas no se toca. Pere no solo afirma su voluntad de incumplir la sentencia, sino que exige al Gobierno del Estado que le acompañe en la rebelión porque él es la víctima de la agresión judicial y ya dicen por ahí que no hay que judicializar lo político, peregrino argumento que parece sostener que en lo político no cabe el delito y, por tanto, para qué los jueces.

Y aunque a nadie sorprende ya este estado de cosas, valore usted qué futuro tendrá un Estado en el que es un gobierno quien incumple la ley ostensiblemente y llama a rebelión contra las sentencias que le disgustan, y otro gobierno, el del Estado, mira para otro lado como si lo anterior fuera normal y no algo que, entre los países civilizados, solo ocurre en su jurisdicción, es decir, en España. O a qué juega un partido político en el gobierno del Estado satisfecho como rehén de aquellos que quieren destruirlo. O, en fin, que quienes para ejercer sus derechos necesitan arrasar los derechos de los otros, quienes en su ejecutoria se muestran más prepotentes, dogmáticos y autoritarios se apresuren a llamar fascistas a quienes plantean la menor objeción ante sus ruedas de molino.