Una visión muy sensata del ecologismo, la de Marcelino Laruelo.
Vivimos en el navío espacial Tierra y desde hace décadas se ha comprobado, demostrado, divulgado y hasta convencido a millones de personas de que el mundo va por muy mal camino, que los que mandan, gobiernan, poseen e influyen en la opinión, o están empeñados en hundir el navío para seguir amontonando riqueza, o simplemente dejan que se hunda (para seguir amontonando riqueza).
La propaganda institucional y el dirigismo son insoportables: culpabilizar a los demás y ellos lavarse las manos: «Cuando salgas de la habitación, apaga la luz», «tira la botella al contenedor del vidrio». ¡Pero si todas las oficinas de la Administración y de las empresas están con las cortinas echadas para impedir que entre la luz solar y con todas las luces prendidas! Incluso cuando no hay nadie. ¿Por qué no se reutilizan las botellas como antes? Hasta las de sidra tiran, ¡anatema!
Lo primero, libertad y respeto. Al ciudadano, al pueblo, hay que dejarlo en paz y no tratarlo como si fuera un rapacín de 6 años. Porque ecologista no es andar o dejar de andar en bici o en patinete porque lo diga ahora un concejal o una ministra; ecologista es, ante todo, no despilfarrar. Ecologista es llevar los zapatos al zapatero a poner tacones y medias suelas, en lugar de tirarlos al contenedor. Y si eres ministra, ecologista es sacar una norma que impida que los fabricantes de calzado hagan, a mala leche, zapatos que no se pueden reparar. Ecologista es cocinar y calentar el agua con gas, que es más eficaz y tres veces más barato que la electricidad. Y si eres alcaldesa, ecologista es no tirar farolas que están nuevas y poner otras. Abandonar la tradicional política baldosística de levantar calles y aceras cada cuatro años en busca de votos. Es controlar las emisiones de los volcanes de Veriña, de Aboño, de Tabaza. Ecologista es impedir la privatización del Fomento para pagar pufos y trinques de la ampliación. No me hablen de que cierre el grifo mientras me cepillo los dientes, cuando están dejando que se pierdan y destruyan manantiales, ríos y acuíferos, cuando las aguas residuales siguen yendo a la mar sin depurar. Ecologista es, como dice Pablo, aprovechar los viejos molinos de las aldeas para producir energía. No criminalicen el coche de gasoil, cuando tienen trenes sin electrificar, cuando se permite que unos señoritos se den el gusto de subir al espacio en un cohete y cuando producir un coche eléctrico equivale, según los expertos, al consumo de un coche diésel durante 20 años. Ecologista es el que conserva y mantiene en perfecto estado un coche 20 años o más, no el que lo achatarra a los cinco. Si la ministra fuera ecologista, no subvencionaría el despilfarro, y menos el de los cochazos de los ricachones. Una ministra ecologista ayudaría a los pobres a reparar y reutilizar, y perseguiría la obsolescencia programada y obligaría a las empresas a que todo lo que fabriquen sea reparable, haya repuestos y se diga su vida útil.
El presidente autonómico, pese a su origen rural, hace más caso a los vendedores de humo que a la verdad de la vida. Dan la matraca con el hidrógeno verde como antes la dieron con los ciclos combinados. Ellos, ni un euro; el estado, los paganos, un superpuerto y una regasificadora (muertas de risa). Ser ecologista es plantar castaños (¡a 6 euros el kilo de castañes!), es plantar nogales, manzanos y frutales, es cuidar el campo para que no sea un cotoyal, y regenerar los bosques. ¡Intentar salvar los fresnos! Ser ecologista es impedir la destrucción de la vida marina, que no hay ni 'sapes' en los pedreros. Lo demás, blablablá, y a finales de mes, la talegada.
Tuit al señor Barbón: ¿Por qué no son públicos los sueldos de los empleados públicos, incluidos esos médicos tan explotados? ¿Y el absentismo en 2019 y 2020? Subida del salario mínimo: 1,57%; 50 cts. diarios. ¿Por qué los jardines de infancia gratuitos y las residencias de ancianos no?
