Este artículo fue publicado en EDICIÓN DOMINICAL
de EL COMERCIO EL 14/06/2020
Dani Rodrik, el economista turco ganador del Premio
Princesa de Ciencias Sociales, es conocido, entre otras obras relevantes, por
su libro “La paradoja de la globalización: Democracia y futuro de la economía
mundial”. Aquí plantea su “trilema incompatible” donde señala que para un país
no es posible integrarse en la economía global, ser democrático y mantener
soberanía. Miro nuestro ombligo español y trato de verificar esa verdad del
trilema. Es evidente que estamos integrados en una economía globalizada, con sus
consecuencias y creo que la mayoría buenas; quiero creer que vivo en un país
democrático. De hecho, cada cuatro años, y a veces en períodos más cortos, tenemos
derecho a votar y, es evidente, que hemos perdido soberanía en determinados
aspectos. Integrados en la UE, no hay nada que decidir en términos de política
monetaria, por ejemplo. Se decide en el BCE y nuestra antigua autoridad
monetaria, el Banco de España, se dedica a aplicarla. Aún tenemos capacidad de
decisión fiscal, pero pensar en una integración real supone que ésta llegue a trasladarse
a la autoridad europea. ¿Y cuál es el problema? Pensando en lo flojitos, por
ser suave, que son nuestros gobiernos, tampoco es tan grave. A mí, saber que
Pablo Iglesias no puede llevar a cabo todo lo que en términos económicos se le
pasa por la cabeza porque alguien más arriba se lo impediría, y no me refiero a
Pedro Sánchez claro está, personalmente me tranquiliza.
No comparto con Rodrik que el liberalismo viva su
muerte. Es más, cualquier economista, en su sano juicio económico, se sumaría a
un sistema que funcionase mejor si lo hubiera, sin pensarlo dos veces. Creo que
el social comunismo ha demostrado sobradamente en la historia su fracaso así
que la alternativa por ahí no va. La economía liberal, que retribuye a cada
cual según aporta y favorece el tejido empresarial, permite sostener un estado
del bienestar que puede ayudar a las clases más desfavorecidas – y Rodrik está
especialmente preocupado por este tema – y no es en absoluto incompatible con
el sostenimiento de unos buenos servicios públicos educativos y sanitarios, de
cuya importancia nadie duda. Cada estado lo aplica según considere y, previo
pago de los impuestos necesarios yo, sinceramente, prefiero que mi país se
parezca a las economías del Norte de Europa que a EE.UU, donde si eres pobre y
tienes cáncer o coronavirus, tienes muy pocas papeletas. No discuto el trilema
a Rodrik, evidentemente, pero la globalización no se puede parar así como así.
Buscar el modo en que sea más compatible con el sostenimiento de la producción
de cada país sería una forma de mejorarla. Muy atenta estoy a todas sus
sugerencias en ese aspecto y para sus ideas que espera que puedan ayudarnos a
recuperarnos económicamente de esta gravísima crisis que nos viene encima, soy
toda oídos.