Según se mire, está claro. Tiene su parte de razón, la muchacha. Toda, toda la razón, eso no lo tengo tan claro.
https://www.lavanguardia.com/opinion/20200608/481658207631/amores-a-flote.html
AMORES A FLOTE.
JOANA BONET
JOANA BONET
Hemos tocado fondo”, se han dicho algunas parejas tras setenta días de
convivencia ininterrumpida, en los que la pasión no estuvo invitada a cenar, ni
tan siquiera hueco en el sofá le hacían. Acaso, en la cama, juntaban los pies
fríos durante las noches de abril. El trabajo entraba en las casas sin límites
a medida que el amor iba saliendo a deshoras. Nunca hubo tantos hombres
encargados de la compra, colgadas del hombro unas bolsas ostensibles como prueba
de que no iban solo a por tabaco. El piso de 75 m2se fue achicando: una
celda doméstica en la que día a día se iban perdiendo calcetines, y eso no
ayudaba. Cualquier pequeña catástrofe doméstica podía acabar convertida en
tragedia griega, desencadenando un historial de antiguos reproches que, aunque
indoloros, demostraban no haber perdido su valor contable.
Deseo, respeto, admiración y algo de misterio, esos cuatro pilares del
amor, empezaron a perder agua. Porque el desastre suele iniciarse con una
pequeña fuga de gotas perladas, tan indefensas como inocuas, que al poco van
transformándose en un chorro que se torna en cascada y acaba en una ola
gigante, monstruosa, capaz de barrer un mapa sentimental en el que se volcaron
esfuerzos e ilusiones. Con la gallardía propia de los enamorados levantaron una
casa para el amor romántico aun sabiendo que es huidizo: ¿cómo pensar en el
final cuando se empieza algo? Hoy, se considera a los nuevos divorciados
víctimas colaterales de la Covid. Pero ¿y los que continúan juntos? ¿No son
acaso más noticiables? Tolstói fue un gran pensador del amor y lo consideraba
el vínculo imprescindible con el mundo. “El amor es una actividad que habita
exclusivamente en el presente. El hombre que no manifiesta amor en el presente
no tiene amor que dar”, afirmaba. Los protagonistas de su libro La
felicidad conyugal , Masha y Serguéi, van experimentando sus variadas
metamorfosis, comprobando cómo las mariposas en el estómago son reemplazadas
por ataques de acidez. Entre líneas se describe la melancolía de las burbujas
disipadas: de la fase cero, en la que se aprenden las geometrías del otro
cuerpo, a una fase cuatro donde las manchas de aceite acaban por pringar aquel
ideal platónico. Una serie de parejas contaban en un blog cómo intentaron
superar el reto: haciéndose reír hasta las lágrimas unos, planeando próximos
viajes otros, y poco más. Cuando asisto a debates sobre si el Gobierno sale
desgastado de la crisis, o todo lo contrario, fortalecido, pienso en los no
divorciados del confinamiento y en sus noches juntando los pies fríos.