miércoles, 5 de diciembre de 2018

Silencio sepulcral y cara de póker

Hay una muchacha asturiana, ovetense para señas, que vive en Madrid y que cuando se enfada con su pareja, y últimamente se les ve muy enfadados y distantes, se la lía en público. Sale del coche en el que van, se mete en otro coche, deja plantado a su marido y se pone en la otra punta de un teatro, se cañica en la silla en un concierto, no para de mirar el móvil y poner cara de asquito a su pareja....EN PÚBLICO. Él aguanta el tipo estoicamente. Y sonríe. 

Es así. Es triste pero es así. Yo, a esta muchacha, no la calificaría como una chica ovetense de verdad. Una ovetense de verdad de la buena, de la vetusta ciudad de Oviedo que noveló prodigiosamente Clarín, no pierde jamás las formas en público. Si está cabreada con su pareja, disimula siempre y mantiene cara de póker en público, que no se le note nada, ni para bien, ni para mal, si está menos habladora en una reunión familiar o lo que sea, guarda las formas y dice que tiene una leve jaqueca, y luego, si tiene que cantarle las 40 a su marido, lo hace a puerta cerrada y dentro de casa. Eso es lo que hace una niña bien de Oviedo. 

Y si además de niña bien de Oviedo es músico, pues al llegar a casa, no le canta las 40 ni se pone como una chica chillona de barrio, sin ser de barrio. Es lo que faltaba. Que por algo que ha hecho otro, una perdiese las formas. De ninguna manera, amable lector. 

Qué va, hombre, qué va. Una auténtica señora no pierde las formas ni en público, ni en privado. Llega a casa y aplica la LEY DEL SILENCIO y así el afectado, con el "eco" del silencio reflexiona mejor. Piensa en lo que ha hecho o ha dicho, o en lo que ha dejado de hacer o de decir...Un músico castiga con el silencio. 


Servidora cuando está muy, muy enfadada y muuuuuuuuuuuy cabreada, no pone cara de enfado porque se frunce el ceño y salen arrugas, sino que pone cara de póker, congela la imagen e inicia un tiempo de silencio (gloriosa novela). Y cuanto más largo sea el tiempo de silencio (gloriosa novela) mayor es el cabreo. Y así, el afectado, empieza a pensar qué pasa, porque está claro que si yo callo, que si yo dejo de hablar o de escribir, sin motivo aparente, es que algo grave pasa.

Y eso es mejor que dejar mal a tu pareja en público. A la pareja se la deja siempre bien en público. Siempre. Los defectos privados o fallos se quedan donde deben quedar. 

Y por favor, no se cañique usted en la silla, que no es de señoras. ¿Ha nacido usted en Oviedo de verdad? Desde luego, no lo parece.