martes, 18 de diciembre de 2018

Mesa

Mesa no nos ata mucho tiempo a la silla con esta obra porque es una novela corta. La nueva novela de esta andaluza es, en efecto, como dice la faja una obra que genera una atmósfera incómoda y asfixiante. Es literatura lenta. A cámara lenta entre tantas novelas que parecen guiones de cine a toda pastilla...
Lo de la cara de pan se entiende más o menos. De hecho lo explica en la novela, por qué a Casi, la niña, la llaman así. Mi abuela materna llamaba así a las niñas feas, o que no le parecían guapas, cuando me venía a buscar al cole, a las Dominicas de Oviedo.




En un parque, dos personajes heridos por el mundo, un hombre maduro y una adolescente, entablan una amistad que poco a poco se va complicando. A priori, parecería la idea de Lolita pero luego resulta algo más sutil. No me refiero a la calidad literaria - el autor de Lolita está en los cielos literarios - sino que para mí, fue menos duro de leer. ¿Me explico verdad? 

Del Viejo, al que la niña llama así a pesar de no serlo, sabremos que es un tipo extraño que ama los pájaros y a Nina Simone y de la niña, a la que el viejo llama Cai, porque casi tiene 14 y no le gusta su nombre, que se encuentra terriblemente sola, en el instituto no se integra, por esa razón hace novillos y se oculta en el parque. Y de ahí...la breve historia. El desenlace - ¿lo diré? - es abierto y melancólico: el Viejo nos descubre su secreto y la niña obtiene su beneficio: "Gracias al Viejo recibió dulzura y comprensión".