lunes, 1 de abril de 2019

¿Últimas negociaciones con Theresa?

Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL 
del diario EL COMERCIO el 31/03/2019


Soy un músico aficionado a la literatura pero tengo un vicio grave, amable lector. Qué le voy a hacer. Me gusta mucho leer y pensar sobre lo que leo. Para escribir, ya se me ha pasado la edad. El caso es que si tuviera que irme a una isla desierta y solo me permitieran llevarme un libro, me llevaría “La Regenta”. No necesito volver a leer “Madame Bovary”, por ejemplo, pero “La Regenta” sí. Por devoción y por obligación de lectora ovetense, tendría que llevarme esa grandiosa novela ubicada en mi ciudad natal y la leería una y otra vez. Ahora bien, si me permitiesen llevarme dos en la buchaca iría con “Últimas tardes con Teresa”. Es una novela muy importante para mí. La he leído dos veces, y releído algunas partes que me gustan más y cada vez que la abro encuentro algo nuevo. Nunca deja de sorprenderme la perfección de la prosa de Marsé, tan pulida, tan corregida. De hecho, él dice que lo que más le gusta es corregir. Este escritor, que sin venir de un elevado entorno académico es tan perfeccionista con su obra, quería ser pianista, pero no pudo entrar en el Conservatorio porque en su momento se necesitaba el bachiller. De buena gana le hubiera enseñado yo a tocar el piano, como a mis hijos, si él me hubiera enseñado a escribir. Y como nunca escribiré así, pues sigo en mi oficio y evoco el título de esa grandiosa novela para referirme no a la Teresa Serrat sino a Theresa May. Me voy por los cerros de Úbeda para contarle que ha fallecido recientemente Susan Homlquist, la bellísima y rubia modelo danesa que prestó su imagen para la famosa portada del libro, con Teresa en el coche, tomada desde lo alto.


Y alto quería llevar, pensando bien, Theresa May a su país con todo este culebrón del brexit. Quiero ser positiva y autoconvencerme de que su fin último era que su lauto país se hiciera aún más rico con todo este proceso. Siempre soy optimista respecto al Reino Unido. “Tu carácter crea tu destino” decía Heráclito de Éfeso y seguramente no andaba descaminado, y los británicos que tienen un alto concepto de sí mismos, aunque lo pasen mal en la transición, saldrán adelante. Estoy segura de ello. Cierto que a la Unión Europea le iría mejor si ellos hubiesen decidido quedarse y colaborar en el proyecto de la unión sin cortapisas, pero no ha sido así y estamos en este proceso de divorcio muy complicado, que ya me está resultando tremendamente aburrido. La última vuelta de tuerca en este proceso es que May había ofrecido su cabeza a condición de consumar el brexit y había anunciado que dimitiría para que otra persona liderase la siguiente fase, si antes conseguía la luz verde del Parlamento para su acuerdo, tras dos contundentes derrotas. Theresa, muy digna ella, afirmó que estaba preparada para dejar el cargo antes de lo que tenía previsto para hacer lo correcto con su país y su partido. ¿Y cuándo tenía previsto me pregunto yo? ¿Quería aguantar hasta el final? ¿Todo lo sucedido hasta ahora no le parece suficiente para haber dimitido ya?


Agradecida a EL COMERCIO por la edición dominical a toda página 
y a Gaspar Meana por esta bella ilustración. 

El resultado de la votación del pasado viernes, tras aceptar Bercow la tercera votación a la que, en principio, se había negado, pone en una tesitura muy complicada al Reino Unido. Un total de 344 diputados, frente a 286, han rechazado el pasado viernes el Acuerdo de Retirada que la primera ministra acordó con la UE. El Gobierno había desgajado el texto para que Westminster ratificara solo “el acuerdo de divorcio” con Bruselas. El Ejecutivo confiaba en convencer de este modo al Parlamento de que aún tendría la oportunidad de controlar el proceso. Lo único que pedía May antes de la votación, es que los diputados apretaran el botón de arranque para conseguir la seguridad jurídica y la certidumbre futura que un acuerdo ratificado supondría. Bruselas había exigido que se aprobara el pacto para que la prórroga de la salida se extendiera al 22 de mayo. May, tras la tercera derrota, por 58 votos, de su plan ha afirmado algo que todos sabemos y es que las implicaciones de la decisión de la Cámara británica son graves. La consecuencia legal es que el Reino Unido tiene que abandonar la Unión Europea el 12 de abril. Eso son 14 días. A mí, en ese plazo, no me da tiempo ni a plantear mínimamente un artículo de investigación y la Gran Bretaña, con su desnortada capitana a la cabeza, deberá acordar, legislar y ratificar un acuerdo. Por otro lado, la Cámara de Representantes ha dejado claro que no permitirá una salida sin acuerdo. Feo panorama, más aún si cabe, tiene la primera ministra dado que está obligada a acordar un camino alternativo hacia adelante. Debe presentar nuevas propuestas y solicitar una prórroga más prolongada o salir del bloque europeo sin acuerdo alguno. Además, lo que parece probable es que con este resultado, es "casi seguro" que el Reino Unido tendrá que tomar parte en las elecciones del próximo 26 de mayo. May también ha admitido que no poder materializar el brexit en la fecha original, supone para ella una "pena profundamente personal". Por su parte, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk ha convocado una cumbre extraordinaria para el 10 de abril para que los líderes de los países de la UE debatan los próximos pasos en el proceso. Cabe plantearse si esas serían ya las últimas negociaciones con Theresa.
Hay que ser de pasta muy dura para tener esa tolerancia. Como mujer y como madre, he tenido la tentación de pensar que una señora que es capaz de superar el dolor de no poder ser madre, tras haberlo deseado mucho, puede aguantar cualquier cosa. Supongo que hay que ser mujer y madre, y haber deseado ardientemente llevar un hijo en tus entrañas para aproximarse a la idea del tremendo dolor y sensación de fracaso vital que eso debe suponer. Yo no tengo ni idea, pero intento imaginármelo y es devastador para una persona. Superado eso, Theresa May parece pensar “a mí que me llamen gorrión y que me echen alpiste”.
Todo este proceso está dejando en muy mal lugar, no solo a la señora May sino también al Reino Unido. Los Comunes han sido incapaces de mandar un mensaje unánime sobre qué salida al laberinto del brexit desean. No quieren el acuerdo de May ni tampoco las ocho alternativas propuestas a su plan, pero sigue sin saberse qué es lo que sí quieren. Hay personas que no saben lo que quieren y los demás tienen, en ocasiones, la tentación de perder la paciencia con ellos y se agarran a la idea de que, en el fondo, no es culpa suya no saber lo que quieren e intentan ser comprensivos. Como soy optimista, me quedo con lo mejor del culebrón británico: John Bercow, el presidente de la Cámara. No me negará, amable lector, que escuchar a Bercow es muy divertido. ¡Cómo se cabrea! Bercow es un personaje de novela. Incluso de la que nunca voy a escribir.