Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL
del diario EL COMERCIO el 31/03/2019
Soy un músico aficionado a la literatura pero
tengo un vicio grave, amable lector. Qué le voy a hacer. Me gusta mucho leer y pensar
sobre lo que leo. Para escribir, ya se me ha pasado la edad. El caso es que si tuviera
que irme a una isla desierta y solo me permitieran llevarme un libro, me
llevaría “La Regenta”. No necesito volver a leer “Madame Bovary”, por ejemplo,
pero “La Regenta” sí. Por devoción y por obligación de lectora ovetense,
tendría que llevarme esa grandiosa novela ubicada en mi ciudad natal y la
leería una y otra vez. Ahora bien, si me permitiesen llevarme dos en la buchaca
iría con “Últimas tardes con Teresa”. Es una novela muy importante para mí. La
he leído dos veces, y releído algunas partes que me gustan más y cada vez que
la abro encuentro algo nuevo. Nunca deja de sorprenderme la perfección de la
prosa de Marsé, tan pulida, tan corregida. De hecho, él dice que lo que más le
gusta es corregir. Este escritor, que sin venir de un elevado entorno académico
es tan perfeccionista con su obra, quería ser pianista, pero no pudo entrar en
el Conservatorio porque en su momento se necesitaba el bachiller. De buena gana
le hubiera enseñado yo a tocar el piano, como a mis hijos, si él me hubiera
enseñado a escribir. Y como nunca escribiré así, pues sigo en mi oficio y evoco
el título de esa grandiosa novela para referirme no a la Teresa Serrat sino a
Theresa May. Me voy por los cerros de Úbeda para contarle que ha fallecido
recientemente Susan Homlquist, la bellísima y rubia modelo danesa que prestó su
imagen para la famosa portada del libro, con Teresa en el coche, tomada desde
lo alto.
Y alto quería llevar, pensando bien, Theresa
May a su país con todo este culebrón del brexit. Quiero ser positiva y
autoconvencerme de que su fin último era que su lauto país se hiciera
aún más rico con todo este proceso. Siempre soy optimista respecto al Reino
Unido. “Tu carácter crea tu destino” decía Heráclito de Éfeso y seguramente no
andaba descaminado, y los británicos que tienen un alto concepto de sí mismos,
aunque lo pasen mal en la transición, saldrán adelante. Estoy segura de ello.
Cierto que a la Unión Europea le iría mejor si ellos hubiesen decidido quedarse
y colaborar en el proyecto de la unión sin cortapisas, pero no ha sido así y
estamos en este proceso de divorcio muy complicado, que ya me está resultando
tremendamente aburrido. La última vuelta de tuerca en este proceso es que May había ofrecido su
cabeza a condición de consumar el brexit y había anunciado que dimitiría para
que otra persona liderase la siguiente fase, si antes conseguía la luz verde
del Parlamento para su acuerdo, tras dos contundentes derrotas. Theresa, muy
digna ella, afirmó que estaba preparada para dejar el cargo antes de lo que
tenía previsto para hacer lo correcto con su país y su partido. ¿Y cuándo tenía
previsto me pregunto yo? ¿Quería aguantar hasta el final? ¿Todo lo sucedido
hasta ahora no le parece suficiente para haber dimitido ya?
Agradecida a EL COMERCIO por la edición dominical a toda página
y a Gaspar Meana por esta bella ilustración.
El resultado de la
votación del pasado viernes, tras aceptar Bercow la tercera votación a la que,
en principio, se había negado, pone en una tesitura muy complicada al Reino
Unido. Un total de 344 diputados, frente a 286, han rechazado el
pasado viernes el Acuerdo de Retirada que la primera ministra acordó con la UE.
El Gobierno había desgajado el texto para que Westminster ratificara solo “el
acuerdo de divorcio” con Bruselas. El Ejecutivo confiaba en convencer de este modo al Parlamento de
que aún tendría la oportunidad de controlar el proceso. Lo único que pedía May
antes de la votación, es que los diputados apretaran el botón de arranque para
conseguir la seguridad jurídica y la certidumbre futura que un acuerdo
ratificado supondría. Bruselas había exigido que se aprobara el pacto para que
la prórroga de la salida se extendiera al 22 de mayo. May, tras la tercera
derrota, por 58 votos, de su plan ha afirmado algo que todos sabemos y es que
las implicaciones de la decisión de la Cámara británica son graves. La
consecuencia legal es que el Reino Unido tiene que abandonar la Unión Europea
el 12 de abril. Eso son 14 días. A mí, en ese plazo, no me da tiempo ni a
plantear mínimamente un artículo de investigación y la Gran Bretaña, con su
desnortada capitana a la cabeza, deberá acordar, legislar y ratificar un
acuerdo. Por otro lado, la Cámara de Representantes ha dejado claro que no
permitirá una salida sin acuerdo. Feo panorama, más aún si cabe, tiene la
primera ministra dado que está obligada a acordar un camino alternativo hacia
adelante. Debe
presentar nuevas propuestas y solicitar una prórroga más prolongada o salir del
bloque europeo sin acuerdo alguno. Además, lo que parece probable es que con
este resultado, es "casi seguro" que el Reino Unido tendrá que tomar parte en las elecciones del próximo 26 de mayo. May también ha admitido que no
poder materializar el brexit en la fecha
original, supone para ella una "pena profundamente personal". Por su
parte, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk ha convocado una cumbre extraordinaria para el 10 de abril para
que los líderes de los países de la UE debatan los próximos pasos en el
proceso. Cabe plantearse si esas serían ya las últimas negociaciones con
Theresa.
Hay que ser de pasta muy dura para tener esa
tolerancia. Como mujer y como madre, he tenido la tentación de pensar que una
señora que es capaz de superar el dolor de no poder ser madre, tras haberlo
deseado mucho, puede aguantar cualquier cosa. Supongo que hay que ser mujer y
madre, y haber deseado ardientemente llevar un hijo en tus entrañas para
aproximarse a la idea del tremendo dolor y sensación de fracaso vital que eso
debe suponer. Yo no tengo ni idea, pero intento imaginármelo y es devastador
para una persona. Superado eso, Theresa May parece pensar “a mí que me llamen
gorrión y que me echen alpiste”.
Todo este proceso está dejando en muy mal lugar, no
solo a la señora May sino también al Reino Unido. Los Comunes han sido
incapaces de mandar un mensaje unánime sobre qué salida al laberinto del brexit
desean. No quieren el acuerdo de May ni tampoco las ocho alternativas
propuestas a su plan, pero sigue sin saberse qué es lo que sí quieren. Hay
personas que no saben lo que quieren y los demás tienen, en ocasiones, la
tentación de perder la paciencia con ellos y se agarran a la idea de que, en el
fondo, no es culpa suya no saber lo que quieren e intentan ser comprensivos. Como
soy optimista, me quedo con lo mejor del culebrón británico: John Bercow, el
presidente de la Cámara. No me negará, amable lector, que escuchar a Bercow es muy
divertido. ¡Cómo se cabrea! Bercow es un personaje de novela. Incluso de la que
nunca voy a escribir.