miércoles, 10 de abril de 2019

La sirena de los suicidios

No sé cuántas mujeres en el mundo tendrán la forma de sus senos esculpida en las cúpulas de un hotel. Yo sé de una. Y son las cúpulas del bello Hotel Intercontinental de Cannes. 

La pontevedresa universal que las inspiró las lió muy pardas en la Belle Époque. Fue amante de banqueros, monarcas, recibió regalos carísimos en joyas, vestidos y hasta una isla. Algún hombre que no logró su amor se suicidó. "La sirena de los suicidios" la llamaban. 

Bueno, tampoco es para ponerse así. No hay por qué suicidarse. Ponerle fecha al epitafio es un pecado muy gordo; gordísimo. Hay que esperar hasta que llegue la Parca, sin convocarla. Aunque uno se sienta ya muerto o muerta para entonces. Hay que intentar vivir hasta el final y lograr un final más alegre que el de esta mujer que murió sola, pobre y arruinada, en la mayor pobreza en Niza, víctima de su extrema ludopatía. 

Un personaje de finales del XIX que nació un día muy fácil de recordar para mí: un 4 de noviembre. Es el día del cumpleaños del padre de mis hijos y en el santoral la onomástica marca que es el patrono de la Banca. Y de los mercados financieros, digo yo. 

Ay Carolina, Carolina....¡Cuántos hombres y cuan poco amor!