martes, 15 de enero de 2019

V-O-L-A-T-I-L-I-Z-Ó

El pasado fin de semana, mientras hacía un dictado con mi hijita, en lo alto de la página, nada más llegar a la segunda hoja del texto (soy una madre Rottenmeier, qué le voy a hacer) escribió volatizó en lugar de la forma correcta del verbo en tiempo pasado: volatilizó, del verbo volatilizar. Se disgustó porque tiene un nivel de autoexigencia muy elevado, tanto que a veces me preocupa y mi misión con ella es rebajársela. 
Le dije que era una falta de ortografía que podía aparecer incluso en una novela publicada e importante, por un escritor importante. Se echó a reír y yo insistí en la idea, para animarla. E incluso hay escritores con la falta en el propio título, omitiendo el elemento que distingue entre complemento directo e indirecto. Y añadí: "Y fíjate que las novelas las escriben los escritores, luego las revisan y luego, supuestamente, un editor las lee y también se le cuela la falta. Incluso después de varios ojos supuestamente expertos puede persistir la falta de ortografía". 
Tal vez la falta de ortografía será vista por un lector o lectora con buen campo de visión como ella va a tener. 
La animé aunque le indiqué que, como mujer, siempre le iban a exigir más que a los hombres. Más para tener un buen futuro profesional, y menos pasado para tener un buen futuro como mujer. 
La animé pero está bien que se vaya acostumbrando a las exigencias asimétricas para hombre y mujer.