domingo, 27 de enero de 2019

¡Qué necia eres!

El asturiano tiene su propio vocabulario pero además, a veces, le damos vuelta a algunos adjetivos en español. Por ejemplo, empleamos "guapo" para referirnos a un paisaje o un objeto, cuando en español lo usamos solo para las personas. Usted perdone, amable lector, si llamo al español, precisamente así, español, y no castellano. Es que para mí es español y es hablado por 500 millones de personas en el mundo, más o menos. Pues resulta que en asturiano la palabra "necia" no tiene que ver con lerda, sino con obstinada, cabezona. Recuerdo que una vez mi abuela materna me regañó por querer comprar una muñeca que yo ya tenía y me decía: "Qué necia eres, Susana". Tal y como lo dijo, me quedó la idea de que eso de ser necia, obstinada y cabezona no era cosa buena. Y creo que no lo soy, o intento no serlo, lo cual no quiere decir que no sea una mujer con ideas propias y que trato de defenderlas de la mejor manera posible para mí. 
Pero no soy cabezona, ni por dentro, ni por fuera. Tengo muchos defectos físicos que no voy a confesar, pero la desproporción no es una de ellas. Me hubiese gustado medir 1.78 pero no tocó. Me apaño con lo que tengo, ahora bien, estoy proporcionada, y ya es algo. Medida en horizontal es fácilmente comprobable. Mi profesora de historia del arte decía aquello de que "la belleza está en las proporciones", bueno, pues, la que no se consuela es porque no quiere. Tal vez a alguien mi volumen capilar en una visión en dos dimensiones le pueda hacer ver tal cosa, pero desde luego, cabezona no soy. Mucho pelo sí, aunque menos que el que tiene mi hija, o el que tenía yo a su edad. Mi primogénito también, de más niño, tenía una cabellera rubia espectacular. 

Mirar y saber mirar son dos cosas distintas, amable lector. 

Tras la visita a la exposición de Da Vinci todos nos hicimos el test de proporciones del sabio, y lo superamos sin problema. Cabezones en esta casa ninguno. Buenas cabelleras, todos.