Este artículo fue publicado el 31/12/2018 en el diario EL COMERCIO
Último artículo del año en el último periódico del año 2018
Visité recientemente Barcelona para una
visita de médico, literalmente. Se definen como tal las visitas cortas y así
habían sido las mías previas a la Ciudad Condal, por sendos congresos. La
sangre no llegará al río y parece que seguiré dando guerra, con su permiso,
amable lector. Poco antes de mi partida escuché una entrevista radiofónica a
Manuel Valls por parte de una de las periodistas “estrella” de las mañanas, que
me dejó helada. Le cortaba en cada argumentación y no entendía la visión de
alguien que no está en la guerra del día a día de los políticos españoles y su
peculiar forma de hacer política. En todo momento, en la entrevista, Valls se
quiso mostrar como un político preocupado por los problemas reales de Barcelona
y que pretende trabajar por ello contando con el apoyo de un partido liberal,
progresista y europeísta, desde una plataforma independiente. Valor no le falta
a la jugada y energías al candidato, tampoco. Hay quien lo considera un
oportunista. Yo lo veo como un hombre que con 56 años todavía tiene ganas de
volver a empezar: cambiar de trabajo – viene de ser primer ministro francés –,
cambiar de ciudad y, tal vez, todo ello motivado por el cambio de esposa: Susana
Gallardo, dueña de los laboratorios farmacéuticos Almirall, de la alta burguesía,
bien contactada, con una agenda abierta a disposición del ex premier francés y
madre de tres hijos. Uno menos que Valls, que va por su tercer matrimonio.
Otras voces señalan que la razón por la que el ex primer ministro socialista
francés decidió convertirse en candidato
independiente a la alcaldía de Barcelona, al apoyarse en su doble
nacionalidad franco-española y anti independentista, es que Macron jamás le dará un lugar. Valls se
sintió un solitario en sus filas parlamentarias, con su pública adhesión no
solicitada, pero no era querido ni
respetado entre los macronistas, ni puede volver al socialismo
francés. Originalidad tampoco le falta al candidato, porque no hay precedente
de un viaje político semejante en la historia europea. Valls ha roto con la política francesa y regresa a
Cataluña, donde nació. Habla fluidamente su lengua y su tercera mujer es
una millonaria catalana, que
apoya su aterrizaje. Su objetivo es conquistar Barcelona y su alcaldía frente a
la populista Ada Colau. Los detractores de Valls señalan que es el último
recurso de un político que se
quedó sin partido, sin militantes y sin cartuchos en Francia, por
su abrasiva personalidad y sus métodos. Volver a casa fue su solución. Si la
jugada no le sale bien, el golpe es de órdago y supondrá empezar desde cero.
Los días previos a mi visita, médicos, universitarios,
profesores y funcionarios catalanes habían tomado las calles para presionar a
Torra. Las protestas sociales marcaron el inicio de las negociaciones sobre los
presupuestos catalanes y diversos colectivos reclaman mejoras en sus ámbitos
que resultan necesarias en un lugar donde los políticos parecen más preocupados
por las guerras de banderas que por los problemas del día a día de la gente, demasiado
prosaicos en comparación con sus “elevadas” discusiones de si somos catalanes y
españoles, o sólo catalanes o sólo españoles. Este político, yo diría que francés,
tiene un motor que es “oh, l´amour”, para ponerse a trabajar, enfrentarse a
problemas verdaderos y proponer soluciones sólidas. Yo creo que podría aportar
un poco de aire fresco a la política catalana, tan enrarecida con el “ser o no
ser”. No me toca votar en esa ciudad pero aunque sólo sea por el valor que le
echa a la jugada, yo le daría una oportunidad a alguien con tantas ganas
trabajar cuando otros, a su edad, ya están viejos, aburridos de su pareja pero
con la que deciden seguir porque es muy tarde para cambiar y pensando en
prejubilarse, si fuera posible. Sólo por eso votaría a este hombre exuberante
de amatividad.