miércoles, 9 de enero de 2019

Divorciarse correctamente

Este artículo fue publicado en TRIBUNA de OPINIÓN 
del diario EL COMERCIO el 27/12/2018

Tal vez piense usted, amable lector, que una persona machucha que no se ha divorciado nunca no es quien para decir lo que es divorciarse correctamente. Quizás sea así. No obstante, con padres divorciados en una época en que el divorcio no era algo tan frecuente en España, y uno de mis hermanos divorciado cuando es algo bastante habitual, tengo algo de visión familiar sobre el asunto. Tampoco es la primera vez que me pronuncio sobre este tema en este medio. Ya lo he hecho (EL COMERCIO, 07.06.2017) y me cayó estopa hasta en el carné de identidad. Recibí correos de mujeres que me enojaron por su planteamiento agresivo y, tras leerlos, decidí borrarlos y enviarlos a su lugar: la papelera de reciclaje. Para ellas yo era poco menos que una subnormal profunda, sin decirlo tan directamente, claro está, por plantear eliminar unas condiciones que claramente nos benefician a las mujeres en los procesos de divorcio y que considero injustas. Me reafirmo en cada palabra de aquel artículo, porque considero que el hecho de que dos personas decidan, en un momento dado, seguir caminos por separado no tiene por qué suponer mayor perjuicio económico para uno de ellos – casi siempre el mismo, el padre –. Retomo ahora el tema para referirme al reciente cambio legal relativo a que “el padre o madre divorciado que ejerce la custodia de los hijos perderá el derecho de uso de la vivienda familiar cuando comience a convivir en el domicilio con una nueva pareja estable”. Lograr demostrarlo es otro cantar, pero la intención ahí está y es un paso positivo, creo yo. Lo habitual es que la madre se quede con los niños y el disfrute del piso conyugal. Se han dado situaciones, como le sucedió a un compañero de trabajo de una amiga, en la que el ex marido aún estaba pagando el colchón a plazos y la hipoteca de una casa donde su ex mujer dormía con otro señor. ¿Qué feo, verdad? Y habitual. Y profundamente injusto, aunque sea legal, hasta ahora.
Según indica la nueva regulación, el otro cónyuge, el que se queda con el cielo arriba y la tierra debajo, desde ese momento y al decaer el derecho de uso establecido por el convenio de divorcio, podrá instar al juez para que disuelva la sociedad de gananciales constituida por la antigua pareja con el fin de vender la vivienda o de llegar a cualquier otro tipo de acuerdo que le permita obtener la parte de los bienes comunes que le corresponde. Es la nueva doctrina que ha establecido el pleno de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo al resolver un recurso de casación procedente de la Audiencia Provincial de Valladolid. Esta doctrina solo afecta a parejas divorciadas con un régimen de gananciales y con hijos que tras el divorcio no hayan podido liquidar su anterior patrimonio común por haber quedado el derecho de uso de la casa familiar en manos de uno de los cónyuges, el que tiene la custodia legal que, en la inmensa mayoría de los casos, es la madre.


Al margen de las pruebas que esto va a necesitar si el cónyuge que se queda con la casa común se niega a reconocerlo en su debido momento, supone un avance que pone fin a muchas situaciones injustas, que estaban viviendo los padres de familia. Seguramente serán pocas, caso de existir alguna, las situaciones en las que la custodia sea concedida al padre así como el uso exclusivo de la vivienda familiar. Si bien esta nueva situación es algo menos perjudicial para el cónyuge que se tiene que ir del domicilio, creo que está lejos del concepto que tengo de un divorcio adecuado en el que, lo normal, si son dos seres justos, racionales y buenos padres, es que decidan una custodia compartida porque ambos quieran disfrutar por igual de los hijos que han traído a este mundo y que han cuidado juntos hasta ese momento. Establecida como habitual y lógica la custodia compartida, independientemente de quien tome la decisión de divorciarse, esto no debería suponer, en absoluto, una pérdida económica de uno mayor que el otro, ni siquiera para el “culpable”, si lo hubiera. La gente deja de estar enamorada. Eso pasa, desafortunadamente, y le puede pasar a cualquiera, al hombre o a la mujer. Por consiguiente, ambos deberán tener, o si no es así, buscar su medio de vida, independiente de la manutención o dependencia del otro. ¿Acaso no es eso por lo que luchamos las mujeres? ¿Por la igualdad y la independencia económica? Pues hay que demostrarlo en cada paso de la vida, incluso en el momento del divorcio, si toca dar ese triste paso algún día.