De mi compañero de Facultad Jovellanos, de mi compañero de Universidad. Tengo un par de libros suyos. Una suerte compartir centro de trabajo con personas como él.
Leo su poema y no tengo claro a qué arenas me lleva. Con cuáles me quedo. Las de Luanco, de mi infancia, las de Salinas, de mi primer novio, y los baños en el club Náutico del lugar, con su piscina de agua salada, las de Gijón, la ciudad donde vivo....
Supongo que a mi edad tengo que pensar en las arenas en las que quiero morir.
UNE HISTOIRE DE SABLE
Por si algún día encontraras desnudos
estos versos
y la piedad propicia que les dieras
cobijo,
advierto que su arena invade las
estancias
y hará que habite en ti
el rumor de las olas con que fueron
escritos,
la última pleamar del cuerpo del
esclavo,
lacerado de noches,
que fuera el amanuense de todos sus
deseos.
Abrirán cada página
de aquel viejo cuaderno de las profecías
y cada amanecer,
el pájaro que anuncia las horas del
olvido
caerá rendido en ti.
En ti se quedarán la sal y el
astrolabio,
y contar los sonidos de la palabra
herida
será el oficio entonces de todos tus
desvelos.
No sabrán dónde hallarme,
quien amó tanto que después del diluvio
puso a secar al sol las pieles de los
otros
se habrá marchado lejos.
Quizás me reconozcan
en las huellas que dejen mis pasos por
sus playas.
No volverán a verme,
me iré como se parte con las ruinas del
alba,
tal como quedó escrito
en la página última del libro de las
horas:
“El tiempo ha decretado la esperanza
y yo, fiel escudero,
me he puesto a su servicio”.
Nacho González.