Este artículo fue publicado en
EL COMERCIO DOMINICAL el 15/01/2023
Derecho penal para amiguetes
Resulta altamente sospechoso que el único impulso despenalizador en España tenga que ver con un delito que solo pueden cometer los políticos
Domingo, 15 enero 2023, 02:14
Con la velocidad que sucede todo, supongo que a la
mayoría se le habrá olvidado ya, en caso de haberlo escuchado, el oportuno
discurso navideño de Felipe VI. A mí no, y por eso quiero recuperarlo en parte
en estas líneas. Hizo alusión a la necesidad de unidad para encarar las
dificultades y preocupaciones de distintos sectores de nuestra sociedad, como
la juventud y los colectivos más vulnerables, así como los retos que afronta
nuestro país en el plano social, económico o ambiental. Por otro lado, destacó
la importancia del buen funcionamiento de nuestras instituciones públicas para
hacer frente a esos desafíos, dado que el deterioro de las mismas puede
amenazar a la nación. Es preciso tomar medidas para que esto no termine siendo
una monarquía parlamentaria 'bananera', y Felipe VI, como monarca y cabeza del
Estado, lo quiere evitar. La opinión de Xavier Arbós, catedrático de Derecho
Constitucional de la Universidad de Barcelona, recientemente aparecida en
prensa, resume algo que debería ser una máxima en la actuación de las
instituciones en general, y de una en concreto, en particular, que ha dejado
bastante que desear últimamente: el Tribunal Constitucional. Señala Arbós que
sus miembros deberían hacer lo posible para que dicho tribunal funcione
debidamente y redacte sus resoluciones sin filtraciones y sin comportamientos
de deslealtad hacia la institución que encarnan.
Estoy totalmente de acuerdo con la importancia de la
preservación de las instituciones democráticas como la mejor garantía de
convivencia. El año 2022 ha traído momentos muy graves de crisis institucional
y política. No se puede seguir degradando las instituciones; eso lo entiende cualquiera,
aunque no tenga formación en derecho. La mía, la de una licenciatura en
Economía en el siglo pasado, abarca el derecho civil, administrativo, del
trabajo y mercantil. Guardo muy buen recuerdo de este último, no solo por la
importancia del mismo para una economista, sino porque el profesor aceptó
examinarme oralmente, cuando no era la modalidad habitual. Yo no podía ni
sentarme, ni escribir: me habían abierto toda la espalda en canal 15 días
antes, en una operación quirúrgica de casi ocho horas. Tuvo palabras de ánimo
para mí aquel buen señor, ya mayor. Tengo un grato recuerdo de ellas. Sin
embargo, nadie me explicó derecho penal. Una lástima. No se considera
indispensable en la formación económica. Pero como la vida es un círculo, heme
aquí aprendiendo esta disciplina del presidente del Gobierno español, en una
especialidad que calificaría yo como 'derecho penal para amiguetes'.
Sinceramente, en un país en que los partidos de
derechas e izquierdas todo lo quieren arreglar con nuevos delitos, imponiendo
penas cada vez más largas, resulta chocante y altamente sospechoso que el único
impulso despenalizador tenga que ver con un delito que solo pueden cometer los
políticos, ¿verdad? Es bastante duro de tragar como ciudadanos. O, al menos a
mí se me ha atascado y aquí estoy sin digerirlo todavía. El Gobierno logró
sacar adelante tres normas polémicas que el PP intentó frenar sin éxito: la
derogación de la sedición y su cambio por desórdenes públicos agravados, la
suavización de la malversación y el cambio de normas para que el CGPJ eligiese
a sus candidatos y se renovase de una vez el Constitucional. Y todo esto de una
manera atropellada y convulsa, en la que el Gobierno defendió sus razones para
esa reforma de la malversación que, a mí, personalmente, me deja atónita. Pedro
Sánchez defendió intensamente la reforma del Código Penal, con la derogación de
la sedición y la polémica revisión del delito de malversación y, para ello,
expuso como razones decisiones previas «valientes», por llamarlas de alguna
manera, como la concesión de los indultos a los líderes del procés
encarcelados, para suavizar el conflicto político en Cataluña. Insiste en ser
un visionario, en que el tiempo le dará la razón, apelando quizás a nuestra
ignorancia o ceguera actual, porque los hay que, como yo, somos incapaces de
ver en el momento presente, las 'bondades' de rebajar las penas a los
amiguetes, o más que amiguetes, a quienes él necesita para lograr su objetivo:
replicar mandato como presidente del Gobierno español. La ideología de Sánchez
no es otra que el 'sanchismo' y todo lo que sirva a ello será bueno. Para él,
claro. En efecto, el tiempo puede darle razón si gana nuevamente las
elecciones. Para ello contará con la valiosa colaboración de Tezanos, su
ayudante de cámara en demoscopia electoral, que utiliza una táctica conocida:
la del 'bandwagon'. Se la cuento porque se aplica mucho en microeconomía. El
efecto 'bandwagon', también llamado efecto arrastre y relacionado con el
oportunismo, es la observación de que, con frecuencia, las personas hacen y
creen ciertas cosas fundándose en el hecho de que muchas otras personas hacen y
creen en esas mismas cosas. Se puede entender peyorativamente como un
comportamiento gregario. Las personas tienden a seguir a la multitud sin
examinar los méritos de alguien en particular. El término 'bandwagon' es un
anglicismo que se refiere a un carro que transporta una banda musical en un
desfile, circo u otro espectáculo. Se utilizó por primera vez en la política
estadounidense en 1848, por Dan Rice, bufón personal de Lincoln. Rice era
payaso profesional de circo y usó su 'bandwagon' para las apariciones en
campaña electoral, señalando lo exitoso de subirse al carro. Cambiemos a Rice
por Tezanos y está todo hecho. O no. Depende de usted y su voto.