En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, fecha feliz de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana. Sin lugar a dudas, una de las mejores decisiones de mi vida.
Este artículo fue publicado en Tribuna de Opinión
de EL COMERCIO el 30/04/2010
Solución liberal
Decía mi admirado Oscar Wilde en
“Vera o los nihilistas”: “¡Vaya comunista! Le gustaría distribuir
equitativamente el pecado y la pobreza”. En realidad, lo que los comunistas
pretendían distribuir era la riqueza, pero fallaron en muchas cosas; entre
otras, en no respetar la libertad individual, eje central del pensamiento
liberal con el cual me identifico. Creo que todo el mundo, hoy día, se pone de
acuerdo a la hora de afirmar que la democracia es el mejor sistema político
conocido. Del mismo modo, la economía de libre mercado es la que ha permitido
las mayores tasas de crecimiento económico que se han conocido en la historia
de la humanidad. La mayoría de los economistas estamos de acuerdo en que el
mejor sistema económico es el de libre mercado, si bien podemos discrepar en el
grado de implicación que el gobierno debe tener en la economía. Personalmente
opino que cuantos más ámbitos controle la administración pública, más
posibilidades hay de abusar del poder. Es por ello que me sorprende que, a
cuenta de esta crisis que vivimos, haya personas que afirmen que este sistema,
al que llaman capitalismo salvaje, es el responsable de todos nuestros males. Y
a la vez, invoquen a Marx y Engels, autores del “Manifiesto Comunista” en 1848.
¿Acaso proponen sus teorías como remedio de la actual situación? Que tras lo
sucedido con el sistema comunista en el siglo XX, aparezcan estas cosas
escritas en periódicos del siglo XXI, honestamente creo que está fuera de
tiempo, de espacio y de lugar. Y me sorprendió mucho porque creía que había
cosas que todos teníamos ya superadas, pero parece ser que no.
De nada sirve exponer opiniones o proponer
teorías si después resulta que se contradicen con la evidencia histórica. Marx
creía que la economía capitalista caería por su propio peso, que se acercaba a
la autodestrucción, porque “la tasa de beneficio que lleva a los empresarios a
crear empresas, riqueza y puestos de trabajo es cada vez menor”. Aunque sus
teorías fueron ampliamente aceptadas durante más de un siglo, si los marxistas
se hubieran detenido a observar los datos, se hubiesen dado cuenta de que tal
creencia era errónea y, quizá, el sistema económico que caería por su propio
peso no era el capitalismo sino el marxismo de planificación central. La
evidencia histórica ofrece algunos episodios que demuestran la superioridad de
las economías de libre mercado sobre las de planificación central. Tras la
segunda guerra mundial, Alemania se dividió en dos estados: el lado occidental
– República Federal Alemana – adoptó un sistema de libre mercado abierto al
exterior y experimentó un proceso casi prodigioso de recuperación y crecimiento
económico; por su parte, el lado oriental – República Democrática Alemana-
adoptó políticas socialistas de planificación central, de cierre económico y de
aislamiento que fueron empobreciendo miserablemente al país, convertido en una
dictadura en la que abundaban las persecuciones políticas y la censura y donde
lo único que había de democrático era el nombre. Un ejemplo parecido lo
encontramos en Corea, que se dividió en dos países independientes en 1945. Corea
del Norte fue dominada por un gobierno comunista de planificación central
mientras que Corea del Sur introdujo la economía de mercado, experimentando uno
de los éxitos económicos más espectaculares del siglo XX, a la vez que Corea
del Norte se quedaba atrás.
Una característica de la economía de
mercado es que tiende a asociarse con la libertad política y la democracia. El
economista norteamericano y premio Nobel de economía Milton Friedman afirmó que
la libertad política y la democracia son requisitos previos para que funcione
la libertad económica de mercado: sin libertad política no se pueden garantizar
las libertades económicas, descritas en el libro de Adam Smith, “La riqueza de
las naciones” - el primer gran estudio del funcionamiento de la economía de
mercado -. Como el amable lector sabrá, son numerosos los estudios económicos
que demuestran que la mejor aproximación a la economía la han hecho los
liberales, y que el mundo será mejor si avanza la libertad económica. Ello no
quiere decir que el gobierno no tenga unas obligaciones; al contrario, juega un
papel fundamental dentro de la economía, debiendo ocuparse básicamente de
cuatro funciones: defender y garantizar los derechos de propiedad, garantizar
la libre competencia, encargarse de los bienes publicos, externalidades y
bienes comunales que generan situaciones que los mercados no pueden solucionar
correctamente y, finalmente, garantizar la protección de los desprotegidos, el
bienestar y la igualdad de oportunidades. Subrayo: igualdad de oportunidades,
no de resultados. Éstos últimos dependen de cada persona y la idea básica del
liberalismo económico es que lo primero es la persona.
El trabajo de los economistas no consiste
en adivinar cuándo llegará la próxima crisis económica; más bien, como hacen
los médicos, se trata de dar recetas cuando llega la enfermedad, o en el caso
de la economía, la crisis. Y esta es de las gordas, agravada en nuestro país
por la parsimonia que ha demostrado nuestro gobierno, primero para reconocerla
y luego, para ponerse manos a la obra. La solución a esta crisis no pasa por
desempolvar la ideología comunista, como sugiere algún columnista, sino por
proponer las recetas adecuadas dentro del sistema que tenemos. El problema es
que nuestro presidente, que seguramente está sobrado de talante si tanto lo
cacareaba en el pasado, anda bastante más escaso de conocimientos de economía.
Son cosas que pasan por aprender la economía en dos tardes; a mí me pasó con el
dibujo lineal. Tampoco le puede ayudar demasiado la titular del ramo: impecable
señora; una lástima que la economía no sea su fuerte. Se habló de discrepancias
entre ésta y Manuel Campa, salido de la Universidad de Oviedo. Haría muy bien
la señora ministra en no prescindir de su ayudante de cámara. En cuanto a medidas
contra la crisis, me parecieron estupendas las que nos dejó en una conferencia
a principios de año José Luis Malo de Molina (director general del Servicios de
Estudios del Banco de España) y que aún siguen pendientes de su correcta
aplicación. A saber: 1) plan de política fiscal para la eliminación del
déficit; 2) reforma del mercado laboral para fomentar la contratación y
sostenimiento del trabajo. En verdad es una lástima que no se aproveche esta
oportunidad para llevar a cabo la reforma que nuestra economía realmente
necesita, debido a intereses políticos y electorales, o por evitar el conflicto
social. ¿Hay mayor motivo de conflicto social que una tasa de paro del 20%?; 3)
liberalización de mercados con el objeto de aumentar la competitividad y eficiencia
en sectores productivos alternativos al inmobiliario y 4) reforma del sistema
financiero, para que cumpla su función de transferencia de fondos.
En mi último largo viaje en avión me
acompañó la lectura de “Sables y utopías” de Vargas Llosa, libro recomendado en
el suplemento “Culturas” de este periódico. Concluyo con las palabras de este
escritor, convencido como yo de las bondades del liberalismo: “El progreso de
un país consiste en la extensión de la propiedad y la libertad al mayor número
de ciudadanos y en el fortalecimiento de unas reglas de juego –una legalidad y
unas costumbres- que premien el esfuerzo y el talento, estimulen la
responsabilidad, la iniciativa y la honestidad, y sancionen el parasitismo, el
rentismo, la abulia y la inmoralidad”.