lunes, 4 de octubre de 2021

Quiero más confort

 Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL 

de EL COMERCIO el 03/10/2021


https://www.elcomercio.es/opinion/quiero-confort-20211003000847-ntvo.html

               QUIERO MÁS CONFORT 

'Salir de la zona de confort'. Cuando oí esa expresión por primera vez me pregunté: ¿Y por qué? ¿Qué tiene de bueno fastidiarse la vida a uno mismo o buscarse problemas porque sí?


SUSANA ÁLVAREZ OTERO

En ocasiones se instalan en las conversaciones y en nuestras mentes expresiones que parecen dogmas de fe y que nadie discute. Se dan por buenas, aunque no lo sean, porque alguien (tal vez importante) ha dictaminado que tiene que ser así. Nadie osa discutirlo por temor a parecer fuera de onda. Algunas me parecen soberanas tonterías, como a otra gente, supongo, pero salir a palestra a decirlo, eso ya no es tan habitual. Podría citar muchas expresiones, pero me voy a detener hoy en una que me ha repateado desde la primera vez que la oí: 'salir de la zona de confort'. Cuando la escuché me pregunté: ¿y por qué? ¿Qué tiene de bueno fastidiarse la vida a uno mismo o buscarse problemas porque sí? Los problemas ya vienen solos: el coronavirus, para el mundo mundial; el volcán de La Palma, que es una desgracia para los afectados, salvo para alguna ministra que estaba mejor callada. Me parece algo absurdo o, cuando menos, poco inteligente, abandonar un lugar o una situación confortable.

Y hay alguien más que lo piensa: el filósofo José Carlos Ruiz. A cuenta de su última obra, 'Filosofía ante el desánimo. Pensamiento crítico para construir una personalidad sólida', señala que lo interesante es crear esa zona de confort. Considera que eso de que hay que salir de la zona de confort es violento, porque la rutina forma parte de nosotros desde el inicio de los tiempos. Tal vez, creo yo, en su origen la expresión podría tener que ver con la superación personal, pero lo cierto es que se ha acabado utilizando para obligarnos a abandonar nuestra confortabilidad porque sí, y eso, para mí, no tiene sentido. Del Nirvana nadie quiere irse, del cielo tampoco, si es que existe. No seré yo quien lo niegue, pero por si no existe, sí creo que hay que luchar por lograr ese cielo en la tierra o, al menos, vivir momentos en los que uno se sienta en el cielo. Y perder esa confortabilidad porque sí considero que es absurdo.


Otra cosa bien distinta es que uno sienta la necesidad de moverse, de salir, de cambiar, incluso de una situación no negativa. Sin embargo, dentro de uno empieza a sonar una voz, un 'alien' a ratos, que indica que hay que escapar de ahí. Dejar de hacerlo es renunciar a ser uno mismo. Tal vez yo, que detesto tanto la expresión, lo haya aplicado en ese sentido en ciertos momentos de mi vida, pero si me fui es porque tenía una llamada más fuerte de otro lugar. Terminé una carrera con 19 años, y si no me dediqué a ella es porque sentí que trabajando con números me iría mejor que con las teclas del piano, aunque me ofrecieran la confortabilidad de un empleo estable en un Conservatorio. Y también, una vez licenciada en Económicas, dejé un trabajo en una compañía multinacional con buen salario para aceptar una beca en la Universidad. Si lo hice es porque no estaba muy a gusto en esa empresa. O no totalmente. Sin embargo, jamás dejaré de trabajar para la Universidad. Eso es por algo. No quiero dedicarme a otra cosa, ni buscar otro trabajo, porque he hallado aquí mi confortabilidad. Así mismo, dentro de este trabajo, sí que he sentido en ocasiones que podía proyectarme más lejos: desarrollé un proyecto de investigación vinculado a una beca ministerial, pero luego cambié a otro tema que me pareció mejor para explorar en mi tesis. Me volqué en él muchos años, pero asumí el coste de aprendizaje de desarrollar otra línea de investigación más recientemente.

Siempre cada movimiento ha sido para dirigirme a un lugar mejor, ergo más confortable. Como el cangrejo, jamás. Estar medio bien o medio mal en un sitio, acomodarse sin estar plenamente satisfecho, es nocivo o, al menos, no la situación ideal para desarrollarnos como personas en todas nuestras dimensiones.

Y para saberlo, si toca moverse o no de un trabajo, de una relación de compañerismo, amistad, pareja, me parece fundamental escucharnos a nosotros mismos, nuestra propia música -seamos o no músicos- y prestar la máxima atención a nuestra voz interior. Si surge esa llamada, esa voz y se apaga, es que era una falsa alarma y, por eso, los cambios relevantes hay que pensárselos muy bien y darle tiempo al tiempo. Si la llamada interior persiste es que se trata de algo que te define o, mejor dicho, que quiere ayudar a definirte, a terminar de conformarte como persona, porque la vida es un viaje y el camino se hace al andar por el sendero que le corresponde a cada uno. No por el camino de otro u otra. A veces es muy difícil hacerlo, pero llega un momento en que hay que dar el paso.

No es fácil decidir que dar tu opinión a tus amigas de toda la vida, o tus compañeras de trabajo en el café de la Facultad, no es todo lo que quieres hacer. Y un día decides enviar un artículo periodístico y, tras ello, sientes dolor de estómago, mareos, te preguntas 'Dios mío, ¿qué he hecho?, ¿por qué?'. Así es, porque tenía que ser para lograr tu confort. Siempre a mejor. Pasar a peor trabajo, a peor pareja, a peor vida es algo propio de personas que no saben vivir bien su vida, tal vez, la única que vayamos a vivir. Solo tal vez.

 



Artículo presentado en SELECCIÓN DE PRENSA de la Universidad de Oviedo