Ahora ya me he acostumbrado pero cuando mi primogénito tenía 7 u 8 años me parecía imposible que un niño se pasase las tardes de los sábados o las mañanas de los domingos, 4 o 5 horas sentado en una silla mirando unos cuadritos y que llegase a casa y dijese: "Me lo he pasado fenomenal, mamá".
Yo decía para mis adentros: "Esto muy normal no es".
Ya me he acostumbrado a su normalidad y a todo lo bueno que le da este gran deporte, tan sedentario por otra parte. Entre el ajedrez y el piano, a su padre le toca machacarlo bastante con el deporte físico, que tampoco se le da nada mal.
El del fondo, de gafitas, "ye el mi fíu".
Orgullo materno.