Este artículo fue publicado en la SECCIÓN DE ECONOMÍA
de EL COMERCIO el 19/11/2020
Luis de Guindos, un gran economista que estuvo al frente del Ministerio de Economía en su momento, lanzó un mensaje hace unos meses, desde su atalaya actual de la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE) al sector bancario de todo el continente para que iniciase un proceso de fusiones. CaixaBank y Bankia recogieron el guante y, en estos momentos, hay otras entidades bancarias implicadas en procesos similares. ¿Por qué? Pues le explico a usted la razón, amable lector: la pérdida de rentabilidad. En general y, en concreto en España, la banca es solvente pero no es rentable. Son conceptos distintos. Y, además, esos problemas de baja rentabilidad se están viendo agravados por la evolución de la crisis del coronavirus y, por lo tanto, el sector necesita una consolidación mayor de la existente. Todo parece indicar que las rentabilidades este año van a ser inferiores al 2% y el 3% durante el año que viene, es decir, al menos 7 puntos por debajo del coste de capital, lo cual es grave. Los bajos retornos bancarios no son un problema sobrevenido por la crisis derivada de la pandemia del coronavirus, sino agravado por la misma. La raíz del problema de la baja rentabilidad bancaria son los bajos tipos de interés que fija precisamente el BCE y que reduce mucho el margen de intermediación bancaria, es decir, la diferencia de precio entre lo que los bancos cobran por los préstamos y créditos que conceden y el interés al que pueden remunerar los depósitos. Esto complica mucho su margen de rendimiento y, desde luego, el BCE no los marca así con el objeto de dificultar arbitrariamente la actividad del sector bancario, sino que los fija en esa línea para que haya más cantidad de dinero en circulación, mayor volumen de masa monetaria disponible para personas físicas y personas jurídicas – empresas – y ello logre activar la economía y favorecer el crecimiento en un entorno que no es inflacionista sino, más bien, todo lo contrario. Tampoco es buena, como bien sabe, la deflación.
Antes de la pandemia del coronavirus las entidades
bancarias ya tenían problemas en la valoración de activos y bajos márgenes
operativos, pero ahora, con la crisis coronavírica, se ha notado una bajada
sustancial de los ingresos y un aumento de las provisiones por morosidad. Por
consiguiente, ante esta situación, las fusiones de las entidades bancarias
tendrían que hacerse en un período corto de tiempo y con la mayor rapidez
posible. De hecho, desde el BCE se les ha fijado hasta el cierre de este
fatídico año 2020 como período voluntario de búsqueda de pareja de baile, ergo
fusión, y más bien obligatorio a partir de enero de 2021. En definitiva, la
fusión de entidades bancarias es la medicina del BCE para nuestro sector
bancario aquejado de la enfermedad de los bajos retornos. Si por la parte de
los ingresos, todo parece indicar que no hay subida posible porque el tipo de
interés, que no es otra cosa que el precio del dinero, – y el BCE lo sabe
porque lo fija esta entidad precisamente – pues no queda otra alternativa que
rebajar costes, es decir, reducir capacidad, oficinas y, lo más doloroso y
temido, empleo. Las entidades bancarias están sufriendo en sus propias carnes
de balance y cuenta de resultados los perversos efectos de Covid-19, que han
agravado su larga enfermedad de bajos rendimientos y la vía más rápida para la
disminución de los costes es la consolidación y fusión de entidades bancarias. Es
por ello que las llamo fusiones bancarias necesarias. No obstante, los bancos han
llegado a la crisis producida por esta pandemia en mejores condiciones que en
la crisis financiera de hace más de una década. La recuperación
económica no va a arreglar todo lo que ha provocado el
coronavirus económicamente, ya que todo parece indicar que será incompleta,
incierta y desigual para los diferentes sectores y países. La
crisis va a dejar problemas estructurales en la
economía española. Siempre son difíciles estos procesos de fusión por las
luchas de poder entre las cúpulas bancarias afectadas y por la parte dura que
toca al empleo, evidentemente. La buena noticia es que el dinero podrá seguir
siendo barato – bajos tipos de interés – lo cual es beneficioso para la población,
la actividad económica, el contribuyente y, además, los clientes de los bancos
no se verán afectados en modo alguno. Es una forma necesaria de evitar futuras crisis
bancarias o, al menos intentarlo, para no tener que volver, otra vez, a
rescatar a los bancos. Tal cosa no me gusta en absoluto ni como economista, ni
como ciudadana, ni, mucho menos, como contribuyente. Por eso Luis de Guindos
empuja este tipo de procesos. Por lo que tuvo que vivir y decidir como ministro
del gobierno de España.