lunes, 2 de diciembre de 2019

101 Boleros

Charo, la prima mayor de mi madre, está replegando velas a sus 93 años. Me ha regalado una colección maravillosa de libros pequeños, deliciosamente encuadernados, que recuerdan esos libros de las damas victorianas que se dejaban caer sobre los clavicordios, con su librito en las manos, sufriendo por amor. Son preciosos y las obras que contienen, obras básicas de la literatura universal. Los leeré. Cuando pueda, claro.  
También me ha regalado esta colección de boleros. 




¿A qué mujer no le gustan los boleros?

Recuerdo que una vez, en una entrevista a un artista, este se mofaba de "esas mujeres grandes, enormes de los boleros". Me sorprendió su declaración, pero menos, cuando me percaté que en su obra, salvo raras y contadas excepciones, todo lo que pintaba eran mujeres de segunda fila: mujeres vulgares, aprovechadas, la que era buena era tonta, la que era guapa, era una arpía, mala madre, mala hija, escoria de segunda fila al lado de los protagonistas masculinos....
Mujeres en modo menor. 
Cada artista refleja en su pintura, en su música, lo que quiere. Lo que necesita. Lo que le sale. 
Pero tiene que comprender que tal vez otros, con lo que han vivido o han sentido, desean cantar a mujeres elevadas que aman o han amado.
O escribir a mujeres elevadas. O pintar mujeres elevadas a las que admiran. No sienten ningún complejo por ello. Hay quienes temen arrimarse a una mujer inteligente, porque piensan que eso les va a hacer sombra cuando es exactamente todo lo contrario. Eso dice mucho a favor de ellos. Paul Auster no tiene ningún inconveniente en decir que Siri es la intelectual de la pareja, y eso no le resta, le engrandece a él. Es justo al contrario.
Cada artista refleja en su obra lo que siente, y plantea el marco femenino o masculino que desea o siente. 
Pensando, por ejemplo, en una obra literaria que me gusta mucho: 
Si alguien re-escribiera la Teresa de Marsé, tendría que traerla al tiempo actual. Marsé describió a una mujer brillante para su época, en la que las mujeres apenas iban a la Universidad y las educaban para casarse. 
Sería un ejercicio de soberbia y un ejercicio de ridiculez literaria, que no creo que a nadie se le ocurriese, salvo que quisiera hacer el mayor de los ridículos, re-escribir esa obra con una rica insulsa, guapa pero sin conversación o con una mujer que trabaja en una tienda puesta por el marido. Es un cliché de los años 40 del siglo pasado. Es infumable, intragable y risible. 
En una España del siglo XXI en la que hay catedráticas, abogadas del Estado, juezas, vicepresidentas, tal mujer sería un absoluto chiste. 
Si alguien re-escribe a Poirot (¡¡cómo me divertí con él!!) lo tendría que traer a un mundo con internet y móviles y eso, estaría bien hecho. Sería lo lógico. 
Estamos en el siglo XXI y las mujeres hemos cambiado. 
Y siempre habrá hombres que entenderán porqué otros hombres componen y cantan boleros. 
Y quien no lo entienda, pues peor para él. 
Yo ya tengo 101 boleros más para escuchar...
Muchas gracias, Charo.