Este artículo fue publicado en Tribuna económica
del diario EL COMERCIO el 13/10/2020
Daniel Raventós Pañella es profesor titular en el
Departamento de Teoría Sociológica y Filosofía del Derecho en la Universidad de
Barcelona y asesor de Unidas Podemos. Entre sus publicaciones, en el ámbito de
la Sociología, destacan las que tienen que ver con la defensa de una renta
básica incondicional. O sea, para todo el mundo. Rico o pobre. No sé si a sus
62 años, sus publicaciones le llevarán a jubilarse como catedrático. Le quedan
3 años, si no lo prolonga. Tal cosa no me incumbe. Lo que sí me afecta,
básicamente porque no lo comparto y sería terrible para la economía española
que su idea tuviera éxito, es su defensa de algo que carece de sentido
económico y social. Cuando se aprobó el Ingreso Mínimo Vital me mostré a favor
y lo publiqué a través de este medio. Es lo lógico y necesario, por una
cuestión de dignidad humana y por razones económicas: quien no tiene trabajo y
no lo encuentra, deseando trabajar, debe recibir una asignación. La idea subyacente
es que las personas se valgan por sí mismas; que no sean dependientes y que, un
día, vuelvan a trabajar porque eso les permite ser libres y autónomos. Estas
ayudas, en su planteamiento, son temporales – hasta que encuentren trabajo, si
lo encuentran- y condicionadas, es decir, para las personas que lo necesitan.
De la misma forma que pienso que solo deben ser becados los estudiantes
universitarios que lo necesitan, no los hijos de los millonarios, no comparto
la idea de que todas las familias perciban una ayuda por tener hijos. Yo recibía
con sorpresa ese cheque mensual por el nacimiento de mis hijos, no porque me
sobre el dinero, sino porque me preguntaba: “¿no habrá otra madre que lo
necesite más que yo?”.
La defensa de una renta incondicional para todos,
ricos incluidos, está en la base de una reforma fiscal, donde salgan
perjudicadas, según Raventós, las clases más pudientes. Los tipos impositivos
de las rentas altas hacen que muchos opten por buscar alternativas que les
permitan no tributar como personas físicas, lo que constituye una pérdida de
ingresos. Por consiguiente, veo muy poco factible que su aplicación sea
posible, y subir la presión fiscal en este país no ayudaría a nadie. Contra lo
que hay que luchar es contra el fraude fiscal. A los que no nos salen las
cuentas en este sentido, Raventós nos llama “economistas de servilleta”. La
hoja de cálculo también la uso, de veras.
Las rentas universales no funcionan. Lo vieron los
suizos cuando se sometió a referéndum y dijeron que nones. Un pueblo
responsable se percató, motu propio y antes de su posible aplicación, de que
eso sería un colapso para su saneada economía. Decidieron seguir trabajando
todos, honradamente y ganar el pan con el sudor de su frente suiza. Los
nórdicos, un grupito de ellos, hicieron un experimento. La implantaron
temporalmente, no en todo el territorio, - ahorro los datos del experimento – y
poco después la derogaron. Conclusión finlandesa: desmotiva al trabajo. Anula
la voluntad de trabajar para quien no tiene ganas de hacerlo. Al margen de que,
en la situación actual española, con el nivel de déficit añadido por esta
situación de pandemia, no es viable una renta incondicional para todos, lo más
relevante sin que sea desdeñable lo anterior, es la filosofía implícita: sin
trabajar, se puede vivir, así que ¿por qué trabajar? De hecho, el propio
Raventós afirmó que no trabajaría, por ejemplo, en el País Vasco donde una
persona puede tener una renta garantizada de 653 euros, mientras que por 900
euros tendría que trabajar. Hace el cálculo de la diferencia por hora y decide no
trabajar. No le chirría la idea de ser dependiente del Estado, o tener un
trabajo propio y aportar valor añadido. Sencillamente, de manera egoísta, mira
para sí, y declara que por la diferencia no trabaja. ¡Alucinante! No todos
tenemos la misma filosofía vital, ni el mismo estómago. Remato con nuestros puntos
de coincidencia. Vivimos en un país con una clara injusticia económica,
históricamente aceptada: la financiación del País Vasco y Navarra, que hace que
se puedan permitir decisiones económicas que el resto ni podemos soñar. Y el
otro punto en común es que la gente no se puede morir. Hay que ayudar, eso sí,
con un sistema ágil y rápido que les permita salir adelante. Coincidimos
también que el magnífico librito de Sara Mesa, “Silencio administrativo” es un
ejemplo de lo que no puede ser: que los subsidios no lleguen a quien deban
llegar por la maraña burocrática. Eso se puede y debe solucionar, pero no
invalida la idea positiva de que solo tiene sentido ayudar a quien lo necesita,
mientras lo necesita. Por cierto, si algún día tuviera éxito su idea, solicito
que la parte que me toca a mí, se la deriven a Raventós. ¿Ganar yo dinero sin
trabajar? No, gracias.