sábado, 22 de junio de 2019

Odio y resentimiento

No me tengo por santa, ni mucho menos, pero creo ser una buena persona y, además, en construcción. Será que no he crecido mucho (por fuera) que sigo sintiendo la necesidad de mejorar cada día. De ser mejor persona y en ese proceso de mejora hay cosas que sé que soy incapaz de sentir que son el ODIO y el RESENTIMIENTO. Lo peor que puedo sentir hacia alguien que me ha hecho daño, incluso hacia alguien que sé que me odia es INDIFERENCIA. No me da ni frío, ni calor. Por eso, tropezarme, sin buscarlo, con gente que me sigue odiando - cosa que no comprendo - y observar sus reacciones, ya sea en la Academia o en otro lugar, me produce estupor. Sorpresa y hasta hilaridad. 
Oír que por su frustración por cosas que ellos no han logrado, critican al prójimo por pelear por la nada más grande del universo, o acusarlos de ignorancia porque creen y luchan, sencillamente, me sorprende. Y me da pena, la verdad. 
¿Cómo puede localizar usted a un resentido que le odia, amable lector? Pues mirándole a la cara. La cara es el espejo del alma y el odio y el resentimiento tienen un efecto muy poderoso en ella. 

Ejemplos: 

Frustrado, amargado, resentido, "quiero y no puedo":  


Relajado, satisfecho, a gusto consigo mismo: 


Todo en la cara de Elvis Presley es perfecto, pero le falta algún fallo. Una nariz más grande, o algún error. Esa barbilla perfecta y poderosa le da masculinidad lo que resulta atractivo para la mujer, pero a la vez, sus rasgos me resultan demasiado dulces para ser un "tío". Pero sí, es guapo. Perfecto no, pero guapo sí. Los hay perfectos, pero no Elvis Presley.