Este artículo fue publicado en TRIBUNA
del diario EL COMERCIO el 26/04/17
“La belleza salvará al
mundo”
Dostoiewsky.
Desde
niña, siempre he sentido predilección por las matemáticas y hoy me dan de
comer. También estudiaba filosofía pero me preguntaba: “¿Quién tiene razón? ¿Quién
dice verdad? ¿Hegel? ¿Kant?”. Cuando llegaba a los existencialistas, me
apetecía tirar el libro a la basura. Siempre he disfrutado con las matemáticas
porque he hallado en ellas la verdad y, donde hay verdad, hay belleza. Y yo me pregunto ahora, en este mundo de verdades y
posverdades, ¿dónde está la verdad y, por consiguiente, la belleza? Una buena
reflexión al respecto fue la publicada en EL COMERCIO (07/03/2017) por José
Antonio Vera, como firma invitada, en su artículo “Mentira y Posverdad”.
Una
no quiere perder la esperanza en la justicia porque es un pilar básico, pero ¿dónde
está la verdad de la ley en las decisiones judiciales que, según el tribunal
que juzgue el hecho delictivo puede cambiar la interpretación, ergo la
sentencia? Si el delito es el mismo, ¿cómo puede tener dos veredictos diferentes
juzgándose lo mismo? ¿Cómo puede ser que robar 6 millones de euros a unos los
mande directamente a la cárcel y a otros los lleve a su casita, bien calentitos,
aunque afuera haga frío, a ver si la sentencia recurrida cambia el resultado y
puedo disfrutar de “mis” 6 millones de euros, ganados con el sudor de mis
mentiras? ¿Dónde está la verdad en un mundo virtual, en el que en las redes
sociales se puede difamar a alguien y decir falsedades sobre su vida, y todo
queda impune, basándose en el anonimato, porque en esas calles virtuales no hay
ley, ni tampoco castigo? ¿Dónde está la verdad en un mundo en el que a base de
mentiras y valoraciones erróneas se puede llevar al poder a quien no debería
tenerlo? Todo sale gratis, incluidos los ataques de los trolls en internet. Hay
personas que se comportan como trolls, sacando lo peor de sí mismos refugiados
en la red. Me sorprende tal degeneración; tanta falta de verdad y, por tanto,
de belleza. Toda esa falsedad podría explicarse por la mitomanía surgida para
dar a una persona la posibilidad de canalizar su ira contra alguien. ¿Dónde va
este mundo, donde no se sabe ya lo que es verdad o es mentira, porque todo está
falseado y depende del color con que se mira, o del tribunal que lo juzgue?
Ilustración de Gaspar Meana
No
me resigno ni pierdo la esperanza de que siga existiendo verdad y belleza en el
mundo en que vivo. La única belleza que salvará al mundo es la del bien y
la verdad. Los
ataques y mentiras duelen a todos: al lerdo y al inteligente. Einstein dijo un
día que “las grandes almas siempre han sufrido el rechazo de las mentes
mediocres”. Me pregunto qué habrá sufrido él, para afirmar tal cosa; y eso que
cuando vivió no existía Twitter. Supongo que finalmente se lo tomó como se lo
tiene que tomar alguien que sabe que está en un escalón intelectual superior, y
que su verdad perdurará. Y que lo que dijeron las mentes mediocres que le
atacaron está olvidado, o ni se sabe. En este teatro que es la vida, en este
escenario que es el mundo, todos tenemos un papel que interpretar y, al final,
el respetable público decidirá si aplaudir, o no, ante todo lo visto. Lo
importante es que aprovechemos nuestra vida para mostrar la verdad de lo que
somos y podemos dar al mundo, al margen de lo que digan algunas personas llenas
de ira y de odio. Vivimos en sociedad para aportar lo mejor de nosotros mismos.
Me gusta mucho el pensamiento de Jovellanos grabado en una de las plazas más importantes
de Gijón. Aquí se lo dejo, amable lector, por si no había reparado usted en este
bello y veraz fragmento: "¿Por ventura es la sociedad otra
cosa que una gran compañía, en que cada uno pone sus fuerzas y sus luces, y las
consagra al bien de los demás?". Jovellanos, también en esto, tenía razón.