Me hizo mucha gracia este artículo de prensa. Y no porque cuente ninguna mentira. En absoluto, sino porque se comenta como novedad o noticia cuando no lo es. Es el pan nuestro de cada día. Te puede gustar o no, pero es lo que nos ha tocado en la Universidad española.
Y están hablando simplemente de un post doc...
En efecto se necesitan papelitos para todo. Que se vayan preparando para las acreditaciones a cualquier cargo como funcionario. Plataforma informática donde TODOS Y CADA UNO de los méritos han de estar justificados.
Es lo que hay. Y si no, pues a otro sitio.
Los dos en Dinamarca, por ejemplo. A nadie le gusta pero, o lo aceptas, o dejas la Universidad española.
https://www.lavanguardia.com/vida/20220821/8476050/calvario-postdoc-extranjero.html
El
calvario del ‘postdoc’ extranjero
El tuit
de una investigadora española encendió Twitter en un plis plas: “Mi pareja y yo
tenemos un doctorado por una universidad estadounidense. Yo seguiré mi postdoc (posdoctorado) en Dinamarca y él en España”. Y, a
continuación, compara el tiempo, el coste, el papeleo y la energía que supuso
en ambos casos. Spoiler: para Dinamarca, un intercambio de mails y cero coste.
Para España.... Larra resucita. “Si él está aquí es porque me quiere”, se toma
con humor Lucía Cores-Sarría (Estepona, Málaga, 1989) “porque el proceso está
siendo marciano”.
El novio americano,
de 29 años, estudió bioquímica en una de las diez mejores universidades de su
especialidad. Se doctoró el pasado año en una especialidad muy específica. En
Estados Unidos podría haber encontrado trabajo por una retribución de unos
100.000 euros al año, pero como quería mudarse a Madrid para estar junto a
Lucía, envió una solicitud para un centro del CSIC –un laboratorio muy bueno,
por lo demás– con el que podría entrar con la ayuda de una beca Juan de la
Cierva de 25.000 euros.
Lucía estudió periodismo y comunicación audiovisual en la
Carlos III de Madrid con intercambio en Berkeley (California), máster en
semiótica cognitiva por la universidad danesa de Aarhus y defendió su tesis en
psicofisiología aplicada al cine en Estados Unidos. Es una científica de la
comunicación. Obtuvo una beca Fulbright que ahora le condiciona la vuelta,
decisión reforzada también por otras razones. “Esta es mi casa, mi cultura, mi
gente y me encanta que él lo conozca”. Hubiese preferido trabajar para un
campus español, pero apenas hay grupos de investigación que encajen en su
especialidad y “los que hay no tienen dinero”. Solicitó un postdoc en
Dinamarca que le permite trabajar online. Así que ambos se han instalado en
Madrid.
Ahora las
diferencias del proceso. “Envié el currículum y mi carta de solicitud al centro
danés en marzo, cuando todavía no había defendido la tesis, pero confiaron que
lo haría, como así hice”. Entrevista y acuerdo de las condiciones laborales.
Todo fue en un fluido inglés. “Acordamos empezar el 1 de septiembre con un
sueldo del doble de lo que va a cobrar mi pareja”. Fin del proceso.
Su compañero, de nacionalidad americana
(extranjero en Europa) solicitó la ayuda J uan de la Cierva en enero, con su
diploma de doctor en mano. Y ahí se detuvo, para su sorpresa, el reloj
académico. “En Estados Unidos está diseñado para que no haya vacíos y puedas presentarte
a la siguiente fase académica sin haber terminado la precedente. Gracias a eso
la vida académica es fluida y permite, como a una amiga mía de Boston, ser
profesora y tener un hijo porque con 30 años, o algo más, ya estás
establecido”.
Las listas provisionales de la beca Juan de
la Cierva salieron en julio. Su nombre estaba en las mismas para un centro del
CSIC. Pero como no son definitivas (aún no se sabe cuándo saldrán estas) no
puede ocupar la plaza y tramitar el permiso de residencia. La falta de
compromiso con los plazos por parte de la administración le obliga a vivir con
permiso de turista, en la provisionalidad “y del aire”.
“Pero el monstruo más horroroso es la
burocracia”. Lucía la define como una hidra que vigila la honestidad de los
investigadores como si fueran a mentir y sus investigaciones publicadas no
pudieran leerse. “Tienes que homologarlo todo, cada título –grado, master,
doctorado– y cuentan hasta la asistencia de las conferencias. Por eso los
españoles son los únicos que van pidiendo resguardos”. Se ríe. “Oiga, que yo di
la conferencia. Nada. El justificante”. Él preguntó si los campus en los que se
ha formado podían remitir directamente sus títulos. “Imposible”. Condujo más de
seis horas, de estado a estado para reunir todos los certificados. Una vez en
mano, no valían tal cual porque estaban en inglés. “¡Hay que traducirlo al
castellano!”. No una traducción cualquiera. Una jurada (300 euros, más 160 por
título para la homologación de grado, master y doctorado). Y acompañarlo de las
“apostillas” que certifican que todo eso es verdad. Total: semanas de tiempo y
casi 800 euros.
El inglés sí se ha introducido en otros
ámbitos administrativos, como la tramitación del permiso de residencia.
Lástima, dice Lucía, que el botón no vaya nunca. (“Es un misterio que la
mayoría de links a los que
remite la administración, como los faqs ,
estén rotos”). Con la ayuda de su pareja española, el joven bioquímico ha
querido avanzar en la legalización de su situación. “Los formularios están en
un español que lo ha escrito el autor del BOE, con unos legalismos que no
entiende ni mi madre que es abogada”.
Para aclarar términos fueron a
una comisaría de Lavapiés en Madrid y les indicaron que mejor se personaran en
la de Aluche, especializada en inmigración. “Vimos una cola de 150 personas.
Salió mi faceta más española: me acerqué a un agente y le pedí entrar porque
solo quería información”. La funcionaria que les atendió les respondió que los
migrantes de “universidades” no eran los suyos y le aconsejó que fuera al
centro adonde iba a trabajar. Agosto, cerrado. Podía adelantar con los
antecedentes penales. Allí fue, a la ventanilla de penales, y tras la hora de
espera, le faltaba un formulario.
“Este hombre me ama, de eso estoy segura.
Aún no sabe si será contratado o no, y si lo está, que en eso confía, si
empezará en octubre o en noviembre. No tiene papeles de residencia. Va a ganar
una miseria. Yo, humildemente, pregunto: ¿por qué el sistema español resulta
tan hostil cuando la ciencia se mueve rápido por el mundo?”.