martes, 6 de marzo de 2018

Igualdad sin mimos


                                          Este artículo fue publicado el 06/03/2018 
                             en la sección de ECONOMÍA del diario EL COMERCIO 

Soy la primogénita de una familia en la que el resto son varones. Todo parecía apuntar a que yo iba a ser la niña mimada de la casa, pero no. Mi madre dijo: “De eso nada, monada. Todos por el mismo rasero”. Me tocó jugar al Scalextric y a los Clics de Famobil, con indios y vaqueros, y eso marca. La infancia es la patria del hombre y la de la mujer. Estoy acostumbrada a medirme con los hombres y, por ello, no tengo ningún complejo por ser mujer – es más, me gusta serlo –, ni creo que necesite ninguna ventaja adicional respecto a un hombre para promocionar en mi carrera. Todavía me duelen aquellas palabras que me decía mi hermano cuando echábamos una carrera a nado en Luanco: “Venga Susana, sal tú primero. Te dejo ventaja” Y sí, la necesitaba. Su brazada era más larga que la mía pero da la casualidad de que las carreras profesionales no son carreras de atletismo, ni de natación, así que no veo la razón por la que tendríamos que gozar de ninguna ventaja adicional – cuota – si no somos minusválidas mentales, ni lisiadas que tengan menos recursos que un hombre para crecer en su carrera. Leo con estupor estos días artículos que señalan la lacra de la maternidad sobre la carrera profesional de la mujer. En primer lugar, ser madre no es una carga, es una grandeza y en el momento en que se decide traer hijos a este mundo es para atenderlos debidamente, no para que los críe el vecino. Mi carrera no va a la misma velocidad que cuando estaba soltera y sin hijos, ¿y qué? Lo que corresponde en el siglo XXI es saber negociar con tu pareja los “tempos” para que eso que otros llaman cargas familiares – yo lo llamo un regalo del cielo – puedan ser criados de manera equitativa por el padre y la madre. Mi hija me pregunta: “Mami, ¿qué haces cuando no das clase?” Y yo le explico que es investigación, algo por lo que nos pagan, además de la docencia y que no es nada excepcional en las mujeres. También lo hacen los hombres en la Universidad. Por consiguiente, no veo la razón de publicitarlo por medios varios, ni hacerse vídeos, ni fotos por ser investigadoras, porque para eso ya existen otros índices bibliométricos. Las agrupaciones de Ciencia y Mujer, Arte y Mujer, etc. me generan urticaria. También me produce malestar la invención de términos incorrectos para dar cabida a la mujer, como si no hubiésemos existido hasta ahora en la historia de la humanidad. No veo nada de malo en llamar estudiante a los estudiantes, ni entiendo esa denominación de estudiantado y me parece de lerdos (incluye a las lerdas) inventarse términos como “portavoza”. En todo caso, ese término está en consonancia con las capacidades intelectuales de quien lo acuñó y que, sin embargo, está sentada en el Congreso de los Diputados. ¿Se quejan los hombres de que les llamen taxistas, terminado en “a”?


Creo sinceramente que lo que hay que garantizar es la igualdad de oportunidades, no de resultados. Poner cuotas es algo pernicioso que puede restar mérito a las carreras profesionales porque no tenemos menos capacidades que los hombres. La inteligencia y la estupidez humana están alícuotamente repartidas entre los sexos. Estamos en el siglo XXI y corresponde defender la igualdad sin mimos y sin faltar a la verdad, también con las estadísticas. Me parece primordial la publicación de los salarios para que así podamos calcular las diferencias salariales reales en las empresas, esto es, las que se dan para el mismo trabajo, misma antigüedad y misma capacitación, ceteris paribus, como decimos los economistas. La desigualdad salarial es algo muy grave y en la administración pública no existe; tampoco ha de existir en la empresa. Poder calcularla de manera correcta y utilizar comparaciones válidas es primordial para extraer conclusiones. Las diferencias en pensiones vienen dadas por las diferencias laborales, tanto en puestos como en dedicación. Hablar de brecha salarial entre hombres y mujeres considerando valores medios es algo tan confuso como comparar sueldos medios de habitantes de Pedralbes y El Raval. Las mujeres ganan menos porque tienen menor antigüedad, eligen carreras peor pagadas y reducen su jornada para atender a sus hijos. Se trata de comparar trabajos homogéneos y si se localiza la discriminación, denunciarla debidamente. Lograr la igualdad pasa por conseguir buenos puestos de trabajo y no trabajar a tiempo parcial. Pues a ello. Sinceramente, amable lector, hay enfoques en este tema de la igualdad que no termino de entender. Tengo hijos de distinto sexo y estoy criándolos con el mismo criterio con el que lo hicieron mis padres con mis hermanos varones y conmigo: todos por igual. ¿Verdad que mi madre lo bordó a la hora de educar en igualdad? Y aquí lo dejo porque no voy a hacer huelga feminista pasado mañana, 8 de marzo. Tengo mucho trabajo y jornada a tiempo completo desde que comencé a trabajar, al día siguiente de terminar mi carrera universitaria y hasta la fecha.