Este artículo fue publicado el 02/03/2018 en el diario EL COMERCIO
Tal vez comparta conmigo la idea de que Adriana Lastra tiene una peculiar
vara de medir: una la que usa para sí misma y otra para los demás. Yo comprendo
que cuando en este país, la presidenta de una autonomía de algo más de ocho
millones de habitantes es una señora, con la que sólo comparto el nombre, que
ha tardado más de diez años en licenciarse en Derecho, o que cuando la
alcaldesa de la ciudad más cosmopolita de la nación es una señora que no logró
rematar estudios superiores pero, eso sí, se fue de Erasmus con fondos públicos
y nos cuenta, como si tal cosa nos interesara, que se ha acostado a lo largo de
su vida con mujeres y con hombres - ¿será ese un mérito adicional para merecer
la alcaldía de una ciudad, ni más ni menos, como Barcelona? -, pues tal vez
Adriana considere que sus méritos sean suficientes para el cargo que ejerce en
el Congreso de los Diputados. Personalmente, en su situación, yo me sentiría
muy mal porque me gusta asumir cargos que domino, que sé que puedo llevar a
término con éxito y no sentir, por el contrario, que el cargo y las
responsabilidades del mismo superan mis capacidades porque tal cosa no me
parece una actitud ética ante la vida profesional. Ahora bien, lo que yo pueda
sentir no importa. Eso sí, que desde sus evidentes carencias para el magno
cargo que ostenta se sienta legitimada a atacar con lengua mordaz y muchas
veces vacía de contenido a un ministro del Gobierno que sí tiene sobradas
capacidades para el cargo que ha ejercido hasta ahora y que tuvo actividad profesional
antes de ejercer como ministro, y que con el puesto que asume lleva a nuestro
país a subir un importantísimo escalón en las responsabilidades europeas, eso
sí que creo que no tiene un pase. ¿Cómo se atreve a acusar a De Guindos de
“asegurarse su futuro” y “condenar” al país? Tal vez su preocupación sea la
misma que la mía: “¿quién relevará a De Guindos?” Me preocupa que sea una
persona capaz para tan importante cargo; a Adriana y a Podemos sólo les
preocupa que sea una mujer. Que no tenga conocimientos de Economía es lo de
menos. También hay diputados que carecen de formación jurídica – creo que
necesaria para sentarse en el Congreso – o económica y están ahí. De Guindos, a
diferencia de lo que le ha sucedido a muchos políticos, Adriana Lastra incluida,
sí tenía actividad profesional previa y sí tiene un futuro al margen de que
asumiese o no dicha Vicepresidencia, lo cual creo beneficioso para nuestro país
por el contrapeso que pueda tener en la decisiones europeas sobre tipos de
interés. Invitaría a Adriana a mirar la prima de riesgo o la tasa de
crecimiento de España en el momento en que asumió el cargo y ahora que, en
breve, lo va a dejar. Son sobradas razones, entre otras muchas de tipo
económico, – tengo que ajustarme al espacio disponible – para merecer el cargo.
“Cree el ladrón que todos son de su condición”.
Y lo anterior es un refrán con el que no estoy acusando a esta
diputada en las Cortes Generales de ladrona, sino de persona que piensa que
porque ella misma ha logrado un futuro próspero políticamente sin tener
profesión alguna al margen de la política, tal vez considere que los demás
hacen lo mismo y, en este caso que nos ocupa, no es así. Comparto con Adriana
su alta preocupación por el vacío que deja De Guindos en el ministerio de
Economía español. Seguro que valora su gestión tanto como yo. En todo caso y,
aunque dicen que es de mala educación dar consejos no pedidos me permito
sugerirle, como asturiana y como mujer, las dos únicas cosas que creo que tengo
en común con ella, que controle su verbo para que sus severas carencias para el
cargo que ostenta no se hagan tan visibles. Buena suerte ha tenido en apoyar
incondicionalmente al caballo ganador del PSOE que sería capaz de pactar con
cualquiera con tal de lograr su preciado “tesoro”. Tan buena suerte ha tenido
ella en esa apuesta como mala la tiene desde hace un tiempo la socialdemocracia
española al carecer de candidatos que se parezcan un poquito, aunque sólo sea
un poquito, a personas como Felipe González o Alfonso Guerra. Esto último lo
lamento casi tanto como el vacío ministerial que deja De Guindos. Creo que no
se debe exceder en llamar la atención como hace la señora Colau plantando al
Rey para hacerse notar. Lleva razón quien afirma que la mejor manera en que un
mediocre que ha llegado a un puesto elevado lo pueda conservar es pasar lo más
desapercibido posible. ¿No está usted de acuerdo, amable lector?