Menos mal que hay alguien que se atreve a decir lo que sucede de verdad. A desenmascarar la realidad y a explicar lo que la ultraizquierda puede destrozar. De momento, la ciudad de Barcelona. Y este político, de esa talla, de los que tuvo en su momento este país, lo llama por su nombre: DEGRADACIÓN URBANA.
Realidad
y estadísticas
27/09/2022 00:30
¡Buena noticia! Muchos ciudadanos
de Barcelona podrían estar preocupados por todos los disturbios, incidentes y
delitos que han acompañado las fiestas de la Mercè. Navajazos, enfrentamientos,
destrozos de mobiliario urbano, saqueos de comercios; incluso un muerto.
Barricadas, motos incendiadas y un largo etcétera. Las imágenes son dantescas y
podrían infundir en el ciudadano una legítima y fundamentada perplejidad,
indignación y mucha preocupación. ¡Pues no! ¡Estemos tranquilos! ¡Nuestras
autoridades nos dicen que, estadísticamente, estamos mucho mejor de lo que
estábamos hace un año! ¡La estadística tiene que consolarnos! En todo caso, así
lo ven nuestras autoridades.
La ciudad está sucia. Los
grafitis lo invaden todo. Los nuevos contenedores ya parecen viejos y están
sucios, estropeados, desbordados. El vandalismo parece haber ganado la ciudad,
haciendo del paseo un riesgo, de la movilidad un safari. Pero todo eso no
tendría que preocupar al ciudadano; estadísticamente, estamos muy bien. ¡Las
comparaciones–todas– nos son favorables! ¡Se demuestra que Barcelona es una ciudad limpia,
segura, con un tráfico ordenado, fluido! Lo dicen las estadísticas y las
encuestas lo ratifican: ¡los ciudadanos están muy contentos con el estado de
la ciudad!
Pues las estadísticas no se sabe
con qué comparan ni por qué razón deducen que no estar tan mal como hace dos
años signifique que ahora estamos bien. Ni por qué razón los ciudadanos deben
dejar de preocuparse, abrazados a la percepción de una ciudad que solo sus
autoridades ven con mirada satisfecha. Y el mayor problema es este; no la
inquietante realidad del día a día, sino que no se quiera aceptar lo que todos
ven. Cuando la realidad no se acepta, ¡nunca se conseguirá cambiarla! Y, ahora,
vamos por este camino.
Seguramente, de este paisaje
decadente y degradado no solo son responsables las autoridades que no lo ven o
quizá no lo miran. También la ciudadanía tiene una parte importante de
responsabilidad. El vandalismo no se improvisa. La suciedad no se genera por
arte de magia, el maltrato del patrimonio colectivo es una práctica tolerada;
convivir en el espacio urbano impone obligaciones en una sociedad que, muy a
menudo, solo está dispuesta a imponer su voluntad, insolidaria e incívica. Eso
también existe; también forma parte de la realidad que las estadísticas
ignoran.
Y este incivismo es grave, muy
grave. Pero si las autoridades se limitan a manifestar su satisfacción porque
baja el número de navajazos, el combate no se ganará. El vandalismo se tiene
que denunciar, cada navajazo presentado como un drama para todos, la suciedad
sancionada. Las autoridades no pueden refugiarse en estadísticas irrelevantes
para esconder su responsabilidad. La ciudad es de todos, y a todos nos
corresponde hacerlo posible, y a las autoridades hacer imposible que nadie lo
olvide.
No se puede ignorar: el combate
es difícil. Son muchos los factores que intervienen en la degradación urbana.
Pero trivializarlo refugiándose en valoraciones comparativas no resuelve el
problema ni excusa la incompetencia. A veces pedir excusas es mejor que afirmar
con satisfacción que antes estábamos peor. Primero, porque no es verdad, y,
segundo, porque de lo que estamos hablando es del “vivir hoy”, del disfrutar de
la ciudad “hoy y mañana”. Más que estadísticas, hay que hablar de compromisos y
medidas; dar certeza allí donde ahora solo hay inquietud.
Aceptar la realidad para
cambiarla.
Las "alegrías mercedarias" de Quim Monzó también son muy de agradecer. Madre mía. No hay más ciego que el que no quiere ver.
Alegrías mercedarias
27/09/2022 00:30
Los comerciantes de la calle Creu
Coberta están indignados por lo sucedido durante las fiestas de la Mercè. En
las redes sociales hacen público su malestar, habiendo vivido el año pasado un
vandalismo similar: “Advertimos de nuestra inquietud porque volviera a pasar.
Pedimos al Ayuntamiento y a la policía reforzar la seguridad. No ha servido de
nada. No hay autoridad, ni capacidad, ni vergüenza”. Puntualizan: “Los
principales responsables son sus causantes. Escurriduras humanas. Escoria
social. Vergüenza de gente que no merece ninguna fiesta mayor ni contribuye a
la ciudad ni al país ni a la sociedad. La mediación y la educación es una
solución a largo plazo. No sirve esta noche”.
Medio millar de jóvenes
convirtieron Creu Coberta y sus calles adyacentes en un campo de batalla para
saquear cómodamente. A la camisería Ros le resquebrajaron los cristales. “Este
año le ha tocado a la sección de mujer, mientras que el año pasado nos
destrozaron la sección de hombre”, explica la propietaria a Toni Muñoz.
La tienda que más ha aparecido en
los noticiarios es la charcutería Muntanya (“passió pels pernils des del
1966”), porque su escaparate es muy peculiar. Ràdio Hostafrancs explicaba que
se llevaron dinero y jamones y concluía que fue el incidente más grave de
aquella madrugada. Hombre, yo diría que el incidente más grave fue el asesinato
de un veinteañero a navajazos en la plaza Espanya, junto a una boca de metro.
A pesar de eso, Ada Colau y
Albert Batlle consideran que los incidentes no han sido tan graves como los del
año pasado. “Ha habido actos masivos sin problemas. Siempre hay algún grupito
que quiere aprovechar situaciones de mucha gente para llevar a cabo destrozos”.
Según este par de dos, aún deberíamos felicitarnos.
Mientras tanto, en Italia gana Giorgia ho
detto tutto Meloni y algunos todavía se sorprenden.