lunes, 3 de octubre de 2022

Menos mal

 Menos mal que hay alguien que se atreve a decir lo que sucede de verdad. A desenmascarar la realidad y a explicar lo que la ultraizquierda puede destrozar. De momento, la ciudad de Barcelona. Y este político, de esa talla, de los que tuvo en su momento este país, lo llama por su nombre: DEGRADACIÓN URBANA. 


Realidad y estadísticas

Miquel Roca Junyent

27/09/2022 00:30


¡Buena noticia! Muchos ciudadanos de Barcelona podrían estar preocupados por todos los disturbios, incidentes y delitos que han acompañado las fiestas de la Mercè. Navajazos, enfrentamientos, destrozos de mobiliario urbano, saqueos de comercios; incluso un muerto. Barricadas, motos incendiadas y un largo etcétera. Las imágenes son dantescas y podrían infundir en el ciudadano una legítima y fundamentada perplejidad, indignación y mucha preocupación. ¡Pues no! ¡Estemos tranquilos! ¡Nuestras autoridades nos dicen que, estadísticamente, estamos mucho mejor de lo que estábamos hace un año! ¡La estadística tiene que consolarnos! En todo caso, así lo ven nuestras autoridades.

La ciudad está sucia. Los grafitis lo invaden todo. Los nuevos contenedores ya parecen viejos y están sucios, estropeados, desbordados. El vandalismo parece haber ganado la ciudad, haciendo del paseo un riesgo, de la movilidad un safari. Pero todo eso no tendría que preocupar al ciudadano; estadísticamente, estamos muy bien. ¡Las comparaciones–todas– nos son favorables! ¡Se demuestra que Barcelona es una ciudad limpia, segura, con un tráfico ordenado, fluido! Lo dicen las estadísticas y las encuestas lo ratifican: ¡los ciu­dadanos están muy contentos con el estado de la ciudad!

Pues las estadísticas no se sabe con qué comparan ni por qué razón deducen que no estar tan mal como hace dos años signifique que ahora estamos bien. Ni por qué razón los ciudadanos deben dejar de preocuparse, abrazados a la percepción de una ciudad que solo sus autoridades ven con mirada satisfecha. Y el mayor problema es este; no la inquietante realidad del día a día, sino que no se quiera aceptar lo que todos ven. Cuando la realidad no se acepta, ¡nunca se conseguirá cambiarla! Y, ahora, vamos por este camino.

Seguramente, de este paisaje decadente y degradado no solo son responsables las autoridades que no lo ven o quizá no lo miran. También la ciudadanía tiene una parte importante de responsabilidad. El vandalismo no se improvisa. La suciedad no se genera por arte de magia, el maltrato del patrimonio colectivo es una práctica tolerada; convivir en el espacio urbano impone obligaciones en una sociedad que, muy a menudo, solo está dispuesta a imponer su voluntad, insolidaria e incívica. Eso también existe; también forma parte de la realidad que las estadísticas ignoran.

Y este incivismo es grave, muy grave. Pero si las autoridades se limitan a manifestar su satisfacción porque baja el número de navajazos, el combate no se ganará. El vandalismo se tiene que denunciar, cada navajazo presentado como un drama para todos, la suciedad sancionada. Las autoridades no pueden refugiarse en estadísticas irrelevantes para esconder su responsabilidad. La ciudad es de todos, y a todos nos corresponde hacerlo posible, y a las autoridades hacer imposible que nadie lo olvide.

No se puede ignorar: el combate es difícil. Son muchos los factores que intervienen en la degradación urbana. Pero trivializarlo refugiándose en valoraciones comparativas no resuelve el problema ni excusa la incompetencia. A veces pedir excusas es mejor que afirmar con satisfacción que antes estábamos peor. Primero, porque no es verdad, y, segundo, porque de lo que estamos hablando es del “vivir hoy”, del disfrutar de la ciudad “hoy y mañana”. Más que estadísticas, hay que hablar de compromisos y medidas; dar certeza allí donde ahora solo hay inquietud.

Aceptar la realidad para cambiarla.

Las "alegrías mercedarias" de Quim Monzó también son muy de agradecer. Madre mía. No hay más ciego que el que no quiere ver. 

 

Alegrías mercedarias

Quim Monzó

27/09/2022 00:30

Los comerciantes de la calle Creu Coberta están indignados por lo sucedido durante las fiestas de la Mercè. En las redes sociales hacen público su malestar, habiendo vivido el año pasado un vandalismo similar: “Advertimos de nuestra inquietud porque volviera a pasar. Pedimos al Ayuntamiento y a la policía reforzar la seguridad. No ha servido de nada. No hay autoridad, ni capacidad, ni vergüenza”. Puntualizan: “Los principales responsables son sus causantes. Escurriduras humanas. Escoria social. Vergüenza de gente que no merece ninguna fiesta mayor ni contribuye a la ciudad ni al país ni a la sociedad. La mediación y la educación es una solución a largo plazo. No sirve esta noche”.

Medio millar de jóvenes convirtieron Creu Coberta y sus calles adyacentes en un campo de batalla para saquear cómodamente. A la camisería Ros le resquebrajaron los cristales. “Este año le ha tocado a la sección de mujer, mientras que el año pasado nos destrozaron la sección de hombre”, explica la propietaria a Toni Muñoz.

La tienda que más ha aparecido en los noticiarios es la charcutería Muntanya (“passió pels pernils des del 1966”), porque su escaparate es muy peculiar. Ràdio Hostafrancs explicaba que se llevaron dinero y jamones y concluía que fue el incidente más grave de aquella madrugada. Hombre, yo diría que el incidente más grave fue el asesinato de un veinteañero a navajazos en la plaza Espanya, junto a una boca de metro.

A pesar de eso, Ada Colau y Albert Batlle consideran que los incidentes no han sido tan graves como los del año pasado. “Ha habido actos masivos sin problemas. Siempre hay algún grupito que quiere aprovechar situaciones de mucha gente para llevar a cabo destrozos”. Según este par de dos, aún deberíamos felicitarnos.

Mientras tanto, en Italia gana Giorgia ho detto tutto Meloni y algunos todavía se sorprenden.