En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, fecha de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana.
Este artículo fue publicado en Tribuna
de EL COMERCIO el 30/12/2015
“Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero”.
Garcilaso de la Vega (Soneto V)
“Si bien entiendo
que el amor se sujeta al tiempo, veo que al ponerse a prueba también modera el
tiempo la chispa y el fuego de su ardor. En la misma llama del amor vive una
especia de pabilo o pavesa que acaba por debilitarla.” El párrafo no es mío,
obviamente, sino del señor William Shakespeare, por boca del Rey, en una de sus
obras maestras. En algún momento de la conversación que tuve recientemente con
una amiga, recurrí a esta idea shakesperiana, tratando de darle consuelo. En
realidad, ya no lo necesitaba. Tan sólo quería hablar y, las mujeres, a
diferencia de los hombres, sabemos que con eso no pretendemos que nos resuelvan
ningún problema, sino que simplemente deseamos ser escuchadas. Eso le sucedía a
esta amiga que ha dedicado el otoño a su proceso de divorcio. El verano no le
sentó bien a su matrimonio, como a tantos otros y, con su separación, en
nuestro grupo nos acercamos peligrosamente a la estadística nacional que señala
que la tasa actual de divorcios en nuestro país es del 61%, por debajo del de
Bélgica, que lidera la clasificación con un 71% pero por encima de Estados
Unidos y Rusia, que superan ligeramente el 50%. Soy doctora en administración
de empresas y no creo que haya ninguna empresa que nazca con tanta probabilidad
de fracaso como el matrimonio. Compararlo con una empresa puede resultar
prosaico pero es que, además del sentimiento, es preciso definir un régimen
económico, gananciales o separación de bienes, resolver la intendencia
doméstica, compartir la crianza de los hijos... Vamos, que se trata de
organizarse para funcionar en común lo mejor posible. El problema es que cuando
ya sólo queda la organización empresarial pero el sentimiento se ha
desvanecido, la pareja queda abocada a la quiebra definitiva. Todo ello otorga
veracidad a lo escrito por Cervantes hace ya cuatro siglos: “el amor es
invisible y entra y sale por donde quiere”. Mi amiga y yo recordábamos los
tiempos en que nos ayudábamos unas a otras en estos asuntos, tratando de prevenir
a alguna contra algún tipo no recomendable o definíamos a nuestro hombre ideal.
Yo siempre recurría al prototipo que leí en una entrevista a una famosa actriz:
“alto y limpio”. Lo de la estatura, en mi caso, más que por necesidad personal, por la maternal. Matizo: “muy alto y muy limpio”. Amén de inteligente, con
sentido del humor, culto y optimista. Una ya ni se planteaba que fuera guapo, y
lo de los ojos azules, ¡ni soñarlo! Todas aquellas conversaciones de
adolescentes románticas y soñadoras quedan muy lejos. La realidad se ha
impuesto y la vida dice sus verdades. La de mi amiga, como la de algunas otras,
iniciar la segunda parte del resto de su vida. Me recordaba a Antonio Banderas
en su discurso de los Goya. Parecía totalmente dispuesta a “rehacer su vida”.
Una expresión que nunca he terminado de entender. Como si la gente sin pareja
no pudiera tener una vida perfectamente completa y feliz. Puse cara de póker
cuando me enseñaba sus fotos tuneadas como una veinteañera, para colocar en sus
perfiles de búsqueda de pareja. No debí de lograrlo porque, en un momento dado,
un tanto contrariada me preguntó: “Susana, ¿por qué me miras así? Esto también te
puede pasar a ti”. Podría haber intentado trasladar a mi
amiga esa certeza interior, que es la válida, pero en previsión de que me
dijera que mis certezas son tan frágiles como las suyas, decidí recurrir a los
libros, mis eternos compañeros de viaje y cité a Francesco Alberoni que afirma
que hay dos estados en los que una persona no se puede enamorar: que tenga una
depresión o que ya esté enamorada. Conozco la tristeza pero no sé, ni quiero
saber lo que es una depresión, así que le dejé bien clara a mi amiga mi
poderosa razón. Cada mujer es como es. A mí me parece muy bien que una señora
de la edad de Isabel Preysler considere que está aún en el mercado para rehacer
su vida, que se dice ahora, nada menos que con Vargas Llosa. Le faltó tiempo a
la filipina para encontrar repuesto en su viudedad y, en cuanto a él, que ha
sumado con su divorcio a la estadística citada, no se puede decir otra cosa más
que ha caído muy bajo en su vejez. ¡Todo un Nobel de la palabra encamado con
una mujer que no tiene nada que decir! Y yo que creía que, con el tiempo, el
placer de una conversación profunda e intensa entre un hombre y una mujer que
se admiran, se respetan y se desean superaba cualquier otra cosa…
Me sorprendió de mi
amiga que además tenía un jaleo entre dos hombres: uno del trabajo y otro que
había conocido por esas webs. Ahí me descolocó totalmente y le pregunté: “¿En
quién piensas cuando estás a solas? ¿Quién ocupa tu pensamiento antes de cerrar
los ojos y ponerte a dormir?” El “clavo”, si está bien clavado, sólo puede ser
uno, digo yo. En lo que sí nos pusimos de acuerdo, antes de abrazarnos
intensamente y despedirnos, es en lo difícil que es esto del amor. Mucho más de
lo que imaginábamos de jovencitas. Es un sentimiento libre y caprichoso que tiende
a desvanecerse incluso cuando dos personas que han contraído matrimonio
intentan conservarlo a toda costa. Por el contrario, cuando el amor ha de irse,
se empeña en sobrevivir, aun cuando los afectados se ponen plenamente de
acuerdo en que lo mejor es matarlo y, si es preciso, rematarlo. Al menos,
podrán morirse con la conciencia tranquila de haber hecho todo lo posible para
no quererse. No niego lo atinado de Cervantes y Shakespeare en los pensamientos
mencionados. Sin embargo, prefiero quedarme con Aristóteles que decía que “el
amor está compuesto de una sola alma que habita en dos cuerpos distintos”. La
mitad del alma para cada uno. Un amor de triple dimensión: cuerpo, corazón y
alma. No se trata sólo de la unión física y del cariño, que no es poco, se
trata de pasión, de equilibrio intelectual y satisfacción mutua del
pensamiento. Se trata del alma, de lo más profundo y auténtico de nuestro ser.
Y para lograr esa unión, desnudar el alma se hace tan preciso, o más, que
desnudar el cuerpo.
Tal vez algunas
parejas lo logren, amable lector. No hace mucho que supe de la historia de amor
de Vladimir Nabokov y su adorada Vera. “Cartas a Vera” es el reflejo de lo que
el autor de “Lolita” sentía por esta mujer que fue quien tomó la iniciativa. Le
escribió y él, que al principio se hizo el tipo duro, no contestó. Luego, las
tornas cambiaron y le envió a Vera un mensaje público, dedicándole un poema. A partir
de ahí, toda su obra desde el año 1951 está dedicada a ella; está escrita
pensando que ella, en algún momento, en algún lugar, la leería. Una historia de
amor que es un monumento a la perpetua unión entre un hombre y una mujer, en un
momento necesario, en que el matrimonio está en franca decadencia.
“Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo
vos sola lo escribisteis; yo lo leo”.