miércoles, 24 de enero de 2018

La verdadera desgracia amorosa

La ciencia parece empeñada en contarnos que el amor nace de un festival de hormonas (dopamina, oxitocina, testosterona, adrenalina, feniletilamina..) que desata el enamoramiento. A todo esto, parece que hay un factor adicional que añadir: el pensamiento. Un estudio titulado "La regulación de los sentimientos románticos" publicado en la revista de psicología Plos One, rebate el popular dicho que nos anima a "seguir el corazón" y nos recomienda, más bien, que utilicemos el poder del pensamiento. De hecho, ya lo hacemos: el cerebro activa las zonas relacionadas con el amor cuando pensamos en nuestros seres queridos. Según los doctores Langeslag y Van Strien, autores de dicho estudio, tenemos más control racional sobre las emociones de lo que creemos. Basta con pensar en amar a alguien para aumentar nuestras probabilidades de hacerlo. 

En cualquier caso, yo creo que la capacidad de amar impregna toda la existencia del ser humano, como ya observó en su momento el escritor Albert Camus que afirmó lo siguiente: 

"No ser amado es una simple desventura. 
La verdadera desgracia es no saber amar"