sábado, 12 de junio de 2021

Soy favorable

Aquí el artículo de ayer, de un compañero de trabajo, el catedrático Pedro Manuel Suárez Martínez. Se muestra contrario a los indultos. De este mismo tema, publico mañana domingo en EL COMERCIO, con una postura bien distinta. Soy favorable a los mismos. Si sirvieran para algo, claro. El grave problema es que serán inútiles.  

https://www.elcomercio.es/opinion/justicia-estupido-20210611223430-nt.html

No es la justicia, estúpido...

Pretenden que aceptemos como 'naturales' los indultos, a sabiendas#de que son inaceptables, y manipulan nuestra percepción de la realidad

Pedro Manuel Suárez Martínez
PEDRO MANUEL SUÁREZ MARTÍNEZ
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Venía yo cavilando, de vuelta ayer a casa, sobre aquella difícil, pero exitosa, campaña electoral de Bill Clinton, en la que disputaba la presidencia de los EE UU a George Bush, padre, justo cuando este se encontraba, gracias a su política internacional, en lo más alto de su popularidad. Un asesor del candidato, en vista de que por ese flanco no preveía lograr los votos necesarios, orientó sus mensajes hacia otros derroteros, entre los que estaba, en los primeros lugares, la economía de los estadounidenses, gran olvidada, al parecer, del programa de Bush. Así fue como acuñó aquella famosa frase, 'la economía, estúpido', que se haría mundialmente 'viral' ('avant la lettre') en cualquier asunto, para destacar su importancia: 'es la enseñanza, estúpido', 'es la industria, estúpido', 'es la medicina, estúpido', 'es la universidad, estúpido', 'es todo, estúpido'.

Pues me venía esto a la mente cuando escuché a nuestro presidente del Gobierno hablar con reiteración de los «valores constitucionales» del perdón, la concordia y la convivencia, frente a los poco edificantes de la revancha y la venganza, para defender la conveniencia y oportunidad de lo que a muchos indigna: los indultos a los condenados por los sucesos del 'procés' de independencia de Cataluña.

Entiendo que tiene que ser una papeleta, al alcance solo de los más caraduras, afrontar semejante decisión contra el viento de todos los informes requeridos, incluida la negativa de los propios condenados a arrepentirse, y la marea de una ciudadanía a la que hace poco más de un año aseguraba que los indultos no estaban en la mesa del Consejo de Ministros. La estrategia entonces parecía consistir en eliminar el delito de sedición del Código Penal, para beneficiar a los presos sin indulto ni amnistía: si no existe el delito, tampoco puede haber condena. Pero la pandemia truncó todo. Ahora ya hay nuevo presidente en Cataluña, el tiempo se echa encima y, antes de sentarse a la milagrosa mesa de negociación, el aperitivo es la libertad de los condenados, como quiera que se produzca: es 'conditio sine qua non' para que el presidente siga siéndolo, con el apoyo de quienes lo auparon al poder.

La matraca con que desde hace años nos atormentan las partes implicadas, la de que hay que «desjudicializar el conflicto» y resolverlo por vías políticas, parece que va calando y ya hay muchos actores sociales que lo defienden... Hay que insistir en que es una gran falacia: la justicia actúa con independencia de quién haya delinquido; es la garantía social de que cualquier delito sea censurado y reparado, doquiera que se produzca. Un condenado por robo a la Administración no puede reclamar amnistía alegando que su caso se ha judicializado: es una solemne tontería.

Pero el presidente o sus asesores siguen erre que erre, dispuestos a contentar a algunos catalanes, aunque sea a costa de indignar a los demás españoles. Conque han cambiado de estrategia y, para mejor convencer a la ciudadanía, parece que han empezado a tirar del manual de retórica de Aristóteles. Este sabio, consciente del poder de la oratoria en la política por su capacidad para inclinar los ánimos de cualquier audiencia al parecer deseado, describió y estudió las emociones que debería conocer y despertar el orador en esa audiencia para persuadirla mejor: la ira, la pena, el amor, la confianza, la lealtad, la amistad, el odio, la concordia, el rencor, la venganza... ¿Te suenan? El presidente y su equipo nos tratan como una 'gran bestia', como llamaba Platón a los ciudadanos ignorantes y maleables, dispuesta a seguir al líder que mejor la convenza, a base de apelar a sus sentimientos colectivos: pretenden que aceptemos como 'naturales' los indultos, a sabiendas de que son inaceptables, y manipulan nuestra percepción de la realidad: eres buen ciudadano, leal y bienintencionado, si estás de acuerdo con ellos; eres rencoroso, vengativo y justiciero, si no lo estás y pides que quienes nos tuvieron en vilo y quisieron romper España cumplan condena por sus gravísimos delitos.

Pero la Moncloa y el progreso de España bien merecen grandes sacrificios y tienen que hacerse ahora: empieza la negociación y, para mayor humillación, tiene que incorporarse a ella uno de los condenados indultados. Arreciarán críticas, manifestaciones, declaraciones de condena y... Ya. El presidente asumirá el coste, seguro de tener tiempo y ocasión para ganarse al ciudadano de aquí a las próximas elecciones. ¿Y la justicia? No es la justicia, estúpido: son las emociones.