En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, ésta última, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, día de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana.
Este artículo fue publicado en
TRIBUNA de EL COMERCIO el 26/05/2015
Creo que con el paso del tiempo, el significado de
nuestras fiestas, de nuestras costumbres y de nuestros ritos se irá perdiendo
inevitablemente. Quedará, con un poco de suerte, el nombre y, en algunos casos,
ni eso. La Navidad, cuya razón de ser inicial es la conmemoración del nacimiento
de Jesús, pasará a llamarse “vacaciones de invierno”. La Semana Santa, que
recuerda la muerte y resurrección de Cristo, “vacaciones de primavera”, y se
irán desagregando los periodos de descanso a lo largo del año para
homogeneizarse con el calendario europeo, teniendo esto último, a mi entender,
mucho sentido.
Lo que me parece un sinsentido es que esa evolución conlleve
el olvido definitivo del significado y origen de las mismas. De algunas de
ellas, yo ni me lo había planteado seriamente. Por ejemplo, una fiesta que siempre
he encontrado un tanto exótica para una ciudad, con todos mis respetos, que
incluye una feria de ganado y que concluye con un acto de homenaje al “paisano”
y “paisana” del año, resulta que tiene una esencia bellísima y de profundo
sentido, a mi juicio. Me alegro de que esa fiesta de la Ascensión, que hace
unos días se celebraba en mi ciudad natal, tenga un origen tan bello. Oviedo
vive la fiesta de la Ascensión con una gran actividad festiva y gastronómica,
siendo uno de los fines de semana de mayor afluencia de visitantes a la capital
del Principado. Oviedo mantiene una tradición de más de doscientos años por la
que en esos días la ciudad se convierte, en verdad, en la gran capital del
campo de Asturias. Esa vieja tradición, adaptada a los nuevos tiempos, sigue
celebrándose en la actualidad con las Jornadas Gastronómicas de la Ascensión,
con un menú a base de productos del campo. Y todo esto, ¿por qué? La razón
original es la festividad en la que la iglesia celebra la subida de Jesús al
cielo. El Evangelio de San Marcos (Mc 16, 15-20) nos recuerda este hecho inevitable.
Algo asumido, la ausencia y la presencia de Jesucristo. La Ascensión forma
parte del misterio pascual de Cristo. Culminada su misión, Jesús se elevó al
cielo ante la mirada de sus apóstoles y volvió al Padre para sentarse a su
derecha. Esto puede carecer de significado para quien se declare ateo o
simplemente agnóstico. Es más, se puede estimar sobrante el mero hecho de
mencionarlo en un Estado aconfesional, camino de ser laico, más tarde o más
temprano, según parece querer la mayoría. En eso consiste la democracia
precisamente.
Sin embargo, yo creo que tiene sentido para todos porque
celebra un hecho tan simple y, a la vez, tan difícil de lograr según las circunstancias,
cual es, que el cuerpo ha de estar donde está la cabeza, ergo el corazón. Ni
más, ni menos. Algo bien sencillo de entender y, en muchas ocasiones, extremadamente
difícil de conseguir. Tal vez en algunas, definitivamente imposible. No
obstante, lo que nos relata la Biblia en esa festividad es que ese ascenso de
Jesús es bueno. Era lo que él deseaba y necesitaba, estar a la derecha del Padre
y, con su ejemplo, nos traslada esa necesidad también a nosotros. Debemos estar
allí donde se halle nuestra cabeza y nuestro corazón. Así de simple. Lo
contrario genera malestar, desazón y ansiedad.
Me alegro, amable lector, de que algo que, no por
evidente resulta fácil de lograr, algo que fue bueno para Jesús, también sea
bueno para el hombre y para la mujer. Y que así lo sigan celebrando los
ovetenses, por lo menos, otros doscientos años más….