En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, ésta última, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, día de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana.
Este artículo fue publicado en
TRIBUNA de EL COMERCIO el 16/06/2015
Declaraba José Luis García Martín en un llamado
“Cuestionario de urgencia” (12 de abril), publicado en EL COMERCIO, al ser
interrogado por “un libro famoso que no ha leído ni tiene intención de leer”,
que el “Ulises” de Joyce era ese libro, “como le sucede a la mayoría de la
gente”. Debo decir que me encuentro entre la minoría restante que sí ha leído
tan, por lo visto, importante obra. Confieso que no fui capaz de hacerlo al
primer intento. De hecho, me resultó tan horrible que casi desde el principio
tuve la necesidad de soltarlo. Decidí hacerlo en la página 16, tal vez como
homenaje a las 16 horas que relata el libro, de un día 16 de junio en la vida
de Leopold Bloom. Esta última fue la razón por la que me sentí inclinada a leer
tan singular obra – por el significado que tal día tiene para mí – y pensé que,
sólo por eso, se iba a convertir en uno de mis libros favoritos, o quizás, el
preferido. Nada más lejos de la realidad. Sin embargo, como soy bastante pertinaz
para lo que realmente quiero, no me doy por vencida fácilmente, así que, en un
momento de mi vida de obligado reposo, en que necesitaba alejar mi mente de la
preocupación, pensé que estar absorbida por la lectura de tan singular novela
me haría bien. Y logré leerlo de cabo a rabo. No conseguí disfrutarlo en
absoluto, ni entender más que lo más esencial. Cuando llegué a la página final
de mi ejemplar – en Ediciones Cátedra – me convencí de que la vez anterior que
había intentado su lectura tampoco me había perdido nada realmente esencial, al
menos para mí. De hecho, lo más sensato que leí lo declara Bloom respecto al
tabaco (pág. 549): “Raramente fumo, querida. La boca puede tener mejor
ocupación que chupar un cilindro de hierba fétida”. Estoy totalmente de
acuerdo.
No recomendaría a nadie la lectura de esta obra, salvo
que tuviera que hacer penitencia por algo. Para Vargas Llosa es un libro
esencial, pero es evidente que pocos tienen su capacidad de compresión
literaria. Esto me preocuparía si fuese escritora, porque asumiría como mi
obligación leer y entender dicha novela, pero me conformo con comprender los
manuales esenciales de mi oficio, que no es, ni será nunca, la literatura. Joyce,
según los expertos, reinventó la narrativa en su “Ulises”. Tanto, que algunos
aconsejan saltarse los párrafos especialmente “imposibles”. Yo me negué. Lo leí
en su totalidad. James Joyce relató en su “Ulises” todo lo que el dublinés Leopold
Bloom hizo cierto 16 de junio. Por eso, esta fecha está dedicada a la inmortal
novela. Los “fans” dublineses se visten igual que los personajes y reviven el
itinerario de Leopold – desde su desayuno de riñones hasta el baile nocturno –.
Se trata de un libro definitivamente difícil por diversas razones. Por su
longitud: 16 horas en la vida de Leopold retratadas en unas 1.200 páginas,
según las ediciones. Por los monólogos: cada personaje narra lo que siente,
sueña y piensa en primera persona. Por la falta de puntuación, que no facilita
la comprensión, precisamente (a veces, me entretenía poniendo puntos y comas para
intentar descifrar algunos párrafos). Por las citas –algunas muy largas en latín y griego –. Está claro que Joyce revolucionó
el género de la novela con esta obra y que nadie se había atrevido a
“destrozar” la narrativa de forma tan contundente. Nadie creo que haya vuelto
hacerlo.
Entender el “Ulises”, en realidad, es un modo de
comprender a Joyce, que no es tarea fácil. El mencionado Nobel de literatura
seguramente podrá hacerlo, pero para la mayoría de mortales es un misterio.
Decía Maquiavelo que “pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que
aparentamos”. Aparentemente Joyce es indescifrable; tal vez algunos logren
verlo y entenderlo. Es evidente que hay personas más complicadas de conocer. Personas
a las que bien se les podría aplicar la “teoría del iceberg” de que es mucho
más lo que hay que lo se ve; aun cuando, aparentemente, muestren y hablen mucho
de sí mismas. Creo que Joyce no deja de hacerlo a través de Bloom. Supongo que,
para estas personas, alcanzar la felicidad también es más difícil. Ya decía
Machado que la felicidad es “el estómago lleno y la cabeza vacía”. No quisiera
dejar un mal sabor de boca literario con estas líneas. Simplemente pretendo transmitir
que para mí, que amo y disfruto la buena literatura – aunque no tuve suerte con
el “Ulises” – es muy importante saber escoger buenas novelas porque lleva su
tiempo leerlas, y seguramente es necesario escoger entre las que se consideran
obras maestras pero, asimismo, es esencial pasar un buen rato. Aprender,
emocionarse y disfrutar. En caso contrario, yo creo que es tiempo perdido.
Exactamente lo contrario del “Ulises”, es lo que me
sucedió, por ejemplo, con la novela “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo. Había oído
hablar bien de ella, pero desde un primer momento la descarté porque creía que
todo lo afín al realismo mágico estaba muy alejado de mi gusto. Sin embargo,
por esas sorpresas que te da la vida, me encontré, sin querer, en la necesidad
y obligación de leerlo, casi a desgana. Se ha convertido, desde entonces, en
una de mis novelas favoritas. La he leído tres veces y no descarto volver a hacerlo,
porque en cada lectura descubro algo nuevo. Es pequeña, pero densa e intensa. Sus
escasas 68 páginas sirvieron para colocar a este autor mexicano –Premio
Príncipe de Asturias de las Letras en 1988 – entre los grandes renovadores de
la narrativa hispanoamericana. El culpable de esta lectura, hace ya muchos
años, fue un hombre del que me gustaba lo bien que era capaz de expresar el
profundo deseo que sentía por mi persona. Muchas otras cosas no me convencían
en absoluto. Aprender a vivir es conocerse, en primer lugar, y cuando tal cosa
sucede, que no siempre es fácil, sabes mejor con qué tipo de persona quieres
estar. Aquel no era hombre para mí. Un día me soltó que se pasaba el día como “Pedro
Páramo”, el de la novela de Juan Rulfo. Al contemplar mi cara de circunstancias
pudo comprobar inmediatamente que yo no había leído tan famosa novela. A punto
estuve de devolverle el puñetazo literario preguntándole si tenía la más remota
idea de cómo se calculaba el valor liquidativo de un fondo de inversión.
Finalmente no lo hice, porque no quería añadir crueldad al de por sí cruel
rechazo amoroso. Aunque le cueste creerlo, amable lector, en los momentos
cruciales soy capaz de medir bien y suavizar mis palabras. Excuso decir que, al
día siguiente de aquello, me fui derecha a la librería a comprar la dichosa novela.
Efectivamente, en ella mi nombre se repite por todas partes; el de la última
esposa de Páramo, la única que, en verdad, amó. “Susana, Susana…Sentí que se
abría el cielo. Tuve ánimos de correr hacia ti. De rodearte de alegría. De
llorar. Y lloré, Susana, cuando supe que al fin regresarías”. “¿Sabías, Fulgor,
que ésa es la mujer más hermosa que se ha dado sobre la tierra? Llegué a creer
que la había perdido para siempre. Pero ahora no tengo ganas de volverla a
perder”.
Querido lector, si usted ha sido capaz de disfrutar con
el “Ulises”, le felicito. No obstante, no deje de leer a Rulfo. No le llevará
mucho tiempo y le emocionará. Al menos a mí me pasó. Y por cierto, si a usted
le sucede lo mismo que a mí o a Adam Smith – un economista fundamental en mi
formación – y ha nacido usted tal día como hoy, en esta jornada encumbrada en
la literatura universal, le deseo un muy feliz cumpleaños.
Un bello nacido en 16 de junio. Otro homenaje de Joyce