Interesante. Mucho
Los ajedrecistas Magnus Carlsen y Hans
Niemann han firmado la paz tras su sonado enfrentamiento de hace un año en el
tablero y los juzgados... La limpieza del juego sigue, sin embargo, en
entredicho y necesita garantes como este científico computacional. Ken Regan,
tan parecido al actor Dani DeVito, es el detective de ajedrez más temido y
respetado del mundo.
Dios no juega a los dados', dijo Einstein.
¿Pero qué pasaría si jugase al ajedrez?», se pregunta Ken Regan, matemático y
científico computacional de la Universidad de Búfalo, puesto que compagina con
un oficio insólito: Regan es detective de ajedrez, uno de los pocos que hay en
el mundo.
El más respetado (y temido).
Regan se da un aire al actor Danny DeVito, pero que no le engañe su apariencia. Este hombre se dedica a cazar a los tramposos. Y es implacable. ¿Y qué tienen que ver Dios y las trampas en un juego de mesa? Muy sencillo. Al ajedrez se puede jugar de dos modos: como los humanos (entre muy mal y muy bien) o como las máquinas, que ya juegan como los ángeles, tomando decisiones tan óptimas que pueden considerarse sobrehumanas. Y resulta que los tramposos recurren a la ayuda de las máquinas para que les soplen las jugadas. Eso es lo que piensa —o pensaba, al menos hasta hace muy poco— el noruego Magnus Carlsen, el campeón del mundo, del estadounidense Hans Niemann, de 20 años.
Carlsen
sospechaba que Niemann había recibido ayuda, llamémosla 'semidivina', para
ganarle en una partida disputada en la Sinquefield Cup en septiembre de 2022.
Niemann, que ha sufrido un auténtico linchamiento digital, en parte debido a
sus antecedentes (ha confesado que hizo trampas cuando era adolescente en
partidas on-line), defendió su inocencia y aseguró que estaba dispuesto a jugar
desnudo para demostrar que no se sirve de dispositivos. Antes, Carlsen había
dicho: «Creo que Niemann ha hecho más trampas, y más recientemente, de las que
ha admitido en público. Durante nuestra partida, en momentos críticos, no
estaba concentrado plenamente ni mostraba signos de tensión».
La
teoría de que Niemann hizo trampas con unas perlas anales conectadas por
'bluetooth' al móvil de un cómplice ha hecho furor. La difundió Elon Musk
Carlsen hizo esta acusación sin pruebas y
Niemann acabó demandándolo por 100 millones de euros. El joven estadounidense
incluyó también en su demanda a Hikaru Nakamura, otro ajedrecista que puso en
duda la limpieza de su juego, y al portal Chess.com, que vetó a Niemann y, más
tarde, señaló que pudo haber utilizado un programa informático en más de cien
partidas on-line hasta 2020.
Niemann los demandó por «difamación, boicot grupal ilegal, interferencia
ilícita con las expectativas contractuales y comerciales y conspiración civil».
El escándalo ha tenido así al mundo del ajedrez al borde de la histeria durante largos meses. «Una situación como esta no tiene precedentes en 50 años», sentenció el excampeón mundial Garri Kaspárov.
Desde entonces, no ha habido foro que no se
llenara de comentarios. Y, por supuesto, la ocurrencia, aireada por Elon Musk en Twitter,
de que Niemann llevaba unas perlas anales conectadas por bluetooth al móvil de un cómplice con
acceso a un programa informático, y que le transmitía mediante vibraciones en
morse las sugerencias de la máquina, hizo furor, propiciando que no solo se diseccionara
cada movimiento de la partida, sino también cada gesto de los jugadores. «¿Me
estás diciendo que estos tipos pueden tener sus próstatas zumbando durante
horas y no mostrar ningún signo de felicidad sexual?», escribió Miles Klee en Rolling Stone.
El
escándalo ha tenido al mundo del ajedrez al borde de la histeria. «Una
situación como esta no tiene precedentes en 50 años», sentenció el excampeón
mundial Garri Kaspárov
Como
sea la polémica era ya imparable y Ken Regan debía emitir un veredicto. Analizó
por ello no solo la partida de marras contra Carlsen, sino todas las que el
joven estadounidense había jugado en los dos últimos años, remotas y
presenciales. Y mostró los resultados en una curva de campana cuya distribución
era normal. Por tanto, inocente. Y explicó a Chessbase que la fortaleza de
Niemann no dependía ni depende tanto de su calidad, sino de que sus rivales
bajan su rendimiento al enfrentarlo. Gana quien comete menos errores. Y otro
campeón mundial, Anatoly Kárpov, le daba la razón: «No es que Niemann jugase
muy bien, es que aquel día Carlsen jugó mal».
A
casi un año de todo aquello, la demanda de Niemann contra Carlsen ha sido
desestimada en junio pasado por un juez federal de Missouri, Estados Unidos, lo
cual ha ayudado a rebajar la tensión, posibilitando incluso que el noruego y el
estadounidense hayan firmado ahora la paz. El estadounidense ha retirado su
demanda contra Carlsen y este ha reconocido que «no hay evidencias de que
Niemann hiciese trampas en torneos presenciales».
«Reconozco
y comprendo el informe de Chess.com, incluida su afirmación de que no hay
pruebas determinantes de que Niemann haya hecho trampa en su partida contra mí
[en la Copa Sinquefield, en 2022] —ha dicho el número 1 del mundo—. Estoy
dispuesto a jugar contra Niemann en torneos futuros, en caso de que nos
emparejen».
Carlsen:
«No hay pruebas de que Niemann haya hecho trampa contra mí. Estoy dispuesto a
jugar contra él en torneos futuros». Niemann: «Espero competir contra Magnus en
ajedrez en lugar de en los tribunales»
Niemann también enterró su hacha: «Me complace —ha dicho— que mi demanda contra Magnus Carlsen y Chess.com se haya resuelto de manera mutuamente aceptable y volver a Chess.com. Espero competir contra Magnus en ajedrez en lugar de en los tribunales». La revancha, de haberla y no hay motivos para que no la haya, promete ser una de las esperadas. El morbo está servido.
Semejante guirigay ha estado más que
justificado: las trampas en el ajedrez son como el dopaje en otros deportes.
Una lacra. Carlsen incluso fue más allá y lo dijo en su día: «Representan una
amenaza existencial para el ajedrez». Y son legión los que piensan que, al
menos en este punto, tenía y tiene razón y que ha puesto, además, el dedo en
una llaga que supura desde que la pandemia y la serie Gambito de dama convirtieron este
juego en una diversión de masas que ahora mueve más dinero que nunca. Carlsen
mismo ha construido, de hecho, un conglomerado empresarial que vale unos 83
millones de euros.
Por eso, a Ken Regan, el cazatramposos, se lo
considera un oráculo. Lleva 17 años prestando sus servicios a la Federación
Internacional de Ajedrez (FIDE). Y es el garante de la limpieza de
un juego cuya reputación está, más que nunca, en entredicho. El hombre lleva ya
un tiempo desbordado. «La pandemia me daba tanto trabajo en un solo día como el
que solía tener en un año», reconoció a The
Guardian. Y eso que las plataformas tienen equipos humanos dedicados a
detectar el fraude, además de sus propios recursos automáticos. Pero que la
paranoia haya saltado a los torneos presenciales denota hasta qué punto el tema
es preocupante.
La
fortaleza de Niemann –dice el cazatramposos– no es su calidad, sino que sus
rivales tienen un rendimiento inferior cuando se enfrentan a él
No obstante, las trampas, o las sospechas, son consustanciales a la historia de este deporte. Víktor Korchnói recelaba del sabor de los yogures que le servían a Kárpov en 1978. «Ummm, es de pera y ha movido la torre… Y ahora le dan uno de piña y mueve el alfil. ¡Árbitro!». Y es que los jugadores pueden ser muy quisquillosos. A Borís Spáski y a Mijaíl Tal se los acusaba de hipnotizar a sus rivales, y algunos se presentaban con gafas de sol para evitar su influjo.
En el Campeonato del mundo de 2006 Vládimir Krámnik (a la izda.)
fue acusado por Vaselin Topálov (a la dcha.) de hacer trampas al ir hasta 50
veces al baño. Insinuó que podía estar consultando allí un dispositivo
camuflado. Reclamó a la FIDE y, tras aplicar un complejo análisis estadístico,
Regan concluyó que Krámnik jugó limpiamente.
Pero
a Regan, en caso necesario, no le tiembla la mano. Investigó la colusión de
tres integrantes de la selección de Francia en la Olimpiada de 2011, que fueron
suspendidos, y fue determinante en la caída del campeón búlgaro Borislav
Ivanov. Aunque el norteamericano Fabiano Caruana pone un granito de sal a sus
trofeos: «Conozco al menos un caso de alto perfil en el que tengo cero dudas de
que hubo engaño y que fue exonerado por el análisis de Regan».
En
los torneos presenciales se reclaman medidas como las de los casinos: escáneres
de aeropuerto, aislamiento electrónico, retardo en la transmisión en
'streaming'…
A
diferencia de otros expertos, Regan no se limita a un examen comparativo de los
movimientos del humano con el de diversos programas de ajedrez, para ver si
coinciden. No serviría. La razón la expresa el gran maestro Alexander Gríschuk:
«Solo alguien muy estúpido que juegue la primera línea que le sugiere el
ordenador tiene probabilidades de ser detectado». Los programas suelen mostrar
varias opciones. Y basta con no seguirlo al pie de la letra, sino solo en
momentos decisivos, para evitar que te pillen. El entrenador de ajedrez Jorge
Murakami lo resume así: «No todas las jugadas de una partida tienen la misma
dificultad o importancia… Y ese es el problema de un maestro decidido a hacer
trampas y pasar inadvertido: hace de Clark Kent la mayor parte de la partida,
pero, cuando el resultado está en juego, se transforma en Superman».
¿Soluciones? En los torneos en remoto ya se
aplican tecnologías de rastreo ocular (como en los exámenes universitarios
durante la pandemia). Y en los presenciales ya reclaman medidas parecidas a las
de los casinos: escáneres como los de los aeropuertos, vidrios que separan al
público, aislamiento electrónico, además de un retardo en la transmisión en streaming…
Un millón de monos escribiendo el 'Quijote'
Si
incluso así hay dudas, ahí aparece la pericia de Regan. Fue campeón juvenil de
Estados Unidos en 1977 y posee el título de maestro internacional, aunque nunca
pensó en jugar profesionalmente. Se marchó a Oxford, donde realizó un doctorado
en teoría de la complejidad. Ha diseñado un programa llamado Fidelity. Es
predictivo, parecido a los que se utilizan en la inversión en Bolsa, basado en
millones de partidas anteriores; y es neutral, se puede aplicar a todo tipo de
decisiones, no solo a las que toman los ajedrecistas. Pero no se centra
únicamente en detectar actuaciones portentosas.
Y es que no solo los dioses hacen milagros.
Los matemáticos tienen su propia definición de un evento milagroso para poder
encajarlo en sus ecuaciones sobre aleatoriedad: aquel que sucede con una
frecuencia de una vez por millón, acuñada por J. E. Littlewood. Otro matemático
Émile Borel, planteó que un millón de monos aporreando un millón de máquinas de
escribir acabarían escribiendo el Quijote, con
tal de que haya tiempo suficiente (milenios, o más bien eones) para que el azar
haga su trabajo.
Cada
día se juegan 10 millones de partidas en Chess.com y 5 millones en Lichess.org,
las dos plataformas más populares del mundo. Esto significa que 15 jugadores
juegan divinamente cada día.
LA
FÓRMULA MATEMÁTICA ANTITRAMPAS
«Yo sé si está jugando un
humano o una máquina»
Máxima autoridad de la Federación Internacional de Ajedrez para la
Integridad del Torneo.
Qué nivel alcanzaría Dios en el ajedrez no es una pregunta retórica. Los científicos llevan décadas intentando responderla. Se puede formular de otra manera: ¿existe el juego perfecto? Por el momento, la respuesta es no. Y no está claro que las computadoras se estén acercando. Ken Regan argumenta que la puntuación ELO, un método estadístico para valorar la habilidad relativa de los jugadores, de una entidad divina sería de 3600. Carlsen alcanzó en 2019 la cifra de 2882. El límite humano. Pero Stockfish, el programa más potente, con permiso del algoritmo de AlphaZero, que ahora se dedica a cosas más útiles, como predecir la estructura de millones de proteínas, anda ya por los 3400