En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, fecha de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana.
Este artículo fue publicado en Tribuna
de EL COMERCIO el 09/03/2016
¿Cuánto tarda usted en revisar un
documento de trescientas y pico páginas? Me encontraba estos días analizando
uno de ellos, buscando la información que me interesaba y, tras diez minutos de
lectura, me percaté que apenas nueve páginas la contenían. Lecturas más
pausadas requieren más tiempo y las mujeres que trabajamos dentro y fuera de
casa hemos de sacarlo de las piedras. Malabarismos hacemos padres y madres para
compatibilizar la dedicación a la familia y al trabajo. El derecho al progreso
profesional de ambos miembros de la pareja trae consigo la necesidad de
repartir alícuotamente, esto es, a partes iguales, los temas relativos a la
intendencia casera y el cuidado de los hijos. Una decisión que, en total
libertad, debe tomar la pareja cuando decide tener hijos, dado que la
descendencia, que yo sepa, es cosa de dos. Y de nadie más. En relación a este
punto, las declaraciones de la señora María Pazos en la celebración del Día
Internacional de la Desigualdad Salarial (véase EL COMERCIO 23/02/16) me dejan
descolocada. Habla de la precariedad laboral a la que necesariamente se ven
abocadas las mujeres al tener que elegir entre la vida profesional y la
familiar – solicitando excedencias y reducción de jornada, con el descenso de
salario que eso supone –. La jornada reducida pueden pedirla ambos y, si lo
hace la mujer, eso es algo que corresponde a la pareja determinar. No es nada
que se pueda imponer o evitar desde fuera del seno de la pareja. Esta señora sale
a la palestra con afirmaciones como que “las mujeres son las más cualificadas y
las que mejores notas sacan”. ¡Y sin inmutarse! Soy profesora y he visto de
todo en este aspecto. No creo que se pueda generalizar de esa forma.
En mi opinión, la
igualdad profesional y salarial se logra de dos formas: con talento y con
trabajo. Y quien tiene más capacidad y le echa más horas llega más arriba. No
tiene vuelta de hoja. No conozco otra vía justa e igualitaria para lograrla. Y
todo lo que se salga de ahí es discriminatorio. Tratar de lograrla a base de
cuotas o discriminación positiva me parece precisamente eso, discriminatorio. O
utilizar el argumento de visibilizar a la mujer. Hacerlo porque sí, porque
ahora toca, tiene sus costes. Me invitaron no hace mucho a una Jornada sobre
Salidas a Bolsa en Valencia financiada por la Cátedra de Finanzas Internacionales
y Santander Universidades, por ser la experta principal en el tema de inicio de
cotización bursátil en nuestro país. Y para allá me fui a presentar un par de
ponencias sobre el particular. La semana pasada, la Universidad de León me
invitó a dar clase en el European Master in Business Studies, un título de
postgrado que requiere un alto nivel de inglés entre el profesorado y con
alumnado internacional de diversos países. Sinceramente, si de esos lugares me
hubieran dicho que me invitaban porque, por temas de igualdad, “tocaba
visibilizar” a una mujer, les habría dicho que se fueran a paseo con su
invitación. Rectifico. Habría modulado el tono y las formas, por el bien de las
relaciones interuniversitarias pero, desde luego, ganas de decirlo no me habrían
faltado y, por descontado, les habría dado mi opinión. Ser mujer no es la
variable determinante para la selección de personal en la mayoría de ámbitos y
profesiones. Para la pasarela de modelos femeninos entiendo que sí. Para dar
clase en un máster de Finanzas o formar parte del consejo de administración de
una gran empresa, yo pienso que usar sujetador no es un factor decisivo en la
elección. En la misma línea de pensamiento de la señora Pazos se encontraba el
reportaje sobre liderazgo femenino publicado en el suplemento “Mujer Hoy” (Nº
869) que acompaña a EL COMERCIO (5/12/2015). En dicho artículo, la señora
Almudena Román, directora de ING Direct España, declara que “las mujeres
tenemos que tener más liderazgo porque en nosotras están más presentes la
sinceridad, la empatía, la comunicación y la colaboración”. Yo creo que afirmar
eso es tachar de mentirosos, no empáticos y con capacidades de comunicación y
colaboración mermadas a los hombres. Me parece injusto porque esas cualidades
se dan en ambos sexos y dependen más bien de la persona que del sexo al que
pertenece. ¿Es acaso adecuado defender los derechos de un sexo, atacando al
sexo contrario? No lo creo. Por otro lado, el liderazgo y dirección de una
empresa o una institución, que es una cosa muy seria, ha de estar basado en la
capacidad y el talento, en la inteligencia para llevar una empresa, que no es
cosa fácil. Siguiendo la línea del anterior, se encuentra un reportaje titulado
“Finanzas, ¿cuestión de hombres?”, publicado en la edición de “Mujer Hoy” de
28/11/2015 donde se planteaban las dificultades de las mujeres en un territorio
muy masculino. Ciertamente, dedicándome a las finanzas, puedo corroborar que,
efectivamente, es un campo con mayoría masculina, pero nunca he pensado que eso
se deba a una discriminación de los hombres contra las mujeres en este sector
sino sencillamente a que les gusta menos, les atrae en menor medida o piensan
que les va a resultar más difícil y por eso se lanzan a otras áreas como el marketing
o la gestión de personal. Leer en ese reportaje las declaraciones de Mercedes
Arroyo, consejera patrimonial de AXA Exclusiv remata la jugada: “Somos más
previsoras y organizadas, pero en el sector financiero aún no hemos cogido las
riendas”. Erre que erre con la misma idea. ¡Vamos a ponernos por encima como
única forma de lograr el objetivo! ¡Qué error!
Lamento mucho
decirlo, señoras, pero en esta forma de defender la igualdad no veo más que complejos
por ser mujer. Se está desarrollando una
línea de defensa de la igualdad de la
mujer que pasa por atropellar, avasallar, reclamar cuotas basadas en la
igualdad numérica más que en la valía de las personas, y creo que no se debe empujar
de esa forma porque eso convertirá nuestro progreso en algo menos meritorio. No
se trata sólo de lograr el objetivo de igualdad, sino también de la forma de
lograrlo. Sin empujar, señoras, por favor.
En un reciente
reportaje de televisión la señora Julia Otero señalaba que somos unas
desagradecidas quienes no nos definimos como feministas. Yo le diría aquello
tan sabio que decía el portero de la serie “Aquí no hay quien viva”: “Un
poquito de por favor”. Las hay que creemos sencillamente en el igualitarismo;
sin feminismos, ni machismos, porque ya hemos sido educadas en igualdad
respecto a nuestros hermanos varones y hemos trabajado y trabajamos cada día en
igualdad con nuestros colegas varones. Todo llega señoras. ¡Tranquilas! Apurar
con métodos distintos de la mera acumulación de méritos es estropear un
merecido progreso de la mujer que se va a dar, por mera evolución natural de
las cosas. Creo que ya comenté desde esta tribuna la discriminación positiva de
la que disfrutan las mujeres en el ajedrez. Recientemente, en un campeonato en
el que participaba mi primogénito, una niña se negó a salir a recoger su
medalla, porque consideraba que al no haber quedado en los primeros puestos,
ella no la merecía. Resume perfectamente con su gesto lo que pretendo transmitir.
Miro a esa niña y no dejaré de mirarla, amable lectora, porque su novedosa
actitud, de inteligente niña que es y brillante mujer que será, es para mí la
mejor forma de celebrar la igualdad de la mujer, tal y como yo la veo y la
entiendo, esto es, igualitariamente y sin sesgo ninguno.