en TRIBUNA DOMINICAL de EL COMERCIO
La economía española ha mantenido firme
el timón del crecimiento durante los últimos años, con un crecimiento superior
al 3% en 2015, 2016 y 2017, sorteando la incertidumbre generada por la
irrupción de Podemos y las dificultades para formar gobierno, que condujeron a
nuevas elecciones. En este periodo, la economía ha hecho frente, con éxito, a
la falta de pulso reformista, a la debilidad del comercio global y a la
ralentización de la eurozona. Sin embargo, en 2018 sigue afrontando la crisis
secesionista catalana. Las tensiones habidas entre la Generalitat y la
Administración Central llevaron a que el procés restara al PIB nacional, pero
apenas unas décimas. La parte positiva es que la activación del artículo 155
logró minimizar las turbulencias aunque es la causa que refiere el PNV para no
apoyar los presupuestos en su tramitación parlamentaria. Es decir, que lo que
ha evitado la debacle definitiva es precisamente lo que obstruye la aprobación
de los presupuestos nacionales, que sería lo más beneficioso para la ciudadanía
española. Con las enmiendas y correcciones que se quisieran hacer, debidamente
fundamentadas, pero pensando en los ciudadanos, el partido que aspira a volver
a gobernar debería ayudar a que el país siguiera funcionando y no todo lo
contrario. Miro a los mercados financieros y sólo veo una apatía que es reflejo
de esta tensión política, de no tener la seguridad de que las cosas vayan a llegar
a buen puerto. La mejora económica que experimentamos debería traducirse en una
mayor actividad en los mercados o, incluso, en concentración de nuevas
emisiones. Es lo que en la literatura académica se conoce como “hot isssue
markets”, referido a la activación de emisiones para tener un mercado
financiero más amplio, con mayor número de activos financieros cotizados. Por
el contrario, hemos tenido la salida a bolsa de Sareb pero en el MAB (Mercado
Alternativo Bursátil) y se esperan, además de la de Metrovacesa que ya tuvo lugar, la de
otras dos empresas del sector, Testa Residencial y Vía Célere, que cotizarían
en el Mercado Continuo, si no se echan atrás.
Magnífica ilustración de Gaspar Meana
Vaya por delante que no tengo carné político, ni vinculación política alguna y no siempre he votado al mismo partido político. El presidente del tribunal de mi tesis doctoral, que siempre se define como “aldeano de Carreño” pero que ha llegado a las más altas cotas de prestigio del país en el ámbito de la economía, incluido el premio Rey Jaime I, siempre dijo que un auténtico universitario ha de ser independiente. Con toda seguridad existen grandes nombres en las universidades que disponen de filiación y vinculación política pero qué quiere que le diga, a mí aquello se me quedó. Una nunca sabe en qué tentaciones puede llegar a caer en la vida, aunque una de las cosas buenas de ir haciéndose vieja es que se va conociendo una mejor y el privilegio de la independencia política – y mental – es demasiado apetitoso para renunciar a él, así como así. Tengo claro que hay partidos políticos en este país que aprueban mucho mejor que otros la asignatura de economía. Un país no es sólo economía, pero que tal cosa funcione bien es cada día más importante y difícil, aunque nos pese a todos los ciudadanos, economistas incluidos. Es por ello que no entiendo que progresando en la complicada asignatura de economía no se pueda seguir avanzando como país, y que con la inestimable “ayuda” de algunos políticos se bloquee el proceso de negociación presupuestaria y se ponga en peligro la legislatura, para así tener la posibilidad de que se convoquen nuevas elecciones y acceder “ellos” al poder. Lo importante son “ellos”. Consideran que les toca gobernar a “ellos”. Y que los ciudadanos españoles hayamos tenido que votar no una sino dos veces para lograr un gobierno, por los pelos y con ayuda asturiana, porque se amagó con la posibilidad de unas terceras elecciones, eso es lo que menos les importa. A los políticos españoles, claro está. A los alemanes, a los que sin duda también les importa su ombligo, cuando llega la hora de la verdad ceden por el bien de los ciudadanos alemanes y el bien de su país. Y a lo mejor, por eso, Alemania está donde está en Europa y nosotros, pudiendo ser más grandes, nos empeñamos en autodestruirnos o ponernos piedras en el camino, a ver si así nos dinamitamos nosotros mismos o abortamos nuestra proyección como país. ¿Se parece la actitud de Martin Schulz líder del SPD alemán a la del líder actual de los socialistas de nuestro país? En mi opinión, es tanto como comparar un huevo con una castaña. Dejo para usted, amable lector, decidir quién es qué en tal comparación.