jueves, 19 de octubre de 2017

REFLEXIONES DESDE CAMBRIDGE (VIII)

                   Este artículo fue publicado el 18/10/17 en el diario EL COMERCIO 

¿Por qué lo llaman amor?


“¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?” es el título de una comedia española protagonizada por Verónica Forqué en los 90. A veces se pueden exponer unas razones cuando las auténticas son otras. Desde la distancia de la isla británica me preguntaba yo por qué en todo este conflicto catalán se invoca sólo al nacionalismo cuando el problema también tiene una raíz económica o quizás, por deformación profesional, veo el origen económico del mismo: esa supremacía económica catalana, unida a un cierto complejo de inferioridad que tiene el catalán, tal vez basado en que nunca fue un reino, como sí lo fueron Aragón, Castilla, León o Asturias. Lo curioso es que el tiro les ha salido por la culata y tratando de defender su superioridad económica en España, la “España que les roba” según mienten, han provocado una masiva “Tocatta e Fuga” empresarial. Los bancos y empresas catalanas se sienten “tocadas” injustamente y por ello se “fugan”. ¡La mitad del PIB catalán se ha deslocalizado y esto tiene un efecto sede importantísimo! La velocidad de los acontecimientos da vértigo. Esta declaración unilateral de independencia, en versión “coitus interruptus” de Puigdemont, ha dejado a los independentistas más radicales con cara de circunstancias. Como resultado, parece que se aplicará el artículo 155 (cuando escribo estas líneas aún no se ha decidido). Si finalmente es así, más vale tarde que nunca. Estoy en Gran Bretaña y aquí, en este país, se tuvo intervenida a Irlanda del Norte mientras fue necesario. En octubre de 2002, y por cuarta vez desde que se firmaron los Acuerdos de Viernes Santo, en 1998, el Gobierno de Tony Blair decidió intervenir la autonomía de Irlanda del Norte. Fue la única forma de superar la crisis política y no pasó nada: la comunidad internacional no puso el grito en el cielo. Y aquí sigue el Ulster, pegadito a la Gran Bretaña. 

 Detesto tener razón cuando no quiero tenerla. Lo dije en su momento, en mi blog económico para EL COMERCIO (informe de fecha 09/09/2017 titulado “Riesgo catalán”) que, a pesar de las previsiones optimistas de algunos, yo no tenía nada claro que no se fuera a producir tal declaración de independencia. Desafortunadamente así ha sido, aunque en esta versión tan rara para generar mayor victimismo; algo que a los nacionalistas se les da de cine. Escucho la radio inglesa y algún periodista lo califica de absurdo teatro. Puigdemont ha tenido a toda Europa pendiente de él: nunca pudo imaginar tanta expectación sobre su persona. Ha hecho el más soberano ridículo internacional. Otra cosa que me asombra es con qué facilidad han logrado convencer a la juventud. Tengo la impresión de que una parte de Cataluña ya se ha ido, aunque legalmente consigamos amarrarla. Y lo peor es que es la parte más joven de Cataluña; los que han sido maleducados en el odio a España: la España represora cuya historia les han contado repleta de falsedades. Escuché en internet algunos testimonios y casi se me cae el alma a los pies. Tanto por el bajo nivel intelectual, como por la pobreza de los razonamientos. El vídeo de esta chica se lleva la palma: https://www.youtube.com/watch?v=BY42pkI7wO0. Declara que ella no era independentista pero que un chico de la CUP la convenció en una hora. Sin comentarios.

Por aquí, Theresa May sigue tratando de superar la división de su gabinete y aferrándose al cargo. Se negó tres veces en una entrevista a garantizar a los residentes europeos su estancia si falla el acuerdo de negociación del Brexit con la UE. Me parece una falta de respeto. Se equivocaron en plantear el referéndum y se están equivocando en su tramitación. Y por si tuvieran poco con lo suyo, nos dan lecciones de lo que se ha de hacer en España, recomendando un referéndum pactado para Cataluña, como con Escocia. A todo esto, amable lector, Nicola Sturgeon pidiendo otro referéndum. Si Winston Leonard Spencer Churchill levantara la cabeza….