Hay un hombre que se llama Javier, que es sacerdote y que se empeña en alegrarme la vida. Me hace feliz que esté en mi vida. Me sorprende cuando menos me lo espero. Y me resulta muy agradable.
Hay cosas que son incondicionales. Y que no tienes que hacer nada para que sucedan. Sencillamente suceden. No siempre es así.
Comparto alegrías, para quien le gusten.
Y esto, que no es un chiste, para los que se creen eternamente jóvenes. Que los hay.