Acabo de leer la entrevista a Siri Hustved en el suplemento MUJER HOY nº 944. Sinceramente no estoy de acuerdo con la idea que plantea, dejando caer que es preciso que se desvanezca la amenaza del deseo erótico para que la mujer gane en credibilidad.
No creo que sea así. Sencillamente es una cuestión de actitud. Que una mujer tenga belleza no tiene porqué impedir que la respeten o la tomen en serio profesionalmente. Todo depende de su actitud. De la manera de llevar la belleza. Es mi opinión.
Siri Hustvedt
NOVELISTA
“Cuando se desvanece la amenaza del desdeo erótico, la mujer gana en credibilidad
La apasionada y apasionante mente de Siri Hustvedt nunca deja de hacerse preguntas. Y sus respuestas siempre son eruditas, desafiantes y científicas. Hablamos con ella en Bilbao sobre Dios, el psicoanálisis y Paul Auster.
Delante de un cuadro puede estar una hora y media. O dos. Siri Husvedt permanece como en trance. Esperando. A veces tan cerca de la obra que el guardia de seguridad le pide que se aleje. Pero ella, como en un encuentro sexual eternamente postergado, nunca toca el cuadro, solo lo mira. Su propósito es cazar al fantasma del artista, penetrar en el misterio humano, entenderlo. A veces, incluso descubre algo que nadie había visto antes.
Por ejemplo, en Los fusilamientos del 3 de mayo encontró un autorretrato de Goya que los historiadores ignoraban; y en Mujer con collar de perlas, de Vermeer, se dio cuenta de que había un huevo en una ventana que cambiaba por completo el significado de la obra. Ahora, según su interpretación, se trata "evidentemente" de una Anunciación. Por supuesto, mientras la escritora mira
los cuadros, el resto del mundo la mira a ella. Siri Hustvedt es una de esas
mujeres despeinadas capaces de hacer de una camiseta blanca un ejercicio
involuntario de sofisticación. De mirada vehemente y espalda alineada (ese
gesto erguido del yoga o la danza, inacce- sible para algunas y tan natural
para otras), es una mujer de 62 años que mide más de 1,80 y es delgada,
elegante, rubia, de ojos azules, minimalista, escandinava.
Todas las noches Paul y yo vemos una
película de los años 30 y nos reímos"
Cuando el escritor Paul Auster la
conoció en una lectura de poesía en 1982 creyó que era modelo, y lo cierto es
que durante su etapa universitaria lo mismo hacía de camarera que desfilaba a
en grandes almacenes para ganar dinero. También escribía una tesis sobre
Dickens y era una fanática de Sigmund Freud y de Kierkegaard. En eso no ha
cambiado.
Hudsvedt siempre dice que se enamoró de
Paul Auster al instante; él, que lo suyo fue mucho más lento: tardó 10 minutos.
En esa época, el escritor de Trilogía de Nueva York se estaba separando de su
primera mujer, Lydia Davis, un matrimonio destructivo cuyo hijo inspira al
inquietante adolescente de la novela de Siri Hudsvedt Todo cuanto amé.
Entonces, los dos eran "solo"
poetas; pero cuando se fueron a vivir juntos algo se abrió o se amplió en su
deseo y empezaron a escribir novelas. Desde esa época, comparten todo lo que
escriben. Él le va leyendo fragmentos en voz alta a medida que avanza con el
manuscrito que tiene entre manos. Ella prefiere esperar a tenerlo terminado y
que él lo lea en silencio.
Para la entrevista, hemos quedado con
Siri Hudsvedt en las oficinas de La Alhóndiga de Bilbao, donde es la cabeza de
cartel del festival literario Gutun Zuria. A sus 62 años, su presencia sigue
siendo igual de imponente que cuando tenía 40, aunque las marcadas arrugas de
su rostro la acercan más que nunca a un personaje trágico del cine de Ingmar
Bergman.
El psicoanálisis me ha liberado tanto en
la vida como en el arte"
Su último libro es un compendio de
ensayos sobre feminismo, arte y ciencia con el sugerente título La mujer que
mira a los hombres que miran a las mujeres (Ed. Seix Barral). Un conjunto de
artículos de divulgación de todos esos temas que tanto le apasionan: la
neurociencia, la literatura, la relación entre el yo-la psique-y el cuerpo, la
intersubjetividad, el suicidio, la migraña, la diferencia entre síntoma e
inspiración, la construcción de los recuerdos, Susan Sontag y el porno; el
psicoanálisis. No hay una manera de acercarse a Siri Hudsvedt que no sea
intelectual, pero lo paradójico es que para ella lo teórico se funde siempre
con lo pasional. "Lo que no se siente, no se recuerda -dice-, porque sin
emoción no hay memoria".
Para la sesión de fotos, la maquilladora
le ahueca un poco el pelo con las manos, que recupera el volumen. "Se me
ha aplastado con la lluvia . ¡No es gracioso? -añade Siri con ironía-. Siempre
estamos tratando de levantar cosas que inevitablemente se van a caer...".
Pero a veces, el efecto de la caída es
paradójico: "Para mí, tener una cara más vieja ha sido una ventaja. De
hecho, ahora me siento más respetada que antes". ¿Por qué? "Bueno, a
veces a la mujer le conviene hacerse mayor porque su rostro envejecido ya no
encierra la amenaza del deseo erótico y gana en credibilidad".
Paul Auster es una estrella literaria en
España, Francia y Argentina, pero en Estados Unidos y Gran Bretaña, la fama de
ambos está más igualada y a él se le considera un autor más comercial.
A pesar de la diferencia de estilos y
temáticas, inevitablemente, Hudsvedt ha tenido que lidiar a lo largo de su
carrera con la etiqueta de "la mujer de", pero se niega a quejarse:
"Sé que soy una privilegiada. Mi primera novela, Los ojos vendados, fue
traducida a 17 idiomas y ya entonces tuve muy buenas críticas. Nunca me he
sentido una persona ni una artista ignorada, pero conozco a una gran cantidad
de hombres y mujeres que son excelentes escritores y ni siquiera han conseguido
publicar".
Los artistas somos caníbales consumiendo
a otros artistas"
Lo que prefiere no decir Siri es que, a
principios de los 90, había críticos que insinuaban que "muy
probablemente, se la había escrito su marido" o "la había
ayudado". Una sombra de sospecha típica en las parejas de creadores, que
hoy, con una trayectoria tan personal y más de 10 títulos en su bibliografía,
resulta sencillamente ridícula.
Sin embargo, pese a su reticencia a
quejarse de su experiencia personal, en su última novela, El mundo deslumbrante
(publicada en Anagrama) traza un complejo juego de máscaras y falsas
identidades para examinar los prejuicios de género en el arte y acaba
transmitiendo un mensaje feminista que resuena radical: "Todas las
creaciones intelectuales y artísticas, incluso las bromas, las ironías o las
parodias tienen mejor recepción en la mente de las masas cuando saben que
detrás de una gran obra se encuentran un par de pelotas".
Mujerhoy: ¿Está de acuerdo?
Siri
Hustvedt: Bueno, no soy yo quien lo dice, sino
Harriet Burden, mi personaje. Y yo no soy como ella, que es una mujer
extraordinaria pero no consigue ser vista. Mi intención cuando la creé -y tengo
que reconocer que fue tremendamente divertido hacerlo- era aplastar todos los
estereotipos sobre la feminidad: Harriet es una mujer altísima, con unos pechos
y unas caderas enormes, pero también intelectual, artista y madre pasional que
se preocupa por sus hijos y los cuida muy bien. Un ser extremo, tan generoso y
genial como manipulador, que se escapa a todo intento de categorización.
Mujerhoy: Lo que sí comparte con la protagonista
de El mundo deslumbrante es la curiosidad insaciable, su deseo de entenderlo
todo...
Siri
Hustvedt: Sí, eso sí. Yo creo que para hablar de
algo, hay que dominar la materia. No creo que saber un poco de muchas cosas sea
bueno. Cuanto más sabes, más crítico eres y eso es sencillamente porque sabes
realmente de lo que estás hablando. Me irrita la banalización de lo complejo.
No todo es fácilmente traducible, no todo se puede contar en un titular.
La bibliofilia es el vicio nada secreto
de Siri Hustvedt. En ocasiones, Paul Auster ha comentado en tono jocoso que le
ha pedido a su mujer que deje de llevar libros de psicología a su casa de una
vez, pero ella los sigue metiendo a escondidas por la puerta de atrás en una
bolsa de papel marrón, como si en vez de sesuda teoría, llevara botellas de
vino barato.
Me irrita la banalización. No todo se
puede contar en un titula"
Mujerhoy: Teniendo en cuenta que dedica n más de
ocho horas al día a leer y escribir y que viven en un ambiente tan intelectual.
¿Alguna vez se permiten hacer algo superficial y estúpido como el resto de los
mortales?
Siri
Hustvedt: ¡Claro! [Risas]. Mi marido y yo disfrutamos
muchísimo después de cenar viendo viejas películas. Los dos amamos el cine de
los años 30. Mis actores favoritos son James Cagney y Barbara Stanwick. Y
créeme, algunas de esas películas son tontísimas, pero nos encantan.
Siri Hustvedt es la mayor de cuatro
hermanas y nació en un pequeño pueblo de Minnessota con una gran comunidad de
emigrantes escandinavos. "Soy norteamericana, pero mi lengua materna es el
noruego y he crecido con una constante sensación de otredad. De niña, muchas
veces fantaseaba con tener un hermano y me preguntaba cómo habría sido yo de
haber nacido chico. Mis padres eran muy exigentes y terriblemente
religiosos".
Mujerhoy: ¿Hoy cree en Dios?
Siri
Hustvedt: [Suspira] Nací en una comunidad luterana
muy estricta, pero hacia los 14 años hice una especie de transición... hacia
otra cosa. Crecí fascinada por la Biblia y por algunos textos místicos de
la tradición cristina, como la biografía de Santa Teresa, que nunca
he dejado de leer... En lo que sí creo es en que hay aspectos de la experiencia
humana que son colectivos, no individuales. También creo que parte de la
experiencia de esos estados colectivos son misterios. Lo que yo llamo, "lo
de en medio", ese espacio que se crea entre nosotros cuando estamos juntos
y que no tiene que ver con lo que sucede dentro de cada sujeto, sino
"entre los sujetos"...
Mujerhoy: En su último libro, admite que empezó a
leer a Freud a los 16 años, pero que no se tumbó en el diván hasta los 53. ¿Por
qué tardó tanto?
Siri
Hustvedt: ¡Lo mismo me preguntó mi psicoanalista!
Pero supongo que si no lo hice fue porque mis síntomas neuróticos no me
parecían suficientemente graves. Ahora sé que me equivoqué porque, en mi caso,
la terapia ha sido un proceso liberador tanto en la vida como en el arte.
Y es que al diván a veces se llega por
dolor, pero otras, también, por desconcierto. Siri no se sentía deprimida ni
especialmente angus-
tiada cuando en 2006 se disponía a dar
un discurso de homenaje a su padre en la Universidad de Minesotta. Dos años
antes había leído su panegírico en el funeral sin derramar ni una sola lágrima,
pero aquella mañana, en el atril, sus brazos y sus piernas empezaron a
estremecerse de un modo casi incontrolable. Su voz sonaba serena, pero su
cuerpo se convulsionaba por su lado.
Mi lengua materna es el noruego. crecí
en una comunidad de emigrantes"
Los desórdenes en el sistema nervioso no
eran nuevos para la escritora, quien desde niña ha sufrido terribles migrañas
con aura. Sin embargo, durante la infancia guardó silencio sobre sus
padecimientos, ya que los consideraba como un rasgo débil de su personalidad.
Aquel temblor fue el origen de un libro
hermoso e inclasificable, La mujer temblorosa o la historia de mis nervios (que
pronto será reeditado por Seix Barral, como toda su obra) y también el motivo
por el que empezó a ir a terapia dos veces por semana y, tal vez, empezó a
construir un nuevo relato sobre sí misma...
Antes de despedirnos volvemos a hablar
de arte. Por la tarde piensa ir al Museo Guggenheim y me cuenta que está
deseando ver de cerca la araña de Louise Bourgeois, Mamá, una escultura que
simboliza a la maternidad protectora y depredadora. Su ambivalencia.
En su último libro declara su amor
eterno por Louis Bourgeois, una creadora que se consagró cuando tenía más de 70
años y que tanto recuerda a su protagonista de El mundo deslumbrante. "Los
artistas somos caníbales. Consumimos a otros artistas que se convierten en
parte de -carne y hueso- para ser vomitados en nuestra propia obra. Bourgeois
siempre ha removido lo que hay en mi mazmorra. Pero, si soy totalmente sincera,
no fui consciente de hasta qué punto había influido en mí hasta hace poco. El
inconsciente obra de formas misteriosas".
Siri se marcha hacia el museo sin
paraguas y dentro de media hora la lluvia fina de Bilbao volverá a desordenar
su pelo mientras contemple, como una turista más, la poderosa araña de nueve
metros que hay en la terraza del Guggenheim. Si aplicásemos su propio método de
investigación, ¿podríamos descifrar lo que oculta?¿Encontraríamos rostros o
huevos inesperados en el paisaje humano de Siri Hudsvedt o solo a una
extranjera alta con el pelo húmedo mirando extática hacia el cielo de una
araña?