lunes, 16 de mayo de 2022

RESPONSABLES DE LA ESPAÑA VACIADA

 Este artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL 

de EL COMERCIO el 15/05/2022


https://www.elcomercio.es/opinion/responsables-espana-vaciada-20220515221904-nt.html

Responsables de la España vaciada

La supervivencia del campo es primordial para la economía y la subsistencia de un país. Se puede importar productos, claro que sí, pero también se puede cuidar lo propio y garantizar unas condiciones dignas para los agricultores y ganaderos


SUSANA ÁLVAREZ OTERO 

Domingo, 15 mayo 2022, 

Cuando mi madre entraba en los guateques de Sama de Langreo se fundían los plomos. Escribía Paul Auster en su 'Diario de Invierno', que no es sino una declaración de amor perpetua a la estratosférica belleza de su esposa Siri Hustvedt, que hay mujeres que caminan por la calle y parecen actrices de cine sin serlo. Mi madre es de ese tipo de mujeres. Es muy difícil crecer -poco, en mi caso- a la sombra de una madre tan bella, porque todos los comentarios que te llegan de familiares cuando vas de visita van dejando constancia de que la niña, como su madre, nada de nada. La infancia es la patria del hombre, y de la mujer añadiría yo y, al igual que los niños gorditos de pequeños, aunque adelgacen de mayores, mentalmente se siguen sintiendo gordos, lo mismo me pasó a mí. Lo que sentí de niña me llevó a entender que nunca lograría nada con mi pobre belleza e hice de los libros mis compañeros de viaje, y de la lectura y el estudio, mis aliados, convenciéndome de que en ellos encontraría mi salvación. La belleza de mi madre no pasó desapercibida a mi padre, un hombre bajo pero guapetón, que acababa de llegar de Madrid, con su título de ingeniero en la mano. Quedó deslumbrado por los increíbles ojos y pestañas de mi madre y ella, por el ímpetu de ese hombre pequeño que siempre pensaba en grande y que le gustaba mucho su nombre, que es José, no Jose, sino José, y lo antepuso al nombre de todos sus hijos varones.

La trayectoria de Pepe Álvarez no fue fácil. Se crió en un pequeño pueblo de Tineo y, como primogénito, le correspondía heredar una gran ganadería y pasarse la vida 'catando vaques' (aclaración para 'foriatos': catar significa ordeñar). Aquella idea no le gustaba nada, así que, en cuanto pudo, se fue a casa de una prima lejana de su madre que vivía en Madrid y dijo que quería abandonar el campo, ser ingeniero, irse a vivir a la capital del Principado, tener hijos y dejarles en herencia una gran cultura, sin escatimar en gastos, colegios y demás. Dicho y hecho. ¿Hizo algo malo Pepe Álvarez, escapando de un destino 'catando vaques y cabruñando', yendo a estudiar a Madrid, trabajando duro para hacer dinero, casándose con la mujer más guapa que encontró por Asturias y criando a su familia, numerosa según los parámetros actuales, en la mejor zona residencial de Oviedo? Yo diría que no. Sencillamente no se resignó a su destino; entendió aquello que afirmaba Honoré De Balzac: «La resignación es un suicidio cotidiano».


La historia de mis queridos padres -y aquí mi pequeño homenaje- es la de tantas parejas que en los años 60 y 70 del siglo pasado escaparon de los pueblos a las ciudades, tratando de mejorar sus vidas. Buscaban 'prosperar'. El resultado de tal éxodo es la España vaciada. Son por ello 'responsables', como tantos otros, de dicha España vaciada. Sergio del Molino publicó en 2016 un libro titulado 'La España vacía', que explica las características de ese éxodo del campo a la ciudad en España entre 1950 y 1970, que generó unos desequilibrios perjudiciales tanto para la ciudad como para el campo. Encontramos situaciones, cuando menos, chocantes. Dando un paseo por el campo se pueden encontrar deliciosas castañas asturianas, algo tan típico de aquí, tiradas por el suelo porque nadie las recoge. A la vez, en el supermercado nos venden empaquetadas y peladas castañas chinas. La globalización tiene indudables ventajas, pero ha generado situaciones que resultan claramente perjudiciales para los productores del país. Tenemos fruta barata en los supermercados que viene de países donde no se respetan los filtros que pone la Unión Europea (UE) en cuanto al uso de fertilizantes, pesticidas y demás, y que se vende fácilmente por su bajo precio, con el consiguiente perjuicio para la salud del consumidor y para los productores autóctonos, que sí respetan las exigencias sanitarias de la UE. Las noticias en prensa sobre protestas, más que justificadas, de trabajadores del sector primario son el pan nuestro de cada día. La supervivencia de este sector es primordial para la economía y la subsistencia de un país. Se pueden importar productos, claro que sí, pero también se puede cuidar lo propio y garantizar las condiciones para que ser agricultor o ganadero sea tan digno como ser profesor o técnico de laboratorio. Las medidas políticas que hay que tomar están muy claras. La falta de voluntad por parte de los políticos, también.

La dignificación de estos oficios pasa porque sean convenientemente remunerados. No se puede pagar al productor de leche o de trigo precios irrisorios -que no tienen ninguna gracia para ellos- y que luego se triplique el precio final al consumidor, llevándose los intermediarios la mejor parte. Este desfase no solo es injusto económicamente, sino indecente a nivel humano, poniendo de manifiesto que los agricultores, ganaderos y pescadores de este país no les importan nada a la clase política. Otra exigencia clara a las administraciones es que no impongan a estos trabajadores normas fuera de toda lógica: controles de puerta diarios, veterinarios, mediciones de todo tipo, anotaciones de multitud de cuestiones prefijadas, pautas de alimentación, etc. Es una auténtica locura además de una injusticia en toda regla que parece un intento de acabar con la adecuada producción de lo que comemos.



                                     Artículo en SELECCIÓN DE PRENSA 

                                                de la Universidad de Oviedo.