viernes, 14 de julio de 2017

REFLEXIONES DESDE CAMBRIDGE (I)

                      Este artículo fue publicado el 12/07/17 en el diario EL COMERCIO 

El Brexit desde la Universidad británica 

No sé lo que opinará usted pero yo esto del Brexit lo llevo muy mal. Y como los británicos han decidido irse, yo he decidido venir y por una buena temporada. La excusa es una colaboración de investigación en la Universidad de Cambridge que constituye uno de los retos más importantes de mi carrera profesional, por no decir el mayor. Algo de lo que no dudaba al llegar es que la visión desde la Universidad es totalmente contraria al proceso de separación. Así me lo habían manifestado en Sheffield, precisamente en una estancia docente en esa Universidad poco antes del referéndum del Brexit. Nadie en esa Universidad pensaba en semejante resultado. De hecho, estaban bastante tranquilos respecto a la permanencia. Evidentemente, muchos nos equivocamos. Desde una perspectiva académica se ven peligrar muchos fondos europeos para investigación, además de los problemas generados para la movilidad de estudiantes e investigadores desde y hacia este país. Pero una cosa es la academia, la torre de marfil, y otra el resto de la sociedad. ¿Qué opina la gente en Cambridge? Cuando ha salido el tema, en ocasiones, me han contestado con evasivas y, en algún caso concreto, se percibía un aire favorable al mismo. Estando en el supermercado, a la cola de la caja, un par de ancianas británicas comentaban que la cajera, que era polaca, seguramente no podría quedarse, porque llevaba menos de cinco años en el país. Parecían conocerla bien. Pude observar una mueca de satisfacción en una de ellas. Eso mismo se comenta en lugares como Boston, en Lincolnshire, donde el Brexit arrasó y hasta un 75% de la población fue favorable al mismo. Señalan algunos que es una cuestión de orgullo; que los británicos son así, y que no les gusta que les digan lo que tienen que hacer.



El resultado en Cambridge fue precisamente el contrario. El 73,8% votó por la permanencia y el 26,2% optó por ser favorable a la salida. De manera general, aquí se ve como un error pero se va asumiendo, con la esperanza de que sea un “soft Brexit” y logren mantener lo que más les interesa. La razón fundamental para quienes votaron por irse ha sido controlar la inmigración no deseada al país y evitar sentirse gobernados por Bruselas. Tienen mucho orgullo y una mentalidad insular. Son una isla geográfica y mentalmente y quieren sentirse libres, cosa que parece que no lograron mientras estuvieron en la Unión Europea con un “sí pero no”, impidiendo en muchos casos los avances en el proceso de integración que tal vez se pueda lograr ahora que el Reino Unido ha decidido divorciarse de manera unilateral. Así son los divorcios hoy día. No tienen por qué ser de mutuo acuerdo. El que decide irse es porque ya no le interesa la relación, no quiere continuar y piensa que ahí fuera tendrá un futuro mejor. Si uno lo piensa bien es legítimo y lógico. Aunque duela. Y a mí, me sigue doliendo, amable lector. Por eso estoy aquí, viviendo el proceso de divorcio desde el otro lado.