En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, fecha de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana.
Este artículo fue publicado en Tribuna
de EL COMERCIO el sábado 06/06/2016
“En esta clase no está permitido
decir: no me sale; no tengo tiempo para estudiar; no puedo; en casa me sale
mejor; tengo deberes”. Así reza el cartel en el aula de la Escuela Tchaikovsky
de Gijón, en la acompaño a mi hijo a su clase de piano. La “Escuela de música
viva”, como así se llama, celebró el pasado sábado 4 de junio a las doce y media,
un recital extraordinario en el Museo “Evaristo Valle”, con motivo de su
vigésimo aniversario en la ciudad. Fue fundada por miembros de “Los Virtuosos
de Moscú” en 1996 y su clima de enseñanza es, sencillamente, diferente. Incluso
los que estamos acostumbrados a la formación reglada de Conservatorio y la
preferimos por haber crecido con ella, entendemos que la enseñanza de la música
se puede abordar desde distintos enfoques y éstos pueden resultar complementarios,
enriqueciendo con ello al futuro músico. Las directrices que figuran en el
aula, mencionadas al comienzo de este escrito, delatan el rigor, la exigencia,
la búsqueda de la excelencia en la interpretación, que constituyen el “leitmotiv”
de este centro. Siguen su propio método; sin complejos. Y quieren vivir en su
propio mundo; tanto, que en cuanto pueden regresan a él. No es raro que tras
hablar con un alumno o un padre en español, a continuación se pongan a hablar
entre ellos en ruso, con los demás presentes. Esta situación, en ocasiones, me
descoloca porque, en los países a los que suelo viajar, no me sucede que no
pueda seguir o entender una conversación. Hablo cinco idiomas pero el ruso no
es uno de ellos.
La escuela tiene
profesionales muy preparados. Desde aquí envío mi agradecimiento más especial
para Mariam Grigoryán, por su gran entrega a la docencia musical y su
extraordinaria profesionalidad. El concierto del sábado estaba estructurado en
tres partes: una para el nivel de iniciación, otra para el grado elemental y la
tercera para el profesional. Todos los niños uniformados y vestidos de
concierto, desplegaron, cada cual en su nivel, su talento para el instrumento.
Muy entretenidos resultaron los cantos de los pequeños. En el grado de
primaria, únicamente los alumnos más destacados pudieron participar. Algunos
tocando a cuatro manos; otros, interpretando piezas del compositor ruso que da
nombre a la Escuela, a modo de homenaje. Para todos supuso un esfuerzo superar
sus nervios y presentarse ante el público, pero es que en eso precisamente consiste
ser artista. Sin duda, todo ello les ayudará en su futuro, aunque decidan no dedicarse
a la música de manera profesional. Sólo tiene sentido entregarse a lo que a uno
le apasiona. Sin pasión, no se puede trabajar, no se puede vivir y, por
supuesto, no se puede amar.
Momento
especialmente emotivo fue para mí cuando mi hijo interpretó al piano, con
soltura y de memoria, la “Canción de Primavera” del compositor ruso Grigory
Frid. Esos instantes son los que le quedan a una madre para el recuerdo.
Definitivamente, muy mal día para poner rímel.
Piotr Ilich
Tchaikovsky decía que sólo la música nos salva de la locura. En mi opinión, de
ella nos salva dedicarnos a aquello que de sentido a nuestras vidas y, para un
genio de la música como él, no podía ser otra la razón de su vivir. También lo
es para los profesionales que trabajan en la escuela gijonesa que lleva su
nombre, que están entre nosotros desde hace veinte años desplegando su
virtuosismo ruso en Asturias y transmitiéndolo a nuestros hijos. Y como veinte
años no es nada, voto por que sean, por lo menos, veinte más. ¡Felicidades!