En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, fecha de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana.
Este artículo fue publicado en Tribuna
de EL COMERCIO el sábado 15/06/2016
Recibí
la invitación de la Sheffield Hallam University para participar en una semana
de intercambio internacional. Hay cosas que no suceden todos los días, así que acepté
y para allá me fui la última semana de mayo. Me parecía una buena oportunidad para
desarrollar colaboraciones docentes e investigadoras y reforzar el acuerdo de la
Universidad de Oviedo con este centro inglés. El sostenimiento de los convenios
Erasmus con el Reino Unido resulta difícil por el elevado coste de las
matrículas en ese país y el escaso interés de los estudiantes británicos para
estudiar en España. Quería además aprovechar una oportunidad única para conocer
el clima existente en un momento histórico del Reino Unido respecto a la Unión
Europea (UE), estando en Yorkshire, en el corazón de Inglaterra. Cuando me subí
al avión de British Airways para trasladarme de Londres a Manchester,
encontrarme en un periódico tan sensacionalista como “The Sun” una foto del
primer ministro, David Cameron, con el carrito de la compra, tratando de
explicar, en modo simple y llano, las consecuencias que el Brexit podría traer
para la economía, me hizo percatarme de lo que me esperaba en días sucesivos y
de cómo lo están viviendo los británicos. Se trata de la decisión política más
importante de los últimos cuarenta años. Tanto el primer ministro, como el
Banco de Inglaterra e importantes instituciones financieras del país, están
tratando de explicar que la incertidumbre tras la salida del Reino Unido de la
UE ocasionaría severos perjuicios económicos. Tras mis conversaciones con
académicos, personal universitario y estudiantes, lo que me queda claro es que
la voluntad de permanencia es total en el ámbito universitario. Sheffield, en
concreto, tiene a los estudiantes como una fuente de riqueza así que el deseo
de permanencia en la UE es evidente. En esta línea se pronunció hace días el
astrofísico Stephen Hawking, afirmando que la libertad de movimientos para los
académicos y los fondos para la investigación son las razones más importantes
para seguir dentro de la UE. De hecho, Gran Bretaña es el segundo beneficiario.
El descontento de los ciudadanos con la clase política ha llevado a la
necesidad de que otros destacados miembros de la sociedad se pronuncien, para
ayudar a lograr la permanencia. Así lo hizo hace unos días Jamie Dimon, consejero
delegado de JP Morgan.
Cuando
llegaba de noche a mi hotel y veía los debates diarios en la BBC, centrados básicamente
en la inmigración y la economía, comprobaba que los argumentos a favor de la
permanencia son, en general, sólidos pero hay muchos votantes indecisos. Por
otro lado, me parece triste que una decisión de esta magnitud, al final, se
quede en una batalla entre David Cameron y Boris Johnson. Ambos han sido
compañeros en Eton y en la Universidad de Oxford, y se plantean esto como una
pelea en el patio del colegio. El referéndum sobre la UE ha dividido al partido
conservador, ha polarizado al país y ha dado gasolina a las políticas
anti-sistema. Un resultado a favor del Brexit implicaría la derrota política de
Cameron y, a la postre, el poder para Johnson. Como alcalde de Londres ya
demostró ser vago e incompetente. Cabe preguntarse hacia dónde llevaría al
Reino Unido. Algo grave está sucediendo en las democracias occidentales para que
individuos como Donald Trump, Boris Johnson o, en suelo patrio, Pablo Iglesias,
con su juego de tronos incluido, se planteen alcanzar el poder con su bufonadas,
que nada tienen de graciosas y, lo peor de todo, que no es en absoluto
imposible que lo logren. No sé si esto tiene más que ver con el fracaso de
gobiernos previos o con el nivel de entendimiento acerca de la situación
política y económica actual por parte de quienes deciden votar a estos sujetos,
a los que nunca quisiera yo ver firmando los boletines oficiales del Estado.
Entre los jóvenes ingleses, existe un apoyo mayoritario a la permanencia; el problema
es la tradicional abstención de este colectivo. Entre los mayores, la voluntad
de volver a ser la vieja Inglaterra y recuperar su país, que detestan ver lleno
de inmigrantes no invitados, también es evidente. Con todo lo escuchado y
hablado durante esos días, con gente de dentro y fuera de la Universidad, hasta
con el quiosquero al que le compré el “Financial Times” y el periódico local,
el “Sheffield Telegraph” me planteé elaborar mi propia conclusión. Cogí un tranvía
que me llevó desde el centro de la ciudad hasta la misma campiña inglesa. Vivir
en Yorkshire es vivir en medio de un jardín. Y la conclusión a la que llegué es
que una cosa era lo que me decía el corazón y otra la cabeza. Y ante una
bastante probable despedida, después de conocer la situación que se respira en el país, me apetecía cantar
“Gracias a Inglaterra, que me ha dado tanto”: cursos de finanzas, de econometría,
estancias de investigación, el inglés que hablo - británico, of course -. Y
allí, en medio de tanta belleza color esmeralda, me preguntaba, amable lector,
lo mismo que el resto del continente, el próximo día 23: “¿me quiere o no me
quiere?” El 23 de junio deshojaremos la margarita europea. No suelo hacer apuestas,
salvo conmigo misma, pero esta vez estoy dispuesta a apostar que lo británicos,
finalmente, decidirán quedarse. Y en esto, le hago más caso al corazón que a la
cabeza. Los ingleses han encontrado motivos suficientes para irse y si se van, saben
que durante un tiempo lo pasarán algo peor, pero saldrán adelante. Tal vez,
como auguran, tendrán una década de incertidumbre económica, pero la
superarían. Sin duda. Son insulares, geográfica y mentalmente. Quieren llevar
el timón de su barco y no depender de un capitán que parece llevarlos a la
deriva. Un resultado a favor del Brexit será una muy mala noticia para la UE. El
daño político ya está hecho. Sea cual sea el resultado creo que hay que
agradecerles todo lo que nos han enseñado a lo largo de la historia. Muchas
lecciones de democracia nos han dado y ésta, sin lugar a dudas, es una de ellas.