lunes, 27 de diciembre de 2021

DEMOSTRACIÓN MATEMÁTICA DE LA INEXISTENCIA DE DIOS

 Este artículo fue publicado en Tribuna Dominical 

de EL COMERCIO el 26/12/2021


Demostración matemática de la inexistencia de Dios


Corría el año 1998 y, en un garito de Somió, charlaba yo de lo divino y lo humano con un chico con el que había empezado a quedar. Cuando inicias una relación es fácil encontrar temáticas variadas de conversación. Aquella tarde disertamos sobre asuntos tan distintos como sus novias anteriores, todas muy altas, a diferencia de mí, o su amor por las matemáticas, que yo compartía, lo que también me diferenciaba de sus ex, que las odiaban. Ese nexo matemático común, recién descubierto, por la ciencia más exacta y sobre el que charlamos largo rato, le animó a pasar a temas menos científicos y acabamos hablando de religión.

Me confesó su convencido ateísmo y me habló de un pequeño ensayo escrito años atrás, y que jugando con la contradicción tituló irónicamente 'Demostración matemática de la inexistencia de Dios'. En dicho escrito detallaba cómo con el paso de los siglos, Dios había pasado de ser causa y razón de todo lo que ocurría sin explicación conocida -una tormenta, una nueva vida, la enfermedad, etc.-, a quedarse casi 'sin razón de ser', pues los avances científicos fueron encontrando explicación científica a casi todas las incógnitas, dejando a Dios solo un par de tareas, eso sí, muy importantes: la creación del Universo y de la vida que contiene.



En cuanto a la segunda, decía mi chico, basta coger un par de huevos de gallina y meter uno en la nevera y otro bajo una bombilla incandescente unos días para darse cuenta de la nula intervención divina en la aparición de vida, pura química y temperatura, así que centrándose en el primer tema, Dios creador del universo, me comentaba que él encontró la respuesta atea paradójicamente en la propia religión, pues es ésta la que abre la puerta a que algo, en este caso Dios, no tenga un origen o haya sido creado por algo anterior sino que, simplemente, SIEMPRE ha existido, lo que implica que el tiempo puede tener un transcurrir infinito hacia atrás igual que lo tiene hacia adelante. En tal caso, es posible aplicar la misma explicación al Universo. No necesariamente tendría que haber sido creado, sino que podría haber existido siempre, concepto difícil de asimilar para los humanos pues todo lo que vemos tiene un comienzo. Me pareció una idea rompedora y novedosa. Al menos yo nunca la había oído y ese día empecé a enamorarme. Decía Baltasar Gracián que «cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió». En mi caso, puedo ampliar la idea: «Cuando los oídos oyen lo que nunca oyeron, el corazón siente lo que nunca sintió».

Y sí. Soy sensible a lo que me entra por el oído, siempre que el portador de la palabra sea persona inteligente. Calamaro canta que él es sensible a la belleza. Yo soy sensible a la inteligencia. Que sea inteligente es condición 'sine qua non' para pasar de un café a una cena. La vida es corta y nunca he perdido mi tiempo ni se lo he hecho perder a los demás. Al regresar en coche a Oviedo, iba dándole vueltas a la idea en el magín. Yo ya trabajaba en la Universidad así que era consciente de la importancia de la publicación. «Lo que no se publica no existe», le dije. Desechó la idea. No le interesaba. Lo que quería es que me interesase a mí y que yo entendiera su idea. Lo hice.

Hay personas con intereses elevados que a mí siempre se me han antojado lejanos. En mi pequeñez, no solo física, aspiro a entender mi trabajo, mi pequeño mundo, a conocer a las personas que quiero y, por supuesto, a conocerme a mí misma antes de morir: lo que quiero, a quién quiero y por qué lo quiero. Si me explican el origen del Universo estupendo, pero se escapa de las aspiraciones de mi existencia. Quiero darle sentido a mi vida, no entender el Universo. He de decir que sin haber leído en profundidad la teoría del 'Big Bang', nunca me convenció toda aquella explosión, ni que pudiera sustituir a ese ser superior del que nos hablaban las monjitas en el cole, el Altísimo quien, además, nos daba la oportunidad de una vida eterna, dependiendo de lo hecho en la terrenal. Grandes mentes como la de Pascal, Newton o Bach habían aceptado la idea de Dios, ¿quién era yo para dudar de Él? Quiero hacer el bien en esta vida y si, en saliendo de esta me regalan otra, la voy a vivir plenamente, como intento disfrutar de la presente.

Viene todo esto a cuento porque resulta que hace unas semanas, Bruno Bento, físico de la Universidad de Liverpool y Stav Zalel, del Imperial College de Londres, han dudado de esa Gran Explosión (yo llevo toda la vida haciéndolo) y exponen en un reciente artículo una nueva teoría de la gravedad cuántica, llamada 'teoría de conjuntos causales'. Bento y sus colegas señalan que es posible que el Universo no haya tenido un comienzo, sino que lleve existiendo desde un pasado infinito. O sea, lo mismo que me anticipó, en el siglo pasado, un veinteañero que me conquistó y que me ha dado unos hijos maravillosos. Nada nuevo para él. Celebramos estos días la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios. Tanto si cree en Dios, en el 'Big Bang' o en el Universo infinito, le deseo ¡Feliz Navidad!








De lo más leído en EL COMERCIO del pasado domingo 26/12/2021. 

Agradecida a los lectores del decano de la prensa asturiana.