sábado, 8 de abril de 2017

Amor esclavitud

"¿Cómo se le puede decir que no a un niño? ¿Cómo puede uno ser otra cosa que un esclavo para su propia sangre?"

Esta frase de Henry Miller (1891-1980) se aproxima mucho a cómo yo siento y vivo mi maternidad. El amor a los hijos es muy distinto de cualquier otro amor, en que uno espera y debe esperar reciprocidad. El amor a mis hijos yo lo vivo como la entrega absoluta, como el inevitable sentimiento de ser esclava de mi propia sangre. No se puede hacer otra cosa que amar a los hijos si se traen a este mundo, a sabiendas de que su felicidad es más importante que la tuya propia. Al menos, así lo veo yo. 
La explosión de vida en el vientre de una mujer es como la explosión de belleza y vida cada primavera. Como la de este árbol que he fotografiado esta mañana tras mi sesión de ejercicio matutina en el Grupo Covadonga de Gijón.


La madre que, en verdad, ama a sus hijos se convierte en su esclava. Y, definitivamente, no hay amor más hermoso. La que lo probó, lo sabe.