jueves, 18 de abril de 2024

España cañí: oda a la vulgaridad

 

En esta etiqueta se recogen los artículos publicados desde 2009 hasta 2016, ésta última, fecha de inicio de este blog en el que comencé a ubicar mis artículos periodísticos en la web. Los previos nacieron precisamente el 19 de diciembre de 2009, día de inicio de mi colaboración con EL COMERCIO, decano de la prensa asturiana. 


 Este artículo fue publicado en 

                                    TRIBUNA de EL COMERCIO el 19/09/2013 

Decía mi admirado Oscar Wilde en Una mujer sin importancia que “el secreto de la vida es no tener nunca una emoción poco elegante.” En la falta de elegancia o, más bien, en la abundante vulgaridad que nos rodea comencé a pensar un día de este verano, mientras me relajaba con mi esposo y mis hijos en las hermosas playas de Fuerteventura. En el periodo estival resultan más visibles toda una serie de personajes que pueblan esta España cañí y que parecen entonar al unísono una oda a la vulgaridad. Ahí van sólo algunos ejemplos.

Una de las protagonistas del “famoseo” patrio que renueva sus posados veraniegos anualmente y se viste como una adolescente. Me parece inaudito que una mujer madura no comprenda que llega el día en que las fotografías no pueden hacer otra cosa sino empeorar. La juventud y la lozanía se pierden irremediablemente.

Las adolescentes que caminan torpemente sobre sus tacones –comprensible– y arruinan el glamour pretendido con lo anterior, portando bolsas de supermercado llenas de alcohol y bebiendo tanto o más que los chicos –incomprensible– .

Los cuarentones que cuando comienza la temida alopecia llevan a cabo experimentos capilares tratando de disimular inútilmente su evidente caída de cabello. Con los años, a los hombres se les cae el pelo y a las mujeres otras cosas. ¿Y qué? Envejecer elegantemente implica aceptar dichos cambios con dignidad. Recuerdo el caso de un político vasco que tapaba su calva con una cortinilla de cabellos con un resultado horrendo. ¿Acaso no tienen madre o una mujer que los quiera bien y les diga la verdad, o sea, que así están mucho peor?


Los hombres que pretenden hacer crecer sus músculos de manera exagerada y vulgar. Ahí tenemos al hijo de la baronesa. Ella quiso hacer de su retoño un exquisito amante del arte y le salió un forofo del culturismo y la vida holgazana. En algunos casos, la inflamación muscular es coadyuvada por la ingesta de sustancias químicas que pueden perjudicar su salud. Los hay que además pregonan el tiempo que se pasan en el gimnasio o el peso que levantan, lo cual es aún más vulgar, si cabe. Será que mi gusto no coincide con el de las adolescentes que se vuelven locas con la ordinariez de la exhibición pectoral de un futbolista demasiado mimado en la cubierta de un barco. Ni Gregory Peck, ni Cary Grant, ni mi adorado Gary Cooper necesitaron deslomarse en un gimnasio para representar, para mi gusto, la quinta esencia de la belleza y la elegancia masculina.

Para completar el cuadro veraniego hemos tenido hasta una escritora que decidió participar en un esperpéntico programa televisivo por razones económicas. Que una ganadora del premio Planeta y del Nadal necesite hacer eso, da que pensar acerca de la situación económica de los que no han ganado suculentos premios o son más mediocres que ella. La literatura se ha convertido en un pésimo negocio. Hasta un ciego lo ve. Desafortunadamente, los amantes de la lectura seremos cada día menos. Sin duda alguna. Ya hay demasiadas pantallas destinadas a la evasión del personal. Pero, ¿es eso excusa para hacer caer tan bajo al oficio y a ella misma con un comportamiento tan vulgar?

No sé si al amable lector le sorprenderá tanto como a mí que vivamos en un mundo donde la vulgaridad parece triunfar e imponerse. Allá cada uno. Cada cual es libre de decidir si quiere ser vulgar….o elegante.