El muro de Adriano
Si hay algo que se valora en
este país en el que me encuentro es la investigación académica. Con mucha
frecuencia, en los medios, se comentan los resultados de las investigaciones
más destacadas. Una de las que más me ha llamado la atención estos días fue
publicada en el Journal of Epidemiol
Community Health y hace referencia a la mayor mortalidad prematura –
entendiendo como tal la que tiene lugar entre los 25 y 44 años – en el norte de
Gran Bretaña. Este diferencial, corregido por otras variables como el sexo, se
sitúa, en media, en torno al 20%. ¿Qué es lo que hace que haya un 20% más de
probabilidades de morirse en el norte de la isla? Pues no es otra cosa que la
desigualdad estructural en las condiciones económicas, sanitarias y sociales en
ambas zonas del Reino Unido. Es como si el muro de Adriano, esa construcción
defensiva en la isla de Britania, levantada entre los años 122 y 132 por orden
del citado emperador romano con el objeto de defender el territorio britano
sometido a Roma de las belicosas tribus de los bárbaros del norte, se
mantuviera hoy día. Aún quedan restos físicos de la muralla que se pueden
visitar, pero lo más llamativo es que sigan quedando restos de desarrollo
social y económico superior en el sur de la isla, que se traducen en un
incremento de la probabilidad de morirse si uno es escocés respecto a un inglés
nacido en la elitista ciudad de Cambridge. En los países del sur de Europa
sucede al contrario. Lo más desarrollado suele ser el Norte pero aquí es la
inversa. Como la conducción y tantas otras cosas.
Conduciendo hacia Ely, una población cercana a
Cambridge que bien merece una visita, dado que el octógono en la bóveda de su
catedral es algo único en el mundo, nos topamos con un automóvil que llevaba el
singular letrero en su luna trasera de “EuroTrash” (eurobasura). Y ante tales
señales, no infrecuentes, de aversión a lo europeo, me sigo preguntado por qué
me sorprendió tanto el resultado del referéndum. Más que sorpresa es el dolor
provocado por la crónica de un divorcio anunciado. Estos días fue noticia en
uno de los diarios ingleses de mayor tirada, además del silencio durante cuatro
años del andamiado Big Ben para su reparación, el traslado a soporte digital de
los más relevantes discursos en el parlamento inglés. Entre ellos, el famoso “No, no, no” de Margaret Thatcher a
Jacques Delors, en una vehemente defensa de la autonomía del Reino Unido y la
negativa a mayor centralización del poder político en Europa. He escuchado en
Internet estos días el famoso discurso y pone los pelos de punta. Es un
soberano tortazo a la integración europea que todavía duele. Al menos a mí.
También me dolió como un puñetazo en el estómago encontrarme, en “prime time”, en la BBC el anuncio de una
compañía llamada “Reclaim in Spain”
para gestionar las demandas judiciales de ingleses en España por el dinero
aportado para pisos que finalmente no han sido construidos en promociones
inmobiliarias fracasadas. ¿En verdad el problema es tan grave o solo quieren
agrandar la imagen de corrupción y crisis de nuestro país? No es por aguarle el
día, amable lector, pero si cree que nuestro país tiene el mejor aceite del
universo, venga a un supermercado inglés y verá cómo los italianos colocan el
suyo. A marketing no les gana nadie. Y si cree que el Rioja y el Ribera de
Duero no tienen par, compare la oferta con vinos franceses de por aquí. Y suma
y sigue. Me impactó ver en la catedral de Ely una capilla dedicada a la virgen,
llamada Lady Chapel. Al entrar, un
folleto te explica que lo que allí se ve es el resultado de los daños que
sufrió la bella capilla durante el reinado de Enrique VIII cuando las estatuas
de los santos fueron anuladas, las vidrieras rotas y la devoción a la virgen
congelada. ¿Acaso no fue el divorcio de Enrique VIII y el anglicanismo
siguiente una primera forma de Brexit? ¡Pues de qué nos sorprendemos! Otro
capítulo más de la separatista historia de la pérfida Albión que tanto amo.