miércoles, 9 de agosto de 2017

REFLEXIONES DESDE CAMBRIDGE (III)

                 Este artículo fue publicado el 09/08/17 en el diario EL COMERCIO 

Ganadora de la torre de Babel 

 “If you don´t like English weather, wait five minutes” que como bien sabe, amable lector, quiere decir que “si no te gusta el tiempo inglés, espera cinco minutos”. Una verdad como un piano de cola porque en Cambridge llueve casi todos los días - mucho más que en Londres, en mi experiencia - y luego sale un tímido rayito de sol. Mis hijos lo llevan con cristiana resignación, mirando la parte positiva que representa mejorar su inglés. Su colegio les recuerda al Hogwarts de Harry Potter. Si uno lo piensa fríamente, lo cierto es que los ingleses siempre han sido unos piratas. Nos han convencido de que nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos hemos de hablar inglés, lo cual les trae buenos réditos porque han hecho de su lengua un negocio. A mis hijos les toca aprender el inglés británico, el de la BBC. No me gusta en absoluto el acento americano y me sonrojo, por vergüenza ajena, cuando oigo a un español imitando acento “yanqui”. ¿Se acuerdan de Aznar? Me temo que no es el único. A mis hijos también les sorprende y se interrogan por esa supremacía del inglés. Si retomamos el Génesis, antes de que se produjera ese Babel o lío de lenguas, había una única lengua para que todos los hombres se pudieran comunicar y así progresar. Los ingleses han conseguido que la suya haya sido esa lengua vencedora y presumen de ello. Incluso tiene que producirles una gran satisfacción saber que cuando terminen de divorciarse de la Unión Europea, cuando el Brexit se haya consumado en 2019, el resto del continente seguirá comunicándose en inglés. Por mucho que sean todas lenguas oficiales, a la postre, de manera práctica, para entendernos está el inglés. El Reino Unido es una isla, o una y media, pero que tengan una visión insular del mundo no les ha impedido dominarlo, al menos, lingüísticamente hablando. Y no lo han hecho por casualidad, sino de manera premeditada.



Mientras que por aquí se sigue hablando del Brexit a diario y del Brexodus, o éxodo de algunas empresas que quieren buscar otra sede en el continente, fundamentalmente Fráncfort en el caso de los bancos, Theresa May se ha ido de vacaciones unos días.  Además de May se han ido de vacaciones los estudiantes de Cambridge. He tenido la fortuna de asistir al rito de graduación, a finales de julio y como no podía ser de otra manera, tiene lugar en los “colleges” con todo el boato y la flema británica. El día de la graduación, la “Senate House”, fundada en 1722, adquiere total protagonismo porque cada estudiante que haya resultado exitoso entra en el edificio saliendo por su puerta lateral hacia la estrecha calle llamada Senate House Passage, ya como persona graduada. El orgullo de lo “british” y su forma de conservar las costumbres en lugar de abolirlas me resulta admirable. Les gusta ser británicos y, en el fondo, se separan para poder seguir siéndolo plenamente. Los recién graduados aquí han tenido el privilegio de aprender a pensar de manera no convencional - “Think outside the box” -, a salirse de lo establecido. Estoy en la cuarta universidad del mundo según el ranking internacional. Las tres primeras están en EE.UU. (Harvard, Stanford y Berkeley). Cambridge es la primera de Europa y no lo es por casualidad, sino de manera premeditada y planificada, buscando serlo. De la misma manera que lograron imponernos su idioma, Cambridge está ahí porque ha querido imponerse, incluso sobre Oxford que figura en séptimo lugar. Los españoles que han logrado estar aquí son muy pocos; no llegan a cincuenta. Esta Universidad cuenta con brillantes exalumnos como Newton, Darwin o Byron y de entre ellos, cerca de cien premios Nobel, empezando por Lord Rayleigh en 1904 y llegando a otros cuatro en 2016 (Hart, Thouless, Haldane y Kosterlitz). Su lema "Hinc lucem et pocula sacra", que en latín significa "De aquí, la luz y las copas sagradas", hace referencia a la luz del sol que es el conocimiento y la copa, el sustento espiritual, tan necesario para la persona. Y como se lo creen, lo han logrado.