jueves, 8 de abril de 2021

Difícil discrepar

 Sí. Muy difícil discrepar de nada de lo que expone el catedrático Ramón Durán, buen conocedor de la realidad universitaria. Un puñado de razones magníficamente expresadas, como siempre. Confieso que me llevé un susto con el nombramiento de Castells, habida cuenta de su trayectoria en EE.UU y las ideas que podría plantear. 

Visto lo visto, he cambiado de idea. Me va quedando claro que a Castells, lo que realmente le importaba era ser ministro. No se puede coronar de mejor forma una carrera académica brillante. De mejor forma, quiero decir, siendo ministro. Mejor o peor ministro, eso ya es más discutible y Ramón Durán lo dice muy bien. 

Con todo y con eso, Castells quería ser ministro y lo es, y yo quiero ser otra cosa. 

Así que, como yo miro para mí, de la misma manera que Castells mira para sí, yo voto porque se quede hasta el final de la legislatura. Si no me equivoco, me va muy bien que siga ahí, hasta el final y que culmine su ministerio.




En el digital de EL COMERCIO: 

Castells

Confunde a Leopoldo Alas 'Clarín' con su hijo, el vilmente malogrado rector Alas

Ramón Durán
RAMÓN DURÁN

El Ministro de Universidades Manuel Castells ha tenido una trayectoria en su cargo más que polémica, muy errática. Fue la cuota de Colau en el Consejo de Ministros. Como quiera que Ada resiste firme la caída de Podemos en Cataluña y le dio un inicial y decidido impulso se cobró los favores a través de su presencia mediatizada en el entorno gubernamental. Mientras no pocos vaticinaban que sería Echenique quien regentara una cartera tan testimonial, terminó por erigirse ministro este reconocido experto en la esfera de la sociología. Su proyección internacional está más que avalada por un currículum académico en su disciplina muy brillante.

En el vigente mastodóntico esquema departamental prosperaba un minifundio discutiblemente desgajado del Ministerio de Ciencia que ha sumido sus competencias en el catálogo de la inoperancia. Es lo que tiene fragmentar el ejercicio del poder con arreglo a circunstancias personales y no de carácter objetivo. Cuando se considera el gabinete como un producto compuesto por interesadas porciones acaba siendo su resultado un 'totum revolutum' de influencias coaligadas externas y muy ajenas a criterios de sensatez y eficacia.

Castells viene manifestando en su gestión una incoherencia llamativa, repleta de deslices. Primero propuso fortalecer los grados de trienales, posiblemente porque tenían impacto en Cataluña, donde ha desarrollado su carrera desde su Hellín natal. Más tarde decide simplemente un giro copernicano y fulmina el futuro de dichos estudios, introduciendo la primacía de los de cuatro años.

Sus oscilaciones de criterio, sus ausencias y su locuacidad le hacen flaco favor. Sostener que los estudiantes que copian en los exámenes telemáticos muestran habilidades significativas puede ser chascarrillo de tertulia, pero resulta temeraria en el dirigente del ramo. Sus apocalípticas previsiones sobre la pandemia y las sandeces acerca del mesianismo sanchista, pronunciadas como sociólogo caben, pero formuladas por un responsable público son insensateces.

Su propuesta de Ley de Universidades tiende a 'thriller'. Cambian sucesivamente las versiones, las propuestas iniciales parecen ahora ocurrencias carentes de sentido y expande la incertidumbre de manera impropia. Otro castillo en el aire. El último error ha sido elocuente. No tanto por su entidad, cuanto por quien lo pronuncia. Confunde a Leopoldo Alas 'Clarín' con su hijo, el vilmente malogrado rector Alas. Así hace al eximio escritor víctima luctuosa de la guerra civil. Todos podemos cometer errores, pero al menos sería de agradecer que el máximo responsable de la Educación Superior en España se hiciese asesorar, porque desvía el foco de la tragedia y también trasluce ignorancia sobre 'La Regenta', una de las mejores obras del Siglo XIX.