domingo, 11 de abril de 2021

¿Alguien me enseña?

 Lo cierto es que como músico, ergo dotada de buen oído, para qué lo voy a negar, distingo perfectamente una de otra cuando encuentro, rara vez, a alguien que lo hace. El problema es que yo no soy capaz de hacerlo, así que me temo que estoy en la tropa de los yeístas. 

Como la mayoría desafortunadamente. 

https://www.elcomercio.es/vivir/yeismo-gente-no-pronuncia-la-elle-20210327102527-ntrc.html

Cómo la i griega derrotó a la elle

El yeísmo, que hace décadas se consideraba un feo vicio de pronunciación, es hoy generalizado: «Es complicado encontrar en España hablantes que distingan los dos sonidos»



ILUSTRACIÓN: IVÁN BRAVO
Carlos Benito
CARLOS BENITO

El hombre de la camisa a rayas dejó el cayado en el suelo y, callado como siempre, se sentó en el poyo para echar pan rallado al pollo. Esta frase, aparte de ser un arranque un poco extravagante para un reportaje, se basta solita para dividir a los españoles en dos grupos. Si la leemos en voz alta, unos pronunciarán de manera diferenciada esa pequeña avalancha de 'elles' e 'i griegas' que se les ha venido encima, mientras que otros igualaremos el cayado y el callado, el rallar y el rayar, el pollo y el poyo, y en muchos casos ni siquiera seremos capaces de apreciar la distinción que hacen los del otro bando, tan clara a sus oídos. El yeísmo, la pronunciación de la elle como i griega, está tan extendido en nuestro país que algunos ni siquiera sabrán ya que, tradicionalmente, correspondían a fonemas distintos (palatal lateral sonoro en el caso de la elle y palatal central sonoro en el caso de la i griega). Sí lo tendrán presente, desde la impotencia, todos esos yeístas que en la infancia sufrieron los esfuerzos inútiles de un padre o un maestro distinguidor y escucharon hasta la extenuación lo de «pollo y poyo», a la vez que se preguntaban quién diablos sigue llamando 'poyo' a un banco.

Esa vieja pelea ya no tiene mucho sentido, porque la Real Academia Española considera que el yeísmo es «un fenómeno aceptado en la norma culta» y «prácticamente general entre los jóvenes», pero hace unas décadas todavía se enseñaba en los colegios que se trataba de un feo vicio de pronunciación. «Hoy la mayoría de los hispanohablantes son yeístas. Si nos centramos en España, aún hay gente que considera que lo del yeísmo es malo, simplemente por lo que se les dijo en la escuela hace 40 o 50 años», explica el profesor y divulgador lingüístico Javier Álvarez Comesaña. Curiosamente, en los últimos tiempos han cambiado las tornas y algunos yeístas de oído fino afean su manera de hablar a quienes siguen pronunciando la elle al estilo tradicional, porque les suena rara, anómala. Según expone Álvarez Comesaña, la gran explosión se produjo a finales del siglo XV y, sobre todo, durante el siglo XVI: probablemente empezó en el norte para bajar después a Andalucía, desde donde se propagó a América y a Madrid. Una vez allí, radios y televisiones han hecho el resto. En 'Fortunata y Jacinta', Pérez Galdós decía de un personaje que «daba a la elle el tono arrastrado que la gente baja da a la y consonante». Con el tiempo, se ha generalizado la 'sordera fonológica' que impide a muchos hablantes distinguir los dos sonidos, al no tener archivado en su cerebro uno de los dos fonemas: es algo parecido al fenómeno que lleva a muchos chinos a confundir la ele y la erre.

Vídeo creado por Javier Álvarez Comesaña para su artículo en Delcastellano.com sobre historia del yeísmo.

La elle, más rural y norteña

¿Quiénes siguen pronunciando la elle en lugar de la 'eye'? «Es complicado encontrar hablantes en España que las distingan, puesto que la mayoría es incapaz de diferenciar auditivamente entre ellas. Donde es más habitual que se conserve esta distinción es en el castellano de zonas bilingües, donde hay contacto con otras lenguas que mantienen el sonido 'll' y esto contribuye a ralentizar o, incluso, a frenar en cierto modo el cambio en el español», explica Assumpció Rost Bagudanch, especialista en fonología y fonética de la Universitat de les Illes Balears. ¿Podríamos dar un porcentaje? «Sería muy aventurado. De forma impresionista, se suele coincidir en que quienes todavía mantienen la distinción son hablantes mayores, preferentemente de zonas rurales, porque el yeísmo se ha considerado un fenómeno de origen más bien urbano, y preferentemente de áreas norteñas», expone la profesora Rost Bagudanch.

¿Son 'distinguidores' nuestros dos expertos? ¿Qué sienten al ver cómo se pierde esa diferencia y, con ella, el fonema propio de la elle? «Yo no distingo –responde Álvarez Comesaña–. Entre la gente que distingue o cree distinguir, que esa es una cuestión totalmente distinta, me imagino que el rango de sensaciones podrá ser igual que entre los que distinguimos 's' y 'z', que porcentualmente somos minoría respecto a los que sesean: los habrá que consideren que ellos son 'los que hablan bien' y que los demás deterioran el idioma, lo cual lingüísticamente es una estupidez, y los habrá que lo vean como simple variación, que es lo que es». La profesora Rost Bagudanch, bilingüe en castellano y catalán, sí que pronuncia de manera diferenciada la elle y la i griega: «Es cierto que hubo un tiempo en que se asociaba el yeísmo con poca instrucción y se podía advertir rechazo por parte de algunos sectores –apunta–, pero creo que esto se ha ido superando: el yeísmo es la solución adoptada por la mayor parte de los hablantes de español, no solo en España, por lo que no es de recibo relacionarlo con ideas peyorativas. Las lenguas no son inmutables. A mí, personalmente, no me supone ninguna desazón comprobar que la distinción se va perdiendo».

¿Se calló o se cayó? ¿Pulla o puya?

Los lingüistas explican que el yeísmo se ve propiciado por varios factores: la similitud de los fonemas correspondientes a la elle y la i griega consonántica, su uso relativamente escaso en nuestro idioma y, muy especialmente, el «poco rendimiento» de la distinción, ya que no abundan los pares de palabras que se diferencien por ese sonido. En la inmensa mayoría de los casos, el contexto permite entender perfectamente si decimos 'cayado' o 'callado', 'vaya' o 'valla', incluso 'rallar' o 'rayar', aunque sí podría haber confusión, por ejemplo, entre 'se cayó' y 'se calló'. En un plano meramente ortográfico, uno de los errores más habituales es el que se produce entre las palabras 'puya' (la punta de la vara del picador de toros) y 'pulla' (una expresión hiriente, aguda u obscena), acentuado por el hecho de que muchas veces una pulla duela como un puyazo.