miércoles, 8 de enero de 2020

He venido a hablar de mi libro

Este artículo fue publicado el 31 de diciembre de 2019 en el diario EL COMERCIO. 
Artículo de FIN de AÑO 2019 y FIN de DÉCADA

La que titula es frase de Paco Umbral, un escritor que mereció tal nombre. En el mundo editorial actual hay gente que publica novelas pero que yo no considero auténticos escritores. Y lo curioso es que algunos piensan que pueden dedicar una página de prensa, escrita por ellos mismos, para más inri, para auto-promocionar su obra. Ante ello, me queda una sensación a medias entre la vergüenza ajena - ¡qué falta de pudor!-  y la compasión. Mucha “fame” da la literatura. De la misma forma que hay escritores que no merecen tal nombre, también hay políticos que no dan la talla. A un verdadero político no debe molestarle que le indiquen dónde están los problemas que, por anticipado, debería ver si pretende mejorar la vida de los ciudadanos. La polémica relativa al vídeo de FADE es muestra de ello. Los empresarios no lo decían por fastidiar, sino por ayudarnos a todos a entender cómo mejorar. No hay que ofenderse por eso. Es como cuando mi hijita me dice: “Mamá, deberías hacer pesas”. Me quedo mirando para mi crítica más severa y me replica: “¿Fastidia oír la verdad?”. Pues sí, fastidia oírla cuando una no piensa coger las mancuernas para fortalecer el tríceps. ¡Con la cantidad de buenas novelas que tengo para leer, como para perder el tiempo haciendo pesas! Eso mismo le pasa al gobierno asturiano: que le ofende que le indiquen dónde están los problemas porque no tiene pensado ponerle remedio. Ya lo preveía yo cuando se publicó mi artículo en EL COMERCIO (21/07/2019) titulado “El tonto del cuento”, ante el inicio del nuevo mandato: que iba a ser más de lo mismo. Respecto de las necesarias rebajas fiscales que beneficiarían al tejido empresarial, pues “rien de rien”. ¿Para qué? Que lo hagan otros, como Madrid, y que se lleven nuestras empresas. Y no solo no los bajan, sino que añaden algún otro, a petición de algún socio. Se puede saber de leyes si uno es abogado, pero los números son otra cosa. Hablar de rebajas fiscales no implica eliminar la progresividad fiscal ni vender una moto. ¡Qué va! La progresividad fiscal es justa social y económicamente. Nadie discute eso. Hasta un alumno de primero de Economía lo sabe. 

Ilustración de Gaspar Meana 

Lo que no es tan indiscutible es negarse a entender que las rebajas fiscales favorecerían la implantación y desarrollo del empresariado y que negarse a eliminar tributos como el Impuesto de Sucesiones, por ejemplo, es un craso error. Como Asturias es “roja, borracha y dinamitera” no puede ni amagar con medidas como las de Madrid, un territorio que atrae empresas por su atractiva fiscalidad. ¿Para qué lo vamos a hacer los asturianos, si nos pueden subvencionar y así, seguir siendo dependientes? Hacer empresa es extraordinariamente difícil. Pelearse a diario con el negocio, con la cuenta de resultados, es complicado y los políticos con sueldo asegurado, que se autoincrementan rápidamente sin pudor ninguno, están obligados a entenderlo. Es imprescindible facilitar el trabajo de quien pelea por lo más complejo que es crear empleo y riqueza. Es sencillo de entender, pero malo de aplicar, sobre todo cuando no hay voluntad política para ello. Einstein decía que no se pueden esperar resultados diferentes si se sigue haciendo lo mismo, y lo que veo en el nuevo gobierno asturiano es “más de lo mismo”, y eso no nos lleva a ninguna parte, salvo a terminar de hundirnos. Por supuesto que hay que cuadrar las cuentas, claro que sí. Lo entiende hasta un principiante. Pero las cuentas no solo cuadran subiendo o manteniendo impuestos sino favoreciendo la implantación de empresas y la creación de riqueza en el territorio y los ingresos fiscales subirán por mayor tejido empresarial. Pero claro, eso es complicado. Y gestionar con el gobierno central, – que parece que será del mismo color político–, la necesaria mejora de infraestructuras del Principado – y eso es una cuestión política que le corresponde resolver a los políticos que para eso están y para eso se les paga – eso es un esfuerzo para el que no hay voluntad. Por eso incordia, porque no se le va a poner remedio. Es más fácil mantenerse en el puesto los cuatros años, si puede ser, cuadrar los presupuestos de la forma más fácil posible, laminando a la maltrecha clase media y friendo fiscalmente al empresariado. Los pudientes cambiando de domicilio fiscal y que gasten y consuman en Madrid, en lugar de en la patria querida y siguiendo así cuatro años, y otros cuatro, los asturianos continuaremos menguando en número, cada día más viejos y más pobres, y seguiremos pidiendo más a Madrid porque solitos, pobrecitos, no podemos crear empresas en las que se empleen nuestros hijos egresados de la Universidad. Y Asturias “roja, borracha y dinamitera”, y mermada quedará con cuatro gatos envejecidos y subvencionados. No obstante, los altos cargos públicos estarán mejor por los privilegios derivados de haber hecho “más de lo mismo”. No soy adivina sino persona lógica y observadora. Miro, escucho y estoy atenta a las decisiones que toman los distintos agentes. Y lo siento mucho, sobre todo lo siento por Asturias y por mis hijos asturianos, pero los empresarios tienen razón y el gobierno asturiano no. ¿Qué se venden motos? ¡Qué va! Se quiere crecer como empresas en Asturias, cosa cada día más difícil. ¿Qué no se quieren tomar las decisiones correctas por parte de quien tiene las herramientas para hacerlo? Pues vale. Pero que no nos tomen por tontos, ni nos vendan la moto de que no se puede hacer. ¿Que no se quiere? Tal cosa les define. ¿Qué no se puede? Que miren a la capital: allí donde terminarán trabajando mis hijos asturianos y casi todos los demás. No he venido hoy a hablar de mi último libro, por supuesto, sino de la economía asturiana que con estos mimbres no tiene visos de mejorar.  También he venido hoy a dar las gracias a “EL COMERCIO”. Se han cumplido este mes de diciembre 10 años de la publicación de mi primer artículo para el decano de la prensa asturiana. Ha sido para mí una década feliz y prodigiosa en este aspecto y mientras la dirección de “EL COMERCIO” quiera, aquí seguiré dando mi opinión, si creen que para tal cosa valgo. Yo, sí quiero.