Esta artículo fue publicado en TRIBUNA DOMINICAL
de EL COMERCIO el 05/01/2020,
de EL COMERCIO el 05/01/2020,
con motivo de la investidura del nuevo presidente del gobierno.
Ayer, mientras practicaba mi tabla de
Pilates, me puse delante del televisor para escuchar el debate de investidura
del que, salvo sorpresas, será el nuevo presidente del Gobierno: Pedro Sánchez
Pérez-Castejón. Y esperemos que sea por cuatro años porque yo, al menos, estoy
cansada de ir a votar. Ser demócrata implica aceptar los resultados de unas
elecciones y da la casualidad de que en las últimas elecciones, y ya no
recuerdo las que llevamos acumuladas innecesariamente los ciudadanos españoles,
quien logró mayor número de votos fue el PSOE con Pedro Sánchez a la cabeza. No
tiene vuelta de hoja. Quien debe presidir el gobierno si nos respetamos unos a
otros es él. Otra cosa es con quien lo va a hacer. Se me viene a la mente una mediocre
película de la que solo se salvaba la gran interpretación de su protagonista: Julia
Roberts. Se titulaba “Durmiendo con su enemigo”. Una mujer se casa
completamente enamorada y al poco se encuentra con que su marido no es lo que
parecía. Y Pedro Sánchez gobernará con su enemigo. Tendrá en su gabinete de
gobierno a personas que, según él decía no hace mucho, no le hubiesen permitido
dormir a pierna suelta. “Donde dije digo, digo Diego” porque como afirmaba
Nicolás Maquiavelo, el fin justifica los medios. Su fin, el de Sánchez, ser
presidente del gobierno e inquilino de la Moncloa los próximos cuatros años.
Los medios: todos los necesarios,
pactando si fuera preciso con el mismísimo diablo que creo que no se presentó a
las últimas elecciones. Cuando los conservadores le acusan de mentiroso, de
“fake news” en sí mismo, de ser un “meme” por defender lo contrario de lo que
decía hace no mucho, de formar un gobierno “Frankestein” y no sé cuántas cosas
más, también podrían pensar que con que solo algunos de ellos, no todos, los
justos numéricamente le dieran al botoncito de la abstención en lugar de al NO,
podrían evitar ese gobierno que afirman ellos será la hecatombe para España.
Por consiguiente, críticas hay para todos, especialmente por la colección de
descalificativos que son capaces de dirigirse unos a otros.
Hay honrosas excepciones,
en lo relativo a las formas y en la manera de expresarse que a mí,
personalmente me encantan: adoro esa frialdad y ese mantenerse impertérrita de
quien se ha doctorado en Oxford y que sabe susurrar, con suma discreción y
elegancia, las ideas a su jefe para la réplica parlamentaria. Yo no sé usted,
pero yo estoy contenta. La incertidumbre, para los mercados financieros, para
la economía y para el país, es pésima. Es peor no tener gobierno y no poder
tomar decisiones, ni aprobar leyes. ¿Qué lo hace mal y nos lleva al desastre
económico como hizo el gobierno de Zapatero que luego De Guindos solucionó?
Pues le daremos el pasaporte y votaremos, entre todos, un gobierno de otro
color. Pero esta vez ha ganado alguien al que se le podría aplicar una frase
que una vez leí en una novela: “De cada cien personas que me encuentro, a una
le digo la verdad”. Por el bien del matrimonio inquilino del Palacio de la
Moncloa, esperemos que a quien no mienta sea a su esposa. Seguro que ella
también está muy contenta, aunque no le arriendo la ganancia de ser primera
dama si para ello tiene que vivir y dormir con uno de los hombres más ególatras
y soberbios que he visto jamás. Pero da la casualidad de que ha ganado las
elecciones porque los españoles lo hemos votado. Aceptarlo es lo que
corresponde en democracia. Y yo prefiero cualquier democracia, incluso la que
puede llevar a gobernar a un producto de marketing político como el que nos
ocupa, que cualquier dictadura. ¿Y usted?
REFERENCIA DEL ARTÍCULO EN PORTADA DOMINICAL de EL COMERCIO,
CUYO DIRECTOR ES MARCELINO GUTIÉRREZ